Capítulo 18. Secuestro. Maratón 3/3.

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—¿Cómo llegamos a esto? —murmuró Tōshirō, observando cómo su teniente se lanzaba un clavado desde un pequeño acantilado rocoso de la playa.



—Uy, cuánta tensión en el aire —irrumpió Unohana, sonriendo—. ¿Qué les parece si continuamos con la siguiente actividad?

—¿Y quién ganó, capitana? —preguntó Isane.

—Natsuki no se pudo decidir, por lo que el dinero se devolverá a la Asociación de Mujeres Shinigami —explicó, guardando el sobre en quién sabe dónde.

Todos se sintieron decepcionados, pero pensaron que sería lo mejor.

... Mentira. Todos querían el dinero.

—¿Cuál es la segunda actividad? —cuestionó Yoruichi.

—¡Competencia de clavados!



—Ah, así llegamos a esto —dijo, ahora viendo a la teniente Kurotsuchi.

No le gustaba para nada tal actividad, mucho menos por todas las rocas que yacía en el fondo del mar, bajo el acantilado.

Ya sin saber qué hacer, comenzó a observar su alrededor, notando así que la capitana Iwakura era la única de los shinigamis que no participaba en la actividad, sin contar él, claro.

«Olvídate de lo que pasó ayer. No sentí nada. ¡Ni siquiera besas bien!»

Agitó rápidamente su cabeza para ahuyentar tales recuerdos.

—Es estúpido, no sabemos nada el uno del otro, y ya...

No pudo continuar debido a un grito que se escuchó por parte de Natsuki, quien estaba siendo lanzada al mar. Mejor dicho, arrastrada al mar.

Un gigantesco hollow con apariencia de pulpo había aparecido desde las profundidades del mar, y lo primero que hizo fue estirar uno de sus tentáculos para así lograr atrapar a la capitana, y tratar de llevársela al mar. Por suerte, los participantes de la actividad ya habían salido del agua.

—¡Natsuki! —gritó Tōshirō, quien por instinto se llevó la mano a la espalda.

Hyōrinmaru. Había dejado su Zanpaku-tō en la tienda, lejos de donde se encontraban.

—Mierda —musitó.

Yoruichi, algo preocupada, ya estaba lista para saltar e ir en busca de Natsuki, mas un recuerdo irrumpió en su cabeza, por lo que quedó en su lugar, observando cómo la capitana ya estaba bajo el agua. Pero no fue la única preparada. Ichigo ya había tomado precauciones, recordando la pasada fiesta. Ya iba a convertirse en shinigami, pero Kenpachi lo detuvo.

—No lo hagas —dijo, sin siquiera mirarlo.

—¡Pero capitán! —protestó Rukia.

— Rukia —dijo Byakuya.

—¿Están locos? ¡Hay que ayudarla! ¡Nisiquiera tiene su Zanpaku-tō! —reclamó Ichigo, notoriamente molesto.

—¿Quién dijo que no tenía su arma, Ichigo? —preguntó Unohana, sonriendo.

En eso Tōshirō recordó cómo Natsuki, con un simple ademán, había materializado su Zanpaku-tō.

La nueva capitana (Toshiro Hitsugaya)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora