Trentaquattro

101 17 16
                                    

Saqué un billete de veinte euros y pagué. Me sentía nerviosa y apresurada, con miedo a ser vista a pesar de que nadie, aparte de Harry, me conociese en París. Me guardé el pequeño paquete en mi bolso y salí prácticamente corriendo murmurando un inaudible "Mersi". Anduve un par de manzanas con la cabeza baja y, cuando llegué a una calle que ya me sonaba más, me sentí lo suficientemente segura como para dejar de ir andando "escondida". Me paré un segundo y suspiré profundamente poniéndome la mano encima mi corazón, que daba saltos a cien por hora.

Entré en un pequeño supermercado que había a tres calles de la antigua casa de mi abuela y compré una pequeña botella de agua y un trozo de pastel. Al pagar pregunté por el baño y, una vez dentro el mugroso baño, saqué el pequeño paquete de mi bolso y, con las manos temblorosas, liberé la pequeña pastilla que había comprado de su envoltorio.

-Mierda Jamie. -hable para mí misma. Cerré los ojos con fuerza y me metí la pastilla en la boca, acompañada por dos grandes tragos de agua. Guardé la botella dentro mi bolso y encendí el grifo para mojarme la nuca con un poco de agua fría. Dejé que las heladas gotas bajaran por dentro mi camiseta, parándose en el borde de mi sujetador. Me coloqué recta delante el espejo, sacando un poco de pecho, intentando sentirme igual de segura como me sentí con Harry el día anterior mientras bailábamos. Pero mis piernas parecían dos raciones de gelatina; apenas era capaz de aguantarme de pie. Tal era mi inestabilidad que me incliné hacía delante para apoyar todo mi peso en la rosada porcelana del baño de ese pequeño supermercado. Bajé mi cabeza y una salada gota de agua resbaló hasta mi cuello. Me la sequé bruscamente con mi mano y respiré por la nariz con fuerza, arrastrando hacia dentro toda la mucosidad que se había creado con mi leve llanto.

Mi nueva canción favorita -curiosamente, no clásica- Panther de Made in Heights invadió el baño, proviniendo del interior de mi bolso. Volví al mundo real y cogí el bolso de un arrebato y lo apoyé en la porcelana para buscar mi teléfono. Lo agarré con fuerzas y lo saqué del agujero negro y miré la reluciente y brillante pantalla: Ele. Fruncí un poco mi ceño, extrañada por esa llamada, pues le había recomendado a Ele que no me llamase debido al elevadísimo coste que suponía llamar al extranjero. Me temí lo peor, pero me armé de valor y deslicé el dedo por la pantalla para responderle.

-¡Ele! ¿Por qué me est... -me interrumpió.

-Tenéis que volver. -ni siquiera parecía la Ele que conocía. Su voz estaba apagada, sin vida ni color.

-¿Q-Qué? -dije casi atragantándose con mis propias palabras.

-Te has atrasado en el pago del alquiler de tu piso, me han llamado a mí; sabes que tus padres van a tardar muy poco en descubrir que algo no va bien. Además, Liam ha venido al restaurante preguntando por ti ¿qué tienes con él? -me preguntó dándole un tono de preocupación a su voz. Podía imaginarme a Ele, dando vueltas por su habitación, pasándose las manos por su largo y castaño cabello. Yo estaba haciendo lo mismo, pero en lugar de estar dando vueltas por mi habitación, estaba sentada encima la taza del wáter.

-Mierda Ele. ¡Mierda! -dije intentando no chillar.

-Simplemente volved. El tema de Harry ya debe estar apaciguado y todo será más fácil soluciónalo desde Londres; Louis y yo podemos ayudaros. -me dijo con una voz un poco más tranquila.

-Cogeremos el primer vuelo. Gracias; te quiero. -le recordé a mi mejor amiga.

-Yo también te quiero. -me despegué el teléfono de la oreja y colgué. Se me cayó el mundo encima.

[...]

-Sigo sin entender por qué tanta prisa... -se quejó Harry intentando cerrar mi maleta con cierta frustración en su rostro ya fuese por esa inesperada vuelta a casa o porque, a pesar de estar sentada encima la maleta, era casi imposible cerrarla.

Le Quattro Stagioni #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora