Marcado

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-¡ Argh! - Quejó Dante, arrodillandose al sentir un dolor inenarrable en el pecho y que se extendió por cada vaso sanguíneo del cuerpo hasta que llegó al cerebro y paró de repente.

- ¿Señor? ¿Está usted bien? - Dice un chico, bastante alto, con acento inglés y acompañado de un hombre árabe.

- Creo que sí, solo se me bajo la presión. - Contestó, reconociénlos de inmediato al levantar la cabeza. - Ustedes... - Se levanta y los mira fijamente. -Siganme.

Aunque un poco dudosos, decidieron seguirlo sin preguntar. Al llegar a un callejón, se detuvieron y Dante les volvió a mirar.

- Espero que se acuerden de mí, como yo me he acordado de ustedes... ¿Mmm? ¿No?¿nada? Yusuf... Aldwin... Soy muy facil de reconocer. Le di una merecida paliza a Miguel.

- ¡¿ Pero cómo sabés quiénes somos?! - Preguntó Yusuf con la mano en el bolsillo, preparando su cuchillo para atacar.- ¿Nos conocemos de algo?

- Soy Dante. Espero que ahora se acuerden de mi.

- ¿Y cómo sabemos que no eres un impostor?

- Sencillo, pregunten algo que solo nosotros tres conozcamos.

-¿Que pasó el ocho de abril?- Preguntó Aldwin apuntándole con una gran pistola.- Si contestas mal o no contestas, te vuelo los putos sesos.

- Tras hacer una apuesta en un billar de la ciudad, Aldwin la pierde y al querer recuperar su dinero, vuelve a perder y le tuvo que dar a un beso fran...

- Eso te lo pudiste haber inventado.

-Pude, pero no, porque tras hacerlo, te peleaste con los que perdiste y te prohibieron la entrada en ese bar. Incluso no te atreviste a ver a Yusuf a la cara durante casi un mes.

Aldwin intentó callarlo con un puño pero Dante lo detiene y le mira fijamente a los ojos. Él sintió esa sensación de intimidación que solo le había hecho sentir Dante, algo parecido al miedo combinado con respeto.

-Jamás pensé que nos fuéramos a volver a ver. Miguel afirmó que habías muerto. Jeje. Casi me mata a mi y a Yusuf. Sabía que sabíamos que era un homunculo.

Pronto, sintieron una presencia casi irreconocible hasta que se les mostró enfrente. Era Slenderman, se traje estaba más adaptado para una pelea en comparación con el que usualmente usaba.

Dante, como los demás, quedó boquiabierto por esa forma de aparecerse. Se sabía que él prefería ocultar su presencia hasta que el ataque fuera factible, debido a que su presencia solía causar un efecto casi inmediato de terror, pánico o parecido.

- ¡Hola, chicos! - saluda con bastante energía y le explica la situación en la que se encontraban.

Dante se había dado cuenta que la vida que tenía ya no volvería a ser la misma, es más, sería peor. Un entrenamiento y estudios casí que obligado.

La marca de Cain tenía pequeñas manifestaciones cada cierto rato en forma de alucinaciones, dolores y pesadillas. Dante podía aguantar con un poco de alcohol y tabaco, algo poco útil ya que luego se volvia un poco peor.

Ya habían pasado un par de semanas y la marca ya no volvió a manifestarse. Dante acababa de llegar a su apartamento, dejó su maleta en la cama y se fue a la cocina a prepararse algo de comer.

Ya se encontraba comiendo cuando alguien tocó al timbre. Paró de comer, fue a la puerta, la entreabrió y miró. Era Jennifer, tenía un aspecto muy intimidante, sobretodo por la forma de mirar.

- ¿Me vas a abrir ya o sigo aquí fuera como una idiota esperando? - Dijo mirándole fijamente con rabia.

- Tranquila, ya te abro. - Contestó cerrando la puerta y quitando los pestillos de la puerta.- Bueno, ahora dime porqué...

- No me preguntes, que ni siquiera yo lo sé. Magna Mater me obligó a venir aquí. Ni siquiera sabía que vivías aquí.

- Supongo que tienes hambre... He hecho gachas. ¿Quieres?

- No, ya comí algo en el aeropuerto, pero gracias. Tú termina de comer. Yo miraré que puedo hacer.

- Usa la play o mira la televisión. Siéntete cómoda.

-Ok, gracias.

Dante se terminó su plato, lo lavó y sacó una caja de cerveza sin alcohol. Jennifer aprovecho y sacó una. Ambos estaban esperando a Magna Mater hasta que fueron las tres de la tarde.

Tocaron la puerta por fin. Dante abrió y vió a Magna Mater con Argenta traído como un gato, del cuello.




El sendero de la venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora