A la mañana siguiente Sebastian tomó una ducha y decidió afeitarse, lavarse el cabello, usó la pasta dental con blanqueador y finalmente peinó su cabello, se cambió la ropa varias veces, no sabía que tipo de desayuno tendían y quería verse lo mejor posible e impresionar al máximo a sus hijos y futura esposa. Salió inusualmente feliz de aquel apartamento y cada minuto durante su recorrido no pudo dejar de pensar en Sergio, Olivia tuvo al bebé, un niño idéntico a él, un niño sano, inteligente y audaz, con una fortaleza impresionante, su hijo. Antes de llegar al condominio de Olivia pasó por una floristería y compró un arreglo de rosas, igual al que compró cuando fue a su casa y se encontró con aquella familia.
Compró chocolates para ella y para los chicos, unos minutos se acercó al complejo de apartamentos, estacionó en el subterráneo y tocó la clave del penthouse que se había aprendido la noche anterior. Tocó la puerta y se encontró con Milena en pijamas y la cara arrugada.
—Buen día, cariño —Ella rodó sus ojos.
—No lo serán en unos minutos —Le dio un abrazo y tomó la caja de chocolates y una rosa antes de dirigirse a la sala.
Sebastian vio a William y Owen, ambos estaban molestos esperando a Olivia y lo último que esperaban ver era a Sebastian su resplandeciente humor, el joven les dio una de sus socarronas y amplias sonrisas.
—Owen, ¿cómo tengo que llamarte ahora, papá? —preguntó Sebastian. —¿Dónde está Olivia?
—Está por volver de correr, en cinco minutos o un poco más —Dijo Milena.
—¿Sergio?
—Con mamá.
—¿Por qué no fuiste? —volvió a preguntar Sebastian.
—Me duelen los ovarios y estoy de mal humor.
Los tres hombres miraron a la chica sorprendidos y luego entre sí, una emergencia femenina en manos, los primeros dos porque sabían que más de la mitad del tiempo la chica estaba de mal humor. Sebastian porque estaba convencido de que Milena había crecido demasiado.
Sebastian dejó los regalos sobre la mesa de entrada y preguntó a la chica: —¿Quieres un té, o paños con agua calientes?
—Paños. —Sebastian fue a la cocina y buscó en las gavetas, los puso en el microondas esperó luego se los dio y ella los puso sobre su vientre. Milena agradeció, Sebastian le puso unos en los pies y uno en la parte baja de la espalda.
Olivia y Sergio hicieron una última competencia hacia el portón del apartamento, luego se montaron jadeantes en el elevador y finalmente chocaron sus manos, habían ido n poco más lejos de lo normal, sin embargo les hbaía dado tiempo de habalr un poco sobre Sebastian y su nuevo papel en sus vidas, Sergio no estaba convncido, sin embargo, la seguridad de su madre se le contagiaba un poco y estaba más emocionado de l que jamás reconocería por conocer a su padre.
La mujer ingresó a la sala y miró a su hija con varios paños, le pareció que Mily estaba siendo mimada, sin embargo se acercó y besó la frente de la niña, luego miró a su padre y a su hermano con los ojos entre cerrados y finalmente divisó incrédula a Sebastian.
—Te sientes mejor, Mily.
—Tío Sebas me preparó paños tibios —Olivia alzó una ceja.
—Tengo hermanas —Ella asintió y tomó las rosas que estaban en la mesa antes de ir a ponerlas en un jarrón.
—Abuelo —Dijo Sergio al abrazarle, el hombre besó su mejilla sin importar que estuviese sudado. —Hola tío, Will.
—Sergio hueles a toxinas —dijo Mily.
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La loba
RomanceLas prostitutas tienen siempre un momento de destello en sus vidas, encuentran a un hombre del que se enamoran, con quien sueñan casarse, convertirse en damas por ellos o simplemente encuentran al hombre que las va a sacar de ese ambiente para darle...