CAPITULO 46: "Romeo y Julieta"

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BASTET BANNETT

Me sentí algo nerviosa mientras esperaba para abordar, nunca había viajado en un avión antes.

¿Qué pasaba si el avión se caía? ¿Si un rayo nos alcanzaba? ¿Y si quedábamos varados en una isla desierta en medio de la nada incapaces de salía con gente desapareciendo uno a uno, para liego descubrir que todos en el avión estamos relacionados y no es coincidencia que estemos ahí?

Tomé aire y lo dejé salir poco a poco para intentar calmarme. Me moví nerviosamente en la sala de espera viendo por el cristal los aviones despegar. Sentía un hormigueo en el estómago y no sabía si era por el miedo de volar o por irme del país dejando todo lo que conocía atrás.

Me sentía tambien como una prófuga, huyendo del país sin siquiera mencionárselo a Dylan, el mismo día de su boda. Yo le había prometido ir, me preguntaba que estaría haciendo el en ese momento. ¿Quizas saludando a los invitados? ¿Vistiéndose para la boda? ¿O ya estba en el altar aceptando casarse con Osiris?

Cuando la voz en los altavoces indico que dejamos acércanos para abordar me puse aún más nerviosa.

Hicimos varias filas, fui de las primeras en entrar, lo que quizas fue bueno, me dejó menos tiempo pensando en lo malo que seria que un pájaro fuera absorbido por el motor de un ala y cayéramos hacia el vacío.

Aunque por supuesto, ya lo había pensado.

Sobre todo, pensar en todas las posibles formas de morir que tenía, disminuía el que mi cabeza designaba para Dylan, sus atractivos lunares, voz profunda y sus gestos dulces. Acomodé mi maleta de mano en los compartimentos superiores y esperé sentada con el cinturón puesto que todo pasara.

Quizas la razón por la que miraba la ventana con expectativa era porque esperaba algo sacado de un libro, una escena de una película romántica. Cerré mis ojos y me reprendí mentalmente por esas ideas.

Todos ya habían tomado sus asientos y la sobrecargo explicaba las medidas de seguridad. ¿Qué hacer si el avión falla?

Rogar por irte al paraíso y no a la interminable tortura del infierno.

O en todo caso, que Dante estuviera en lo correcto con la absolución en el purgatorio.

El sonido de un disturbio hizo que las personas se levantaran de sus asientos en busca del motivo, el sobrecargo siguió con su trabajo mientras miraba hacia atrás de ella de vez en cuando.

Estaban abriendo la puerta y estaba segura que eso no debía suceder, ya que el interior se presurizaba, eso atrasaría la salida. Tambien me quite el cinturón al igual que otros pasajeros y me puse de pie, quizas mas con esperanza que con curiosidad.

― Solo necesito hablar con alguien ― oí decir en el exterior.

No supe si mi cerebro reaccionó a esa voz o solo la modifico para que me recordara a él.

― Vuelvan todos a su asiento por favor ― la joven castaña de uniforme azul trató de calmar las cosas.

― Si, por su puesto príncipe, es solo que tenemos un horario y tenemos que esperar un poco ya que se había comenzado a presurizar el interior.

Esas palabras hicieron que las personas, y por supuesto, yo, nos pusiéramos alertas.

Me salí de mi asiento, casi tropezando con las personas de los dos asientos continuos al mío.

― Señorita, vuelva a su asiento por favor.

― ¿No es ella la prometida del príncipe? ― pregunto alguien, lo suficientemente alto para ser escuchado por las personas cerca ― La que ha estado saliendo en la televisión.

Educando a la futura princesa  (Re-subiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora