-Desde arriba, Jamie.
Cogí aire y miré por la ventana. Una grande hoja marrón caía delicadamente. El otoño ya se había echado encima nuestro. Solté todo el aire de golpe, con los ojos cerrados, y puse mis largos y finos dedos encima las blancas y delicadas teclas del piano.
Toqué, con delicadeza y amor, la primera nota del Nocturno Op. 27 No. 2 de Chopin. Rompí el silencio. Y dejé irme. Dejé que todo mi cuerpo fluyera con la complicada pieza. Toqué y olvidé que estaba en el conservatorio. Olvidé que la señora Stephens me estaba escuchando, con su oído más fino. Olvidé que, en este mundo, existiese algo más que la delicadeza de las notas de Chopin y yo.
Pero existían más cosas aparte de unas notas y yo. La señora Stephens era una de ellas. Resopló y dio un golpe al antiguo suelo embaldosado con su zapato de tacón. Dejé de tocar el piano, dejando las últimas notas resonando por la habitación. Se acercó a mí, dando fuertes golpes con sus zapatos como siempre solía hacer cuando quería hacerse notar. Puso su mano derecha encima mi espalda y la acarició suavemente. Se acercó a mi oído y, con voz baja a pesar de ser las únicas en la sala, me repitió que lo hiciera desde arriba.
Y no me importó. Y lo hice. Y, esta vez, no me interrumpió. No me dijo nada. Y toqué los seis minutos de la pieza. Y, cuando acabé, se acercó, cerró la partitura y me acarició la cabeza como siempre hacía cuando tocaba una pieza a la perfección; o casi. Ante su gesto, me levanté del taburete y, a un paso más o menos apresurado, recorrí los pasillos del solitario conservatorio. Salí a la calle. El frío me golpeó todo el cuerpo y me abroché la chaqueta hasta arriba. Las seis y veintisiete de la tarde. Recorrí algunas calles de Londres hasta llegar a la parada de metro de South Kensington. Cogí la línea amarilla hasta Notting Hill Gate. Anduve durante unos diez minutos hasta llegar al pequeño apartamento. Con las pocas fuerzas que me quedaban en los dedos saqué las llaves con delicadeza y abrí la puerta. Encendí la luz y, a medida que me acercaba al baño, me iba desprendiendo de mis prendas de ropa hasta quedar desnuda. Me metí en la bañera y me hundí en un profundo sentimiento de relax, mientras tarareaba a Mozart.
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Le Quattro Stagioni #Wattys2019
FanfictionCuando la danza y la música se mezclan, crean maravillas. En el caso de Jamie y Harry, se crea un desastre; un desastre maravilloso. NOTA: A pesar de que algunos de los personajes estén inspirados en celebridades, no tienen nada que ver con la re...