-Ehh... Sí, claro... Ningún problema... Vale, el martes...Muchas gracias...Adiós. -escuché la voz de Harry de fondo. Estaba cansada, muy cansada. Fruncí el ceño, aún sin abrir los ojos. Saqué un brazo de debajo las sábanas y me rasqué los ojos con los puños. Al abrirlos vi borroso y mucha luz. Volví a cerrar los ojos y gruñí. Estiré mi cuerpo para darme cuenta de que todo el cuerpo me punzaba. Como si me hubieran dado en cada rincón de mi cuerpo con un bate de beisbol. Bostecé y me senté en la cama, apoyando la cabeza y la espalda en el cabezal. Miré a mi alrededor: ni rastro de Harry, debía estar en el comedor. Fuera hacía un buen día. No sabía ni qué hora debía ser, miré el reloj de mi mesita de noche: 13:37. Al final me dormí, no sé a qué hora, pero me dormí entre mis lágrimas. Al lado del reloj había un baso de agua y un blíster de ibuprofenos. Bebí agua, pero no me tomé ninguna pastilla.
Al tocar el suelo con los pies desnudos, el frío de este me recorrió todo el cuerpo, erizando mi piel. Tanteando con mis pies, busqué mis zapatillas de estar por casa para poder ir al baño. Me dolía mucho todo el cuerpo, mucho. Anduve, a duras penas, hasta el baño y cerré la puerta con pestillo. No quería que Harry me viera. Levanté un poco la vista para verme en el espejo o, para ver eso. No me reconocía. Tenía el pómulo derecho de un color rojo cadmio, como si me hubieran dado un golpe con el puño. Pasé mis dedos suavemente por encima: dolía. Tenía un ligero tono azulado debajo mis ojos, loas cuales estaban un tanto caídos. Me lavé la cara en el intento de mejorar mi aspecto, me cepillé los dientes para eliminar el mal gusto de boca y me peiné un poco. Al hacer un pipí, me dolió mucho. Me sequé y, al mirar el papel, tenía un poco de sangre. No era sangre oscura, como la típica de la menstruación, sino sangre clara, unas manchas pequeñitas; como una herida.
Salí del baño y fui andando, bien, arrastrando los pies, hasta el salón. Al fondo, estaba Harry, haciendo algo en la cocina. Parece que no se dio cuenta de mi existencia así que me senté en el sofá y le di un trago al zumo de naranja que había encima la mesita de café. Estaba frío. Me sentó bien.
-Jamie. -me habló Harry. Me giré para verlo, llevaba un plato con dos tostadas en las manos. -Te he hecho esto. -dijo dejándolo encima la mesa.
-Gracias Hazz. -hice gesto para que me diera un pequeño beso en los labios y me correspondió.
-Ahora iba a despertarte, estabas empezando a preocuparme. -se sentó a mi lado y me tomó la mano. La miró. Se asomó un poco una marca de las que tenía en las extremidades de lo que había usado ese ser para dejarme inmóvil. Alzó la vista y me miró, el verde de sus ojos ahora era una fina línea que rodeaba el negro de sus dilatadas pupilas. -Pero... ¿Qué ha pasado, amor? -me dijo Harry apretándome la mano con más fuerza.
-Nada. -dije bajándome la mano. -Ayer salí con unas antiguas compañeras del conservatorio i bebimos demasiado. Eso, sólo eso.
-¿Y esto? -me cuestionó, acariciando mi pómulo derecho. Hice una mueca del dolor.
-Nos dimos un cabezazo sin querer. -¿hasta qué punto podía mentir? Nadie se creía eso.
-Podrías haberme dicho algo, Jamie. -me sermoneó Harry, sin rencor, pero severo. No quería hablar más o, al menos, no quería hablar más de esto.
-¿Cómo fue la entrevista? -le pregunté, mientras cogía una tostada con aguacate y me acomodaba en el sofá.
-Muy bien, -sonrió enseñando sus dientes -me han cogido.
-¿En serio? -supongo que se me iluminó un poco la cara. Estaba muy feliz por Harry. Le di un suave abrazo, pero, lo suficientemente fuerte como para sentir dolor en cada zona que nuestros cuerpos conectaron. Mi pecho dolía, mi espalda dolía, mis brazos dolían.
ESTÁS LEYENDO
Le Quattro Stagioni #Wattys2019
FanfictionCuando la danza y la música se mezclan, crean maravillas. En el caso de Jamie y Harry, se crea un desastre; un desastre maravilloso. NOTA: A pesar de que algunos de los personajes estén inspirados en celebridades, no tienen nada que ver con la re...