Ventisette

104 17 5
                                    

Harry se paró y se giró para mirarme. El viento nos movía las melenas, a ambos. Algunos pétalos rosa palo de los cerezos de los grandes parques de Londres volaban y recorrían las calles de la ciudad; las tiendas estaban empezando a cerrar y los turistas que estaban visitando la capital Británica durante las fiestas de pascua buscaban un lugar para cenar. Bajé el pequeño escalón que había y separaba mi apartamento de la, famosa y llena de vida, calle llamada Portobello Road en la que se encontraba mi querido apartamento. En ese momento me acordé: no llevaba puesto nada de calzado; ni siquiera calcetines. El pavimento era una superficie incómoda para mis pies, pero no me eché atrás y di cuidadosos pasos para llegar a Harry. Él se acercó a mí con unos pasos más firmes y rápidos que los míos, pero es que él llevaba calzado. En el momento que mis pies distaban medio metro de los de Harry, frenamos. Harry me miró los descalzos pies.

-¿Por qué vas descalza? -me preguntó lleno de curiosidad.

-No he tenido tiempo de ponerme los zapatos. -le dije tranquila.

-¿Qué te urge?

-Ahora que te he alcanzado, nada.

-Esto ha quedado cursi, Jamie.

-¿Lo siento? -solté una pequeña risa. Moví mis pies para evitar el dolor que me provocaba estar de pie en la acera. Se produjo un silencio incómodo entre ambos mientras nos mirábamos intensamente a los ojos, intentando reconectar.

Fue como si nuestras mentes se unieran en una sola, controlando los movimientos de ambos; sincronizándonos. En el momento que me dispuse a saltar a los brazos de Harry, él los abrió dándome la bienvenida a su reconfortante calidez. Me abrazó fuerte; yo le abracé fuerte. Nuestros cuerpos se unieron con tantas ganas y fuerzas que, incluso, sentí como mis pies se levantaban levemente del suelo dejándome libre del horrible pavimento. Escondí mi cara entre su cabello y su hombro.

-No me sueltes. -le dije.

-No lo haré.

-No te vayas. Quédate, esta noche, aunque sea. -hubo un silencio.

-De acuerdo. -me susurró. Me abrazó un poco más fuerte.

-¿Puedes llevarme hasta el apartamento en tus brazos? Me duelen los pies... -Harry soltó una carcajada.

-Ponte en mi espalda. -Harry me ayudó a colocarme en su espalda, sin tocar el suelo, y anduvo poco más de cincuenta metros. Me dejó delicadamente en el escalón de mi apartamento. Saqué la llave de mi bolsillo y abrí la puerta, dejando que Harry pasara primero para así poder cerrar la puerta con llave.

Subí las escaleras.

-Puedes ducharte, si quieres, mientras preparo algo de cenar. -le comenté a Harry -Hay ropa tuya en mi armario.

-Vale, voy a ducharme. -me informó. Asentí con la cabeza y me puse manos a la obra en la cocina.

Pelé y corté unas pocas patatas y las puse a hervir; también hice un poco de merluza al horno. No era una cena de restaurante ni muy apetecible para el asqueroso paladar de Harry, pero era lo que había.

-Escucha Jamie... -escuché que decía Harry desde alguna habitación.

-¿Ocurre algo? -le dije, saliendo de la cocina. Harry se asomó al salón con el albornoz puesto y con el cabello dejaba pequeños charcos de agua en el suelo que Sherlock lamía. Llevaba una pieza de ropa en su mano.

-¿Es esto mío? -me preguntó tendiéndome lo que parecía una camiseta.

-No sé, ¿es tuyo?

-No me suena, además, me va pequeño. -Harry no paraba de mirar la camiseta.

Le Quattro Stagioni #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora