CAPITULO 8: "Cena y mentiras como postre"

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Después de la sala de videojuegos pasemos un poco por los pasillos buscando algo que hacer. Ninguno de los dos había hablado en todo ese tiempo. En realidad nunca habíamos mantenido una conversación decente, solo peleábamos, y eso parecía que fuera a cambiar pronto. Él ya se había colocado sus prendas nuevamente seguro de que ellas lo hacían irreconocible.

― Estoy aburrida ― dije fastidiada, después una exclamación dramática ― ¿Por qué la vida es tan cruel? ― pregunte al aire, como si alguien con todas las respuestas me fuera contestar ― Si el mundo fuera bueno conmigo, ahorita estaría con Sora y Fonn.

― ¡Cállate! ― soltó Dylan junto con un litro de veneno.

― ¡Cállate tú! ― replique con mi ingenio de niña de 5 años.

― Eres tu quien no deja de hablar como un perico ― dijo ya más tranquilo, recuperando su postura principesca la cual, no faltaba decir, odiaba.

― ¡Que pesado eres! ― me acerque al baranda y pude observar abajo a las hormiguitas que cambiaban en la plantaba baja y caminaban con bolsas brillantes ― ¿Por qué no haces mi vida más divertida y te lanzas? ― le miré con una sonrisa que el interpretó como demencia ― Podría reírme un rato de ti.

― ¿Por qué no te lanzas tú? ― preguntó imitando mi gesto ― Así me ahorras todo este disparate del compromiso.

― Ganas no me faltan ― respondí con cruzándome de brazos, recargue mi espalda a la baranda de cristal y miré la luz que entraba por el vitral más arriba ― Pero esa es mi última opción, la primera es deshacerme de ti.

Su ceja se alzó con duda y se acercó unos pasos, con la guardia arriba por cualquier movimiento sorpresivo.

― Noté que no hay persona que prueban la comida en la palacio, como dicen en las películas ― reí ― Quizas esa sea mi señal para poner veneno en tu plato.

― ¿Sabes que te puedo hacer arrestar solo por decir eso?

― ¿Y me vas a encerrar en los calabozos del castillo? ― pregunté rodando los ojos.

― No, mandaré a que te corten la cabeza ― no puede evitar soltar una estruendosa risa ante eso.

― ¿Te crees la reina de corazones?

― El rey de tu corazón ― respondió casi de inmediato guiñando un ojo.

Me quede sorprendida ante tan contestación, sin ninguna expresión en el rostro.

― Voy a ignorar que dijiste eso por el bien de los dos ― negué con la cabeza con desaprobación y seguí caminado ― ¿Y si nos vamos ya?

― Deberíamos comer primero ― Señaló el restaurante de lujo del último piso, decían que tenía una vista increíble, aunque yo nunca había entrado, era de esos lugares exclusivos, como muchas tiendas, donde por lo menos tu apellido apareciera entre Las 30 familias más ricas.

― ¿Estas siendo amable? ― pregunté con una sonrisa por la sugerencia.

― No ― respondió en seco ― Solo tengo hambre y ya que tu estas pegada a mi... ― movió la mano en círculo como di dije "Una cosa lleva a la otra" ― Tengo el deber moral de invitarte también.

― ¿Pegada? ― me exprese con la sorpresa que me causaba la oración ― Si fuera por mí ya hubiera salido corriendo.

― Aun no es tarde ― señaló el pasillo con obviedad.

― No quiero ser quien desobedezca la orden de la reina ― resoplé ― Así que cállate y camina ― Ordené ― Que en realidad también tengo hambre ― Camine por delante hacía ese lugar tan desconocido y extraño para mí.

Educando a la futura princesa  (Re-subiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora