25.

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Lo único que podían hacer ahora era esperar. Esperar a que aquel hombre le trajera a Kurapika información valiosa de donde estaba el escondite del enemigo, la guarida.
Todos estaban reunidos en una habitación del dirigible. Todos excepto Killua. Nadie abría la boca. Por el rostro del joven Freecss no bajaban más que lágrimas sin consuelo. Lloraba por las cicatrices que tenía en el corazón y el ardor que sentía en el interior de su pecho.

- Killua? - Mizuki entró en la habitación en la que Killua se encontraba. Él no dijo ni una sola palabra cuando la vio entrar. Sentado al borde de la cama y clavando su mirada en el duro suelo, ni se inmutó.
- Killua, por favor .. - Mizuki tocó la cara de Killua con suavidad, y la alzó despacio. Entonces pudo ver sus ojos. Ojos no azules, si no negros. Negros como la noche, como el frío como la soledad, como la tristeza como el miedo. Como las lágrimas que un dolor excesivo congela dentro de tu pecho y no deja escapar. Lágrimas negras. Lágrimas encerradas en su corazón.
Estaba frío, frío y pálido.
- Mizuki...
Ella estaba aterrorizada. No de miedo, si no de dolor. Podía ver cuanto dolor sentía. Y no era un dolor humano. Era el dolor de un alma rota, un corazón completamente astillado, roto. Que corta a cada latido.
- Mizuki.. Estoy destrozado. Esa es la palabra. Completamente destrozado. No siento nada. Es como si hubieras sentido tanto dolor que todo tu cuerpo ya se ha vuelto insensible. Que parece que es lo mismo si pasa una mosca por tu oreja o un avión, que no encuentras la diferencia.
- Killua. Para ser feliz primero hay que sentirse la peor escoria de este mundo. Pero he de decirte algo. Tú eres cualquier cosa menos escoria. Que Kira muriera no fue tu culpa.
- Sabes? Estaba embarazada. Íbamos a tener un bebé. Iba a tener un bebé de la única mujer que he querido. Y me lo arrebataron todo.
Justo en el momento en el que el sol que alumbraba mi vida se iba a convertir en dos.

El desconsolado albino se introdujo entre las sábanas entre llantos y sollozos. Pequeñas lágrimas mudas bajaban desde sus ojos, gota a gota caían sobre la almohada.
Mizuki se acercó a la cama, y besó su frente.
Sabía que con lo emocionalmente cansado que estaba se quedaría dormido pronto. Miró por la ventana, como los últimos rayos de luz desaparecían en el horizonte para dar paso a la oscura y fría noche. Oscura y fría como su mirada. Sin brillo, como su sonrisa.
Ella quería que volviera a habitar esa luz en sus ojos de nuevo, como miles de estrellas que iluminan el cielo en una oscura noche, y no como miles de nubes negras que cubren todo el cielo. Esa luz que ahora ni siquiera Gon podía recuperarle.
Hablando de estrellas, aquella noche el cielo estaba estrellado.
De alguna forma que ella no podía comprender, el joven Zoldyck le recordaba a un cielo lleno centímetro a centímetro de estrellas, a su vez una más brillante que la anterior, y eso le recordaba a un cuento de su infancia.
Comenzó a cantarle, bajito. Mientras acariciaba su hermosa cabellera.
- Brilla estrella, brilla más ... Y sabré, donde estás. Hacia un mágico país, tú me guías.. Por el cielo.. Y cuando vas a dormir, y el día ya se va ... La estrella te iluminará.. Y siempre, brillará.. ♪ ♫
La última lágrima de Killua antes de quedarse dormido se deslizó por su mejilla mientras emitía un tenue destello.
Mizuki se levantó despacio, cerró la ventana, y aconchegó la puerta.

- Esta dormido. Por favor, no le despertéis.
Kurapika estaba tenso. Demasiado tenso.
Gon, en cambio solo sentía ira. No, ira no. Impotencia.
- Me siento tan.. Tan inútil! Killua no se merecía eso, y Kira menos. Kurapika, prometo que salvaré a Rin.
- Salvaremos. Salvaremos a Rin. Rin, por favor, aguanta.

(*)

- Ahora estarás ahí quieta. De nada vale que grites o solloces, nadie va a oirte.
Un hombre de manos gruesas y dedos rechonchos y sucios agarraron a Rin y la esposaron a una barra de metal.
Cuando el tipo se fue y cerró la puerta, ella intentó soltarse inútilmente. Estaba en una habitación pequeña. Estaba completamente oscuro y no se veía nada. El suelo era de madera, y en algunas esquinas había humedad y la madera se ablandaba, así que, por las circunstancias, lo más probable es que estuviera encadenada a
dos barrotes en un cobertizo.

- Mierda! No logro soltarme.
- Oh, necesitas ayuda, pequeña?
- Quien anda ahí?
Una pequeña lámpara se encendió en una esquina del cobertizo.
- Soy el hombre que te ayudará a pasar el rato, un buen rato, de echo.

chained to myself [ HxH ffic ]®™Donde viven las historias. Descúbrelo ahora