Una guerra santa

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Al día siguiente.

Dante le dió una aspirina a Támara,  era muy de madrugada y ella recién se había despertado, Dante, en cambio, paso la noche en vela. No por Támara, sino por un grave problema de insomnio que no le permitía dormir más de cinco horas, un problema que tenía desde el Boston 17.

-¿Cuanto he estado inconsciente? -Preguntó ella viendo a Dante cerrando una maleta.

-Unas dieciséis horas. Te estuve revisando el pulso cada hora o dos y te vomitaste dos veces,- decía mientras miraba por la ventana hacia el pequeño callejón sin salida de atrás del edificio.

-Perdón, todo es culpa de tu amiguita. Se nota que le gusta el boxeo... En fin,¿puedo ver televisión?

-Claro, cualquier cosa, llámeme.

Támara encendió la televisión y lo primero que vio eran las noticias de última hora, "La  mayor masacre ocurrida desde el 2050 en Londres.", ella se quedó en shock con la noticia siguiente :"Joven encontrado torturado y muerto en..." 

No pudo seguir viendo, por lo que cambió de canal. Ella tenía muchas de preguntar sobre esas noticias a Dante, pero algo en el fondo le decía que era mejor quedarse callada.

-¿Alguna vez te conté como perdí el brazo? -dijo Dante rompiendo el silencio incomodo.- Una vez tuve la desafortunada suerte de encontrarme un gigante por los condados. Por esa época estaba entrenando para combatir casi cualquier cosa, pero no estaba preparado para luchar con un gigante, pero él sí para luchar conmigo aun yo no quisiera. Mi maestro me estuvo buscando por horas hasta que me encontró al lado del cadáver del gigante, al parecer, utilice una habilidad con demasiado poder concentrado en el brazo y el usarla con él, todos los huesos de mi brazo se desintegraron quedando poca cosa mas que astillas, polvo y tuétano. Según el médico, que yo hubiera salido vivo de esa situación era, según sus palabras, una prueba de que Dios existía y de que no. Pero que perdería mi brazo igualmente.

Ella solo escuchó en silencio pensando en el porqué él le contaría algo como eso.

-¿Te puedo hacer una pregunta?- dijo ella.

-No veo porque no.

-¿Cómo se llamaban las dos chicas que trajiste a la fiesta de hace dos años en Ibiza?

-La rubia se llamaba Alexandra, pero todos le decimos Sasha y la de pelo negro se llamaba Crimea.

-¿Te gusta Crimea?

-¡No! ¿Cómo se te puede ocurrir tal barbaridad?

-Bueno, intuición femenina. O ella te gusta y no lo quieres decir, o tú le gustas a ella y ella no lo quiere decir o ambos se gustan y niegan su atracción.

-O puede que ninguno de los dos nos gustemos y solo sean imaginaciones tuyas.

-Bueno, puede ser...¿Y Sasha?

-¿Ella?

-Sí, ella.

-Es una relación muy complicada. No sé si me quiere colgar de las pelotas a un pino o me quiere romperme los diente.

-En resumen, te odia.

-Se podría decir... Alguien viene. Quédate atrás y no salgas hasta que yo te diga.

Dante saca su pistola y se pone en la puerta, la cual se abre y él apunta enfrente, hasta que se da cuenta que son Crimea y Sasha que, según parece, Magna Mater les dio las llaves del apartamento.

-Y hablando del rey de Roma. Chicas, estábamos hablando sobre a cuál de las dos se cogería.

- ¡Tamara! No seas tan...

-Gracias Tamara.- dijo Sasha desprendiendo un gran aura asesino.- A nosotras nos da gusto volver a verte tambien.

-Vamos, Sasha, tú sabes bien que para mí, ustedes son incogibles.

-¿Así que ahora somos feas?

-No, yo jamas he dicho eso.

- ¿Me estás llamando mentirosa?

-No, mejor nos calmamos que no hace falta poner histéricos.

-¿O sea que ahora soy una histérica? Ahora sí que te pienso cortar las pelotas.

-Mi queridisima Crimea, dudo que dejes que tu amigo de la infancia muera a manos de tu amiga. Eso es muy malo para la salud, sobretodo para la mia.

Crimea solo apoyó la mano en su hombro y ladeó la cabeza en forma de negación.

-Mira, Dante, hemos venido UNICAMENTE a llevarnos a Tamara y esas maletas que Magna Mater tiene que recoger pero, entérate que es UNICAMENTE por eso.

- ¿No será, Sasha, que extrañas al Señor Argenta, alias "El Alce"?

-¿ A ese flacucho feo bueno para nada?

- Demasiados insultos leves para tratar a una persona que apenas conoce. - dice Tamara mirandola con interes.

- Puede que tengas razón. -dijo Dante apoyando a Tamara.

-Crimea, dí algo para defenderme.

- La verdad es que si fueron demasiados insultos leves en una frase.

Todos en el salón se rieron de Sasha, despertando a Argenta y a Jennifer, que llegaron tan cansados que se durmieron con su ropa normal. Un vecino se acercó a la puerta abierta y paso pidiendo permiso.

-Emm... Vecino, lo que pasa es que esta mañana un señor me dijo que le diera este paquete que era urgente.

-Bueno, pues, muchisimas gracias. -dijo Dante recibiendo el paquete y despidiéndose del vecino.

Una pregunta invade el pensamiento de todos, el contenido del paquete, hasta que en ese silencio se escucha un tic tac de la caja, uno fuerte. Dante solo hace una seña apurada y todos intentan salir de la manera más apurada y ordenada posible del apartamento. Dante y Crimea fueron los últimos en salir para revisar que no se dejaban nada.

Tuvieron mala suerte, porque sonó un pitido estridente que advirtió a los dos de los que iba a pasar. Dante se apuró a agarrarla para salir de un salto por la ventana. El paquete exploto de manera exagerada  y él solo pudo poner su cuerpo para protegerla.

El sendero de la venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora