Capítulo 14. Promesa.

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—¿Qué haces aquí, Tōshirō?

Sabiendo que su escondite ya había sido descubierto, y un completo fracaso, simplemente se vio a la obligación de salir, mostrándose.

—Eh... ¿Qué? —dijo el nombrado después de un rato, saliendo de su pequeño trance.

—Repito —Algo frustrada habló la capitana—, ¿qué haces aquí?

Luego de unos instantes, el capitán Hitsugaya por fin pudo responderle.

—Ah... eh, bueno... El capitán general me ordenó ser tu supervisor.

Desvió su mirada, sin ganar de observarla de frente, no desde aquel incidente.

—¿Supervisor? Ugh —se quejó la muchacha, llevándose una mano a la frente—. ¿Y tenías que ser tu?

Buscó la mirada ajena, tratando de parecer lo más firme posible.

Siendo sincera para si misma, Natsuki todavía seguía completamente dolida por todo lo ocurrido con «Tōshirō», según ella, pero su orgullo no permitía que se mostrara débil.

Lo mismo pasaba con Tōshirō. Después de que «Natsuki» le dijese todas esas cosas, algo dentro de el se quebró. Aunque su orgullo es demasiado grande, por lo que lo puso sobre aquel sentimiento de tristeza.

—Mira, no es cómo si yo estuviese tan encantado de hacer esto —comenzó a explicar, cruzando sus brazos, y devolviendo su mirada a la chica—, pero... órdenes son órdenes.

Cuando el peliblanco la miró fijamente, esta no pudo evitar sentir un leve calor en sus mejillas, el cuál desapareció al instante, dejando a la vista su ceño fruncido.

—Órdenes, órdenes, bla bla blá —imitó de manera burlesca la voz ajena—. No me importan, tú sólo ve a la Sociedad de Almas, puedo hacer esto solita.

—No seas terca, Natsuki —murmuró entre dientes—. Bien sabes que esto es muy importante para ti, de esta tarea depende tu libertad, y posición en el Gotei trece... digo, catorce —trató de explicarle.

La chica en aquellos momentos sentía suma impotencia y como su orgullo era tan grande, no quería aceptar que lo que decía Tōshirō era cierto. De la misión dependía su libertad, y como era de esperarse, luego de estar tantos años seguidos encerrada, quería ser libre.

—Así que, te guste o no, tengo que hacer esto.

Natsuki refunfuñó por lo bajo.

—Yo... podría arreglármelas sola.

—Bien sabes que no es así.

Mierda. —Hizo un pequeño sonido con su lengua—. Y... ¿en dónde te vas a quedar?

Ahora soy yo el que necesita ayuda... —pensó, un poco derrotado.

—¿Y?

—Todavía... Todavía no lo sé...

—¡Ja! Qué lástima.

—Cállate.

—No quiero.

—Que te calles.

—Que no quiero.

—¡Que sí!

—¡Que no, dije!

Por cada palabra que se iban diciendo mutuamente, la distancia entre ambos se iba acortando, hasta qué sus frentes chocaron entre sí. Natsuki es la primera en darse cuenta de esto, por lo que, roja de pura vergüenza, se alejó bruscamente de un salto. Tōshirō, al procesar todo lo que había ocurrido hace unos segundos, también se avergonzó.

La nueva capitana (Toshiro Hitsugaya)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora