Trentadue

116 16 12
                                    

(París. París: la ciudad del amor; de las luces. París, la ciudad más romántica y mágica de Europa, estaba bajo nuestros pies. Unos pequeños puntos anaranjados iluminaban la ciudad que debía llenar ese vacío que me había quedado al abandonar Londres. Un París que nos serviría de refugio; nos escondería temporalmente del peligro. La ciudad de mis sueños, después de Londres, sería nuestro cobijo y, en otros tiempos, también hubiera sido nuestro nido de amor.

Se podía sentir cómo el avión empezaba a descender, dando pequeños saltos y dando vueltas por las afueras de París. Le di unos pequeños golpes a Harry, acompañados de la repetición de su nombre en susurros, para despertarle del sueño que le había cautivado durante todo el vuelo. Mi cabeza había estado demasiado ocupada como para ser capaz de cerrar los ojos más de cinco minutos seguidos. Harry gruñó un poco y se movió en su asiento. Dejó ir todo su aire de golpe por la boca.

-Estamos a punto de llegar Harry. -le susurré en el oído.

-Joder. -se quejó Harry, estirándose en el asiento. -Podrías haber cogido otro vuelo.

-Eres agotador. -me quejé. Me coloqué bien en el asiento y miré la hora: las seis menos diez de la madrugada. El avión estaba cada vez más cerca del suelo: ya no bajaba dando pequeños saltos, ahora ya tenía su lugar en la pista y estaba dispuesto a aterrizar en cualquier momento.

-¡Mierda! -exclamó Harry cuando el avión tocó tierra. Sus ojos se abrieron como platos.

-Tranquilo... -le dije. Cuando el avión se estabilizó y empezó a circular tranquila y suavemente por la pista, el enorme peso que caía encima los hombros de Harry se esfumó mientras dejaba ir su aire temblorosamente. Me desaté el cinturón para liberarme.

-¡¿Qué haces?! -me preguntó Harry alarmado.

-Eh... ¿Quitarme el cinturón? -le dije un poco obvia y un tono de voz un tanto rudo.

-Jamie, no lo hagas... -parecía realmente preocupado por mi inocente acción. -Puede ser peligroso, aún no han dado la señal de que podemos desatarnos el cinturón... -dijo señalando con su dedo índice la pequeña lucecita que indicaba que aún debíamos permanecer con los cinturones atados. Solté una pequeña sonrisa sin mala intención, por supuesto, ante la dulce inocencia que Harry mostraba ante aquella situación.

-No pasa nada, Hazz. Mira a tu alrededor, todo el mundo se está quitando el cinturón. -le comenté con una sonrisa tierna. Levantó un poco su cuerpo del siento, aún sin quitarse el cinturón, y estiró su cuello para tener una vista más o menos buena del interior del avión. Giró su cabeza al lado y lado y volvió a su posición inicial rápidamente.

-Supongo que no pasará nada. -dijo desabrochándose el cinturón.

-Podrías haberme dicho que este era el primer viaje en avión qué hacías. -le dije sonriente.

[...]

Una suave brisa corría en la parte más alta del artístico monte de Montmartre. Me vi obligada a subir la cremallera de la cazadora que llevaba para mantener mi calor corporal mientras esperaba a que un hombre mayor terminara el retrato que Harry se había empeñado en conseguir. Apoyé todo mi peso en mi pierna derecha y miré a Harry, el cual tenía su mirada perdida dejando que el artista se inspirase, con un especial cariño que me removió el estómago y causó una sensación familiar -pero no deseada- dentro de mí. Las mariposas aletearon dentro de mí. Mi reacción ante esa sensación fue colocarme recta y rígida y depositar mis manos encima mi estómago bajo. Me miré los pies mientras intentaba convencerme de que solo había sido un pequeño desliz sentimental y que no volvería a pasar, pues una cosa la tenía muy clara: no me enamoraría de nadie durante un buen tiempo pero, ¿de Harry? De Harry no pensaba enamorarme nunca más. Mi intención era mantener las distancias para ser capaz de ayudarlo sin actuar con el corazón, sino con la cabeza; y no romper el corazón que estaba empezando a reconstruirse después del alboroto sentimental que había vivido los últimos meses.

Le Quattro Stagioni #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora