Capítulo tres

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Capítulo tres:

Con paso decidido caminó hasta la puerta principal del orfanato con las pequeñas ruedas de la maleta sonando a su espalda.

Nunca se había sentido tan madura y segura de si misma, por eso, levantó la barbilla e ignoró las miradas de aquellos chicos que alguna vez se rieron de ella.

—¡______!—gritarón su nombre cuando uno de sus pies tocó la hierba del patio delantero, donde podía divisar el taxi que esperaba por ella aparcado enfrente de la gran puerta abierta que se encontraba al final de el jardín donde se detuvo para mirar quien la llamaba. Era Madre Elena.

—¿Ocurre algo?—preguntó extrañada al verla tan desesperada en llegar a donde ella se encontraba.

—Necesito hablar contigo. Pero este no es el lugar—Miró desconfiada a su alrededor y en un rápido movimiento agarró del brazo a ______ guiándola hacía afuera de aquel edificio quedando enfrente del taxi—. Sube—ordenó con voz potente para acto seguido volver a mirar a su alrededor desconfiada.

La chica no protestó y se subió a la parte de atrás del coche, colocó la pequeña maleta encima de sus pantorrillas a la misma vez que la puerta de al lado se abría dejando ver a Madre Elena quien se sentó a su lado.

—Madre Elena,¿dónde vamos?—la dijo confundida. Nunca la había visto actuar tan desconfiada y tan protectora, ni siquiera cuando ella era la encargada de guiar a los niños del orfanato cada vez que salían a la calle.

—Ya lo veras—Cerró la puerta y sin mirarla dirigió sus ojos al retrovisor, donde el conductor las miraba esperando que ellas le hablaran—. Ya sabes a donde hay que ir, Frank.

—De acuerdo, Elena—Prendió el motor y arrancó el coche que caminaba por las carreteras dirigiéndose a un lugar que _______ desconocía.

La chica frunció el ceño confundida. No solo porque el conductor y Madre Elena se conocieran, ya que, ella misma contrato el taxi la noche anterior y Madre Elena no había estado presente en aquel momento, si no tambien por las miradas temerosas del taxista que la regalaba cada minuto por el retrovisor.

—Madre Elena, yo...

La interrumpieron.

—No me llames así, estamos fuera del orfanato, puedes llamarme Elena—La dulce voz que tanto caracterizaban a la monja desaparecieron en aquel momento,  sustituyéndola por una voz firme.

—Esta bien, Elena. Se supone que tendría que estar en camino hacía el motel donde me iba a hospedar, pero aqui estoy,de camino a un lugar que desconozco.

—Te lo contare cuando lleguemos.

______ resopló apoyando su cabeza en el cristal de la ventana mirando a traves de ella.

A los pocos minutos, el coche se detuvo enfrente del museo mitológico de New York.

______ frunció el ceño.

—¿El museo? ¿Tanto drama para llegar aquí?—Giró la cabeza para mirarla.

—Deja la maleta aquí—Salió del coche y unos segundos después la joven la imitó y camino hasta la monja—. Gracias por traernos, Frank—le dijo ella,mirándolo a traves de la ventana bajada de la puerta.

—No hay nada que agradecer, Elena—sonrió para después dirigir sus ojos a la chica que se encontraba delante de él—. Es un honor conocerla en persona, señorita ______.

—¿Cómo sabes mi nombre?

Él pareció pensar la respuesta.

—Elena me habló maravillas de tí.

—Frank—llamó su atención al decir su nombre—, ya sabes lo que tienes que hacer.

—No dude de mi en ningún,Elena.

—No lo hago, pero ya sabes lo que esta en juego en este momento.

El conductor miró durante un instante a ______ para después volver a mirar a Madre Elena y asentir.

—Os espero dentro de medía hora aqui.

—De acuerdo—contestó para luego agarrar el ante brazo de la chica y tirar de esta hasta la puerta del museo, al mismo tiempo que Frank arrancaba el motor y desaparecía por las carreteras de New York.

La leyenda del puente de los Dioses {H.S}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora