Otto

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Llevaron a Harry al St. Thomas' Hospital, al lado del río. Estaba sentada en una incómoda silla de plástico de color azúl marino, en un pasillo blanco ajetreado y lleno de gente que iba arriba y abajo. Cada uno con su vida. A mi lado estaba Ele, intentando sacarme del estado de shock en el que estaba después de ver a Harry de esa manera. Louis estaba fuera, fumando, y hablando con la família de Harry. Cada vez que miraba el reloj sentía que había pasado una eternidad, pero sólo había pasado un minuto. Mientras me removía en el asiento, Louis llegó y se dejó caer en una silla y bufó.

-Nadie. Su padre no quiere saber nada de él y su hermana está en Buenos Aires y no puede volver. Mis padres intentarán venir, pero no saben si serán capaces de librarse del trabajo. -se tocó su cabello, estaba estresado. Ele le acarició el brazo.

-¿Y su madre? -le pregunté a Louis.

-Anne murió hace tres años en un accidente de coche. -se hizo un silencio incómodo y allí se quedó. Me levanté y fuí a comprar un café, lo más rápido que pude, para mantener mis ojos abiertos. Al llegar a la máquina de café me di cuenta que me había dejado el dinero con Ele y Louis; me puse a llorar. No lloré por el hecho de haberme dejado el dinero en la sala de espera. Lloré porque era lo único que sabía hacer bien en ese momento. Lloré porque era la única manera de desahogarme disimuladamente y haciendo el mínimo ruido posible en un hospital. Lloré porque había tratado mal a Harry. Lloré porque no sabía qué le pasaba. Porque se había metido en problemas. Lloré porque, no sabía qué me pasaba con Harry y, cada vez que veía o escuchaba su nombre se me hacía un nudo en el estómago y se me esbozaba una tímida sonrisa. Porque sus movimientos alrededor de mi piano eran una obra de arte igual que todo él. Lloré porque Louis era lo más cercano que Harry tenía. Lloré mientras me dirigía hacía la sala de espera. Lloré con Louis. Lloré en el hombro de Ele. Lloré cuando un médico se acercó a nosotros. Louis y yo nos levantamos, Ele también, pero se quedó un poco hacía atrás. Me sequé las lágrimas con las mangas de mi jersey y Louis me agarró por mi torso, acercándome a él. Nuestras respiraciones eran rápidas.

-¿Familiares de Harry Styles? -iba a contestar que no, que yo no lo era.

-Sí. Ambos lo somos. -dijo Louis. Lo miré y, rápidamente, volví a desviar mi vista hacía el médico.

-Una bala. Se quedó atascada entre las dos últimas costillas. Ha sido difícil de sacar, pero lo hemos conseguido. Deberá quedarse unos días para que se recupere. Nada de esfuerzos durante el próximo mes, como mínimo; pero bueno, de esto hablaremos en otro momento. Ahora mismo está en cuidados intensivos. -miró su reloj. -debido a que ya son las ocho y media, sólo puede entrar a verle la persona que va a quedarse a dormir con él, si es que alguien se queda. -el hombre se quedó mirándonos para saber nuestra respuesta, yo miré a Louis pues era obvio que el que debía quedarse era él; su primo. Louis también me miró y luego miró al médico.

-Se quedará ella; le hará más ilusión verla a ella cuando se levante que a mi. -medio sonrió y me miró. El doctor asintió y nos dijó la planta y la habitación. También nos avisó que no tardaramos más de diez minutos en ir; desapareció a través de unas grandes puertas de color blanco. No hizo preguntas sobre el suceso. Miré a Louis.

-Louis, por Dios, debes ir tu. Eres su primo. ¿Qué va a decir cuándo me vea a mi? Llevo un mes sin hablarle. -Louis me cogió por los brazos y habló.

-Jamie, si no fuera por ti, Harry estaría muerto y, creeme, a tí te ha invitado a cenar y has dormido en su casa, todo en menos de una semana. Hace un año que tiene mi número de teléfono y seguro que lo ha perdido. Va, ve, debes estar a su lado cuando despierte. Yo vendré mañana. -besó mi frente y me soltó. Ele me abrazó fuerte; muy fuerte. Me llenó la cara de besos y me prometió que mañana por la mañana Louis me traería un cepillo de dientes y algo de ropa. No le dí mis llaves pues Ele ya tenía un juego.

Antes de ir a la habitación de Harry, pasé por las máquinas expendedoras y me compré un café, una botella de agua y un pequeño paquete de Oreos para tener algo en el estómago. Me tomé el café y las galletas de camino a la habitación, la cual estaba en la otra punta del hospital. Mientras andaba, más o menos apresuradamente, volví a llorar. Y puede que fuese un poco egoísta, pero Harry no podría bailar; ni yo tocar con él. ¿Y si se había esfumado, en cuestión de segundos, mi sueño? Me derrumbé ante tal idea, pero no dejé de andar y hice lo posible por no pensar que era la culpa de Harry. Porque él había recibido el balazo en su torso, no yo.

Al fin llegué a la sexta planta, habitación seiscientos ochenta y tres. Con mucho cuidado y el máximo silencio entré a la habitación. La luz era muy tenue. Harry estaba con los ojos cerrados y conectado a algunas máquinas. Estaba tapado con unas sábanas de color azúl. Su respiración era tranquila, por lo contrario, la mía seguía siendo agitada. Dejé mi chaqueta y mi bolso en el sofá donde suponía que debía dormir y me senté en una silla al lado de su cama. Clavé mis ojos en él. Se veía tan tranquilo. Si no fuera por todo lo que tenía conectado a él, cualquier persona habría dicho que Harry había caído en los brazos de morfeo después de un largo día. No puedo decir el tiempo que me quedé mirando a Harry, esperando ver sus verdes ojos y escuchar su voz. No sé si fueron horas o minutos, pero la verdad es que no me importaba quedarme mirándolo. Me dormí un rato pero una enfermera que entró a cambiarle la bolsa con el calmante a Harry me desveló y volví a mi labor de mirarlo. Pasado un rato percibí que salía un pequeño gruñido de su ser. Mis ojos se abrieron y le apreté su mano derecha con mis dos manos para darle comfort; o dármelo a mí. El Sol empezaba a asomarse por el este, alumbrando la habitación con un tono anaranjado. Deberían ser las ocho de la mañana. Llamé a Harry con un suave tono de voz, pero no respondió. Le acaricié suavemente el rostro con la parte superior de mi mano para luego apoyarla en su mandíbula y acariciarle su pómulo. Volví a susurrar su nombre, con cierta ternura en mi tono; pero nada. Me levanté un poco y le besé la frente. Me volví a sentar colocándome en mi posición inicial, apretándole la mano con mis dos manos. Quería que despertase; lo quería con todas mis fuerzas. Lo estaba deseando.

Pasados unos minutos, no muchos, respondió a mi apretón de manos, intentando apretar las mías. Di un suspiro de alegría y él suspiró profundamente. Siguió sin abrir sus preciosos ojos, pero habló.

-¿Jamie? -dijo con una voz muy ronca y áspera. Asentí con la cabeza, pero me di cuenta que seguía con los ojos cerrados así que le contesté verbalmente.

Sí Harry, soy Jamie. -le acaricié la mano con el pulgar. -Estás a salvo. -levanté su mano y le di un suave beso en la parte superior de ésta. Ante ese gesto, empezó a abrir poco a poco los ojos, pestañeando delicadamente y dando paso a qué mis ojos color nuez conectaran con los suyos color menta. Levantó un poco las comisuras de sus labios esbozando una muy pequeña sonrisa y yo le respondí con una amplia sonrisa.

-Sabía que vendrías, Jamie. Sabía que me encontrarías. -dijo debilmente. A pesar de haber dormido durante horas, seguía estando débil y cansado. Volví a sonreír pero esta vez con unas desafiantes lágrimas en mis ojos.

-Shh... Debes descansar Harry. Ya hablaremos más tarde. -asintió con la cabeza, cerrando los ojos.

-Muchas gracias Jamie. -me dijo Harry con los ojos ya cerrados y a punto de conciliar el sueño. Una lágrima resbaló por mi mejilla. Solté su mano y me tumbé en el sofá, intentando conciliar el sueño junto a Harry. 


Le Quattro Stagioni #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora