Capítulo 22. Sólo un sueño.

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Tic, tac, tic, tac...

...

Tic... tac... Tic... tac...

...

Tic... t... ic... ta...

Por cada miserable segundo que el reloj marcaba, sentía que su cuerpo entero fallecía, lentamente, con gran dolor recorriendo toda su anatomía. La debilidad se hacía presente en cada extremidad, sumando a esto diversas quemaduras que yacían en las mismas. Necesitaba ayuda inmediatamente, mas, nadie estaría dispuesto a siquiera acercarse a una bestia como ella.

Bestia. Así la habían catalogado.

Desde que descubrieron el poder que poseía sólo dirigían miedo hacia su persona. Temor a que, un día cualquiera, iniciara una revolución y tomara la decisión de asesinarlos a todos a sangre fría. Bien sabían que podría ser capaz, en especial por sus problemas de inestabilidad emocional.

Quienes la observaban día a día tras esos muros totalmente impenetrables pudieron estudiar a fondo su personalidad, costumbres, e incluso llegaron a tal punto de descubrir ciertos ataques de ira que dominaban su cuerpo, nublaban su mente, y lo único que hacía en consecuencia era golpear y destruir cualquier cosa que tuviera al mínimo alcance, sin importarle cuánto le doliera o cuánto sangrara.

La pérdida de ambos progenitores, el ser alejada de personas a quienes tanto quería, y también permanecer encarcelada días y noches lograron en ella gran destrozo a su psique.

¿Cómo ignorar lo ineludible?

Sabía que esto tarde o temprano llegaría a ella, arruinándole más la vida. Incluso hubieron largos días en los que se planteaba contrarrestar la corrupción a sus emociones, pero era una meta inalcanzable para tan inmadura muchacha. No estaba preparada, y lo sabía perfectamente.

A tales alturas, muchos de aquellos avanzados científicos y shinigamis tenían la grave sospecha de que ciertos sentimientos encontrados eran consecuencia nada más ni nada menos que de cierto ente poderoso que residía dentro del alma de Natsuki, el cual sólo quería destrozar, en tantos pedazos fueran necesarios, el frágil cuerpo de la shinigami, para quedar en total libertad de una buena vez por todas.

No estaban equivocados.

Y, a pesar de esto, tanto voluntad y poder espiritual invadía a la azabache que no cedía ante las súplicas indirectas que el ave mitológica le daba a conocer al destruirla poco a poco desde lo más interior de su ser.

Pero ¿qué hacían los superiores ante tal magnífica y peligrosa situación? ¿Cómo reaccionaban?

A lo contrario de lo corrector. O eso era lo que la mayoría pensaba.

En lugar de ayudar a Iwakura, a brindarle apoyo para que dominara al Fénix y lo mantuviera cautivo dentro de una Zanpaku-to para utilizar su energía a gusto, darle lecciones a cómo ser una verdadera shinigami, lo que hacían era utilizarla como conejillo de indias para sus estudios.

Muchos no lo sabían (y para la suerte de varios, ni Yoruichi Shihoin ni Byakuya Kuchiki estaban enterados), pero eran los mismos científicos quienes, de vez en cuando, incitaban a Natsuki de una forma u otra a tener estos ataques que ensuciaban su espíritu, generalmente con torturas, tanto físicas como psicológicas, para que en reacción el Fénix tomara posesión de su cuerpo y lo controlara a gusto propio, intentando matar a cualquier persona que veía. Tristemente, nunca se llegó a reportar alguna pérdida de los shinigamis gracias a la criatura.

La nueva capitana (Toshiro Hitsugaya)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora