Capítulo 16

6 0 0
                                    

Capítulo 16

Jude se despertó tarde la mañana siguiente, pues había dedica al menos dos horas en repasar esos dos primeros besos que le había dado a Michael. Las ojeras se formaban alrededor de sus ojos haciéndolo parecer un mapache. Cuando la alarma sonó por enésima vez y abrió los ojos para percatarse de que eran las siete de la mañana, corrió fuera de la cama a enjuagarse el rostro y lavarse la boca. Se había saltado su hora de ejercicio y ya no tenía tiempo para desayunar, así que se puso los primero pantalones que se le atravesaron y la primera playera que encontró en el desorden de su closet.

Bajó las escaleras casi corriendo mientras echaba en su maleta las cosas necesarias para entrenar junto con su equipo, pues estaba dispuesto a demostrarles que a pesar de ser gay, también podía ser un buen jugador. Los problemas sólo se habían incrementado desde el primer momento en que se presentó, ahora jugar con ellos era la última herramienta que le quedaba. Puso el último pie en el piso y salió caminando con paso aprisa al garaje mientras buscaba las llaves de su lujoso auto.

—Buenos días— escuchó Jude a sus espaldas. Frunció el ceño y volteó. Era Michael, estaba sentado en una mesa donde había varias cosas esparcidas por aquí y por allá. Llevaba unos shorts de mezclilla negros hasta las rodillas, una playera de tirantes y un suéter verde con líneas blancas. Se veía muy fresco y feliz. Sonreía de oreja a oreja. Jude no podía entender la forma en que Mike había llegado a colarse en su casa. Aún peor, en su cochera.

—¿Necesito llamar a la policía?— preguntó intrigado y terminó de presionar el botón negro para quitar la alarma al vehículo.

—No, necesitas poner atención al lugar donde dejas las llaves de tu casa— se las lanzó a la cara y Jude las atrapó casi de inmediato. Era un instinto que a lo largo de los años había desarrollado por su profesión, ahora atrapar cosas en el aire era casi parte de él, una función vital extra.

—¡Santo cielo! ¡Qué bueno que no eres ningún cleptómano!— bromeó Jude sonriendo de lado. Metió sus llaves en su pantalón, volvería a perderlas entre tantas bolsitas, pero eso era lo último que le importaba en ese momento. De pronto, hasta llegar tarde había pasado a segundo término.

—¿No piensas saludarme? ¿A caso no tienes modales?— Michael se bajó de la mesa de un solo salto y levantó la ceja derecha—. Voy a intentarlo otra vez— se aclaró la garganta—. Buenos días— el sentido del humor tan irónico y desquiciado que Mike presentaba esa mañana hizo reír mucho a Jude y negó con la cabeza.

—Buenos días, pequeño Mike— Michael sonrió satisfecho de su acto. Había obligado al hombre que temía a decirle buenos días. Era un gran avance, pues comenzaba a acostumbrarse a la presencia de Jude Rickman.

—Es la primera vez que te veo salir a estar horas. ¿A dónde vas?

—Al trabajo, al estadio de Los Ángeles— se encogió de hombros y abrió la puerta del copiloto para meter su maleta, pero antes de que lograra cerrarla, Michael ya estaba atravesado intentando sentarse en el asiento.

—¿Qué haces en el estadio de Los Ángeles?— preguntó curioso y pasó la mochila de Jude a la parte trasera. Pequeño entrometido, me gustabas más cuando eras tímido. Pensó divertido el grandulón para sus adentros. Volvió a sonreír.

—Soy coach del equipo de futbol. ¿Te llevo a algún lado?— arrugó la frente algo impresionado por el atrevimiento del pequeño.

—¿Puedo besarte?— contestó Michael y su rostro se puso rojo de vergüenza. No era una pregunta que hubiese planeado. Esa mañana, Mike se había levantado de muy buen humor, tomó una ducha tibia, se esmeró vistiéndose y luego bajó las escaleras con una gran sonrisa en la cara para desayunar en familia. Eran huevos revueltos con jamón y pan tostado, no era su platillo favorito, pero nada podía arruinar su entusiasmo. Mike había decidido en el momento en que puso ambos pies sobre el suelo que, iría a la casa de Jude y lo besaría, pero cuando llegó a la puerta de su casa, no pudo tocar, por lo que se coló en la cochera a esperarlo. Ahora estaba allí, preguntando algo estúpido. ¿Quién pregunta esa clase de cosas? ¿No pude haberlo besado simplemente? ¡Qué pendejo eres, Michael!

Jude levantó ambas cejas más impresionado que de costumbre. Sonrió de lado confundido pero divertido. Abrió la boca para decir algo, pero las palabras no salieron de su garganta, la cerró de nuevo y tragó saliva. Sentía un nudo en la garganta y desconocía por qué. Se mordió los labios tan fuerte que se dejó marcado los dientes. Volvió a abrir la boca.

—Si lo haces sin preguntar, no vas a recibir una bofetada, Mike— Michael se río y se puso en pie con nerviosismo. Se limpió el sudor de las palmas de las manos en su pantalón y pasó sus brazos por el cuello de Jude, ayudándose de puntitas para alcanzarlo, posó sus labios sobre los de él. Cerró los ojos. El beso se fue incrementando junto con sus corazones hasta que ambos necesitaron apartarse para respirar.

—Llévame a la escuela. Se me hizo tarde por esperarte— su rostro seguía rojo, pero lo ignoró por completo.

—Claro— retrocedió dos pasos hacia atrás para dejar al pequeño meterse al auto.

—¿Has tenido novio antes?— preguntó Mike luego de un largo rato en silencio. Sólo podía escuchar la voz femenina y robotizada del GPS que los guiaba a su escuela.

—¿Novio?, Mmmm...no lo sé. He tenido aventuras, relaciones, free. Pero no sé si he tenido novio en todo el esplendor de la palabra— contestó recordando todos los hombres que habían pasado por las camas de los hoteles, los cines y bares a los que solía asistir para ligar.

—O sea que jamás has tenido una relación formal.

—Supongo que no...lo intenté una vez, pero no funcionó muy bien, al menos para mí.

—¿Y ahora crees que puedes tener algo serio conmigo?— volteó a verlo fijamente. Quería averiguar qué tan seguro era estar con él. ¿Por qué habrá dicho que él no era un buen hombre?

—Sigues creyendo que voy a jugar contigo, ¿cierto?— se detuvo en un rojo y aprovechó para poder rascarse la nuca. Negó con la cabeza. No tenía ninguna excusa ni argumento para decirle que no iba a jugar con él después de haberle dicho que nunca había tenido algo serio con alguien.

—Claro que lo pienso. Eres el típico hombre mujeriego que se acuesta con quien sea, sólo que tú lo haces con hombres. ¿Qué crees que me hace pensar eso acerca de lo que sea que quieras hacer conmigo?— era un punto tan bueno que, Jude no pudo decir nada más que suspirar.

—Serás mi primera vez, entonces— dijo y arrancó.




Michael y JudeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora