28.

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En la habitación 210-B del hospital, Kurapika se encontraba sosteniendo la mano de Rin. Las enfermeras le proporcionaron rápidamente suero y otras medicinas para tratar sus lesiones y contusiones graves.
Rin había caído en coma durante el trayecto al hospital debido al cansancio y múltiples contusiones en la zona craneal, aunque no suficientemente fuertes para matarla. «Es un milagro que se hallara consciente cuando usted la encontró.»
Aquellas fueron las últimas palabras que formuló el doctor antes de abandonar la sala.
Cuando llegaron Gon y Killua, Kurapika se había dormido a su lado, sosteniendo su mano.

Sostenía su mano días, noches enteras sin dormir.

Los días se convertían en semanas y él seguía sosteniendo su mano. Para cuando Rin ya no podía despertar nunca más, Kurapika nunca había dejado de sostenerla.

Incluso cuando dijeron que no saldría del coma, que moriría, continuó semanas sosteniendo su mano. Hasta que el hospital no se haría más cargo de una persona que no iba a despertar jamás.

(*)

Kurapika, en su habitación, no hacía otra cosa más que mirar por la ventana con la mirada perdida.

Mizuki entró despacio y continuó de pie, inmóvil, observándolo.
- Te acuerdas de lo que te había dicho de la amatista? - preguntó en un tono bajo, tenue.
- Aquel día en la universidad. Sí. - las palabras de Kurapika sonaban vacías.

Mizuki se acercó a la cajonera y rebuscó durante unos minutos hasta dar con el anillo de dientes de León y lo puso delante del joven Kurta.
Él apenas bajaba la vista. Tratando de no recordar. Tratando de no mirar hacia atrás, donde Rin y el se habían conocido.
- No tengas miedo. No quieres olvidarla. Así que está bien. No temas a recordar.
Después de decir aquello, sacó una piedrecita del bolsillo.
- Esto, es un trozo de amatista. - seguidamente, golpeó suavemente un objeto contra el otro y uno de ellos se astilló.
- Cómo..?
El anillo se rompía poco a poco, dejando escapar los dientes de león que tomaban rumbo hacia la ventana y se esparcían hacia el horizonte.
- Gon. Gon me dijo como debía romperlo.
En ese instante Kurapika recordó las palabras que alguna vez aquel pequeño le había dicho, antes de que sonara el teléfono en su habitación. Gon ahora estaba en Isla Ballena y Killua, bueno, aquel sucio enmascarado tenía algunos asuntos importantes que pagar con las autoridades y, como Killua no tenía suficiente dinero y él había sido responsable de la muerte del susodicho y ya no podría pagarles, el albino tendría que estar un tiempo en la cárcel.

Mizuki tomó la mejilla de Kurapika y la besó despacio. Luego, salió de la habitación para dejarle solo.
En aquel momento, y solo en aquel momento, en el silencio de la sala, recordó a su abuela, y a sus palabras. Y se dio cuenta de que ella no le había dicho una cosa.
- No me dijo que algún día, la mariposa, sería yo.
Había tanto fracaso en su rostro que su cabeza apenas se podía sostener con naturalidad. Abrió la cajonera y tomó un cigarrillo de un paquete de tabaco que le habían regalado la navidad pasada.
Nunca antes había fumado.

(*)

Ha pasado ya algún tiempo, pero en la cárcel, se vive o se muere de sufrimiento, de dolor, de recuerdos.
A Killua le faltaba poco para cumplir su condena.
- Los guardias se creen muy listos, pero, a media noche, Kira me despierta dulcemente con sus labios. Me trae buenos recuerdos, y me habla de que Rin está con ella. « Me querrás siempre, verdad? » dice mi pequeña. Y yo, le digo que sí.





Fin.

chained to myself [ HxH ffic ]®™Donde viven las historias. Descúbrelo ahora