Capítulo 7

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Capítulo 7

Para Micahel, resultó casi imposible concentrarse el resto del día. Su mente vagó por todas partes y se distraía la mayoría del tiempo. En ocasiones se descubría a sí mismo recordando una y otra vez la escena de la mañana rebobinándola como si fuera una película antigua. Aquello le resultaba una broma, un sueño nada más, pero por más que intentaba despertar dándose de cachetadas o pellizcándose la pierna, no abría los ojos.

—Esto no es un sueño— se dijo a sí mismo cuando ya tenía un hematoma bajo el pantalón de tanto retorcerse la piel con los dedos—. Debe ser una especie de broma— se convenció después de varios minutos, porque no encontró una explicación más cuerda. Si era una broma, no se elevaría creyendo que por fin, alguien gustaba de él y ese alguien resultaba ser el mismo que comenzaba a gustarle a él. Sería demasiado bueno ser verdad, por lo que definitivamente debía estar burlándose.

A la hora del almuerzo, se sentó solo a una mesa al final de la cafetería. No era el mejor lugar del mundo, pero al menos allí nadie se acercaría para molestarlo y podría comer su comida en paz. Miró su alimento sobre la vieja charola descolorida y tomó su aplastado sándwich casero de pollo. Lo desenvolvió y tomándolo por los lados, le dio el primer mordisco.

Jude volvió a sentarse en la barra para terminar su desayuno.

—¿A dónde fuiste?— le preguntó Gabriela algo confundida mientras llevó la cuchara con cereales a su boca.

—Con el vecino— contestó indiferente. Mientras tanto, en su mente ya se estaba formando un torbellino para armar el siguiente paso y poder conquistarlo. Estaba ansioso por volver a encontrarse con en mocoso. Aún tenía que preguntarle su nombre.

—¿Michael?— Santiago irrumpió en la cocina con un aspecto horrible. El resorte de los bóxer estaba tan flácido, que tenía que sostener la prenda por las orillas para caminar sin que se le callera. Iba descalzo y su cabello estaba más enredado en un nido de pájaros.

—¿Se llama Michael?— Jude sufrió una decepción al saber el nombre de su conquista. La única excusa que se le había ocurrido para volver a verlo, se había esfumado.

—Sí. Lo conocí ayer de una manera muy...peculiar— recordó el beso que le dio a causa de un juego estúpido que tuvo lugar frente a su casa mientras él regaba las plantas.

—¿Lo conociste ayer?— esta vez intervino Gabriela—, ¿Y cómo es que no me has contado nada?— reclamó dolida. Santiago le contaba todo a sus dos hermanos, pero como los dos habían llegado tarde a casa, no tuvo la oportunidad de topárselos.

—Te largaste a la calle, ¿Lo recuerdas?— levantó la ceja derecha y le sacó la lengua.

—Cuando llegué— lo empuja por el hombro.

—Yo ya estaba dormido.

—¿Cómo lo conociste?— quiso saber Jude curioso. Volvió a darle otra mordida a su emparedado y lo masticó con entusiasmo exagerado esperando la historia.

—Me besó— Jude casi se atraganta con el bocado, suerte que pudo alcanzar el vaso con jugo de naranja y darle un gran trago para evitar asfixiarse. Sus ojos lagrimearon y casi se salen de sus órbitas. No podía creer lo que acababa de escuchar. Su hermano y Michael. A lo que él sabía, Santiago era muy heterosexual y de ninguna manera podía tener algo con...se negó a pensarlo y desechó el pensamiento de su cabeza más rápido de lo que vino.

—¿¡QUÉ!?— dijo cuando por fin pudo inquirir palabra. Dio un puñetazo contra el pretil haciendo que se cimbrara y dos naranjas que estaban en el frutero rodaron al suelo saliéndose de su lugar.

—Me besó, fue todo parte de una estúpida apuesta que hizo con su hermana— se encogió de hombros indiferente. Ese beso le había ido y venido sin darle mayor importancia y se olvidó de él casi de inmediato como sucedió. Jude no tenía por qué preocuparse, pero todavía no lo sabía.

—¿Te gusta?— comenzó a sacarle información a su hermano menor para poder superarle en algún momento. Se sintió raro dos segundos después de haber hecho la pregunta. Competir con su hermano por un amorío era realmente extraño, pero lo haría si fuera necesario.

—A mí no me gusta nadie. Ya te lo dije, él me besó no yo a él. Se acercó a mí y me besó, eso fue todo. Es odioso— pasó la mano por su cabello ordenándolo un poco hacia atrás y tomó un galón de leche para verter un poco dentro de un vaso de vidrio. Iba a desayunar.

—Pero, ¿Qué paso?— insistió Jude, por lo que Santiago suspiró profundo. Esa historia comenzaba a cansarle. ¿No puedes disimular un poco? Pensó la víctima del ósculo y puso los ojos en blanco. Rodeó la barra y caminó directo al refrigerador para bajar una caja donde había galletas con chispas de chocolate. Sacó un paquete y después de abrirlo y llevarse una a la boca, le dio un trago al líquido blanco. Tragó.

—¡¿Qué pasó?!— volvió a preguntar Jude con impaciencia. Santiago regresó el camino entero en completo silencio hasta su antiguo lugar y después de haberse sentado, les contó a ambos la historia desde que escuchó a la chica hablar al otro lado de la acera hasta que lo que pasó después del beso y Santiago decidió meterse a la casa.

—¿Eso fue todo?— Gabriela estaba decepcionada, quizá más que el propio Jude al principio. Esperaba algo más intenso.

—Eso fue todo— confirmó Santiago asintiendo con la cabeza. Terminó de masticar su última galleta y terminó con la leche restante en su vaso. Colocó el utensilio de cristal en el lavaplatos y la envoltura de las golosinas en el cesto de basura.

—Pero no te gusta— Jude estaba bastante insistente con eso. No habría otra manera de callarlo más que diciéndole que no.

—Judie, si él me gustara, creo que ya le hubiera quitado la virginidad. No me gusta— le recalcó las últimas tres palabras y subió las escaleras a su cuarto para vestirse e irse a la escuela.

Jude sonrió. Al menos ya tenía algo de información, su nombre era Michael y, SÍ era gay.



Michael y JudeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora