Capítulo 18

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Capítulo 18

—¿Qué pasa?— preguntó Jude extrañado de la reacción de Michael. Apagó el auto porque el constante ronroneo del motor le molestaba los oídos y el asiento no dejaba de vibrar.
—No, no pasa nada— agachó la cabeza intentando buscar una excusa que lo salvara de una bochornosa escena violenta. Mientras jugaba con sus dedos fantaseó con que Jude saliera del auto y ahuyentara a sus acosadores, pero no sabía si eso empeoraría más las cosas. Quizá sí, por eso no debía dejar que él supiera quiénes eran esos dos muchachos. Ya era demasiado tarde para decirle que lo dejara en la esquina, se había perdido tanto en la conversación que olvidó pedirle eso. Correr no serviría de nada, lo sabía perfectamente, miles de veces lo había intentado y en todas ellas fracasó por no ser tan rápido como debía. Ir en autobús tampoco ayudaba, eso sólo doblaba la tortura. Lo único que le quedaba era ser valiente y dejar que las cosas fluyeran como sea. A fin de cuentas, si Jude se bajaba a defenderlo, en cualquier otra hora del día recibiría otra paliza.
—Mmm... no te creo. ¿Quiénes son ellos?— apuntó con la barbilla a los dos chicos con la boca abierta que todavía no se iban. La mayoría de la gente ya empezaba a daseparecer, porque la campana estaba sonando muy fuerte, pero Bart y Marco seguían parados sin intenciones de ir a clases. Sabían que Michael no llegaba aún. El más alto de cabello rubio y ojos grises se acomodó la mochila al hombro y el otro la dejó en el suelo luego de echar un escupitajo sin el menor remordimiento. Jude pudo ver la saliva volando en el aire hasta aplastarse contra la acera que dejó el cemento húmedo, frunció el ceño ante tremenda asquerosidad.
—Son mis amigos— mintió Michael, pero Jude supo de inmediato que no lo eran y sonrió irónicamente.
—Sal del auto— ordenó de la manera más amable que pudo y despegó las llaves del swtich. Abrió la puerta pero sintió un jalón por la playera.
—¡No! Si saben que soy tu novio me va a ir peor, por favor— lo miró con ojos de súplica y esperó a que Jude cerrara la puerta, pero no lo hizo. En cambio, sólo se detuvo un momento impresionado por lo que Michael acababa de decir.
—¿Soy tu novio?— el más pequeño enrojeció de nuevo. Volteó el rostro para evitar la vergüenza y suspiró profundo. No supo qué contestar, así que guardó silencio. Lo único que se le ocurrió para salir de esa situación fue salir corriendo nuevamente. Y como ya comenzaba a hacérsele costumbre, dejó la puerta abierta. Esta vez no se despidió o dijo algo antes de salir.
Tenía en la garganta un nudo que no se deshacía ni siquiera tragando saliva. Le importó poco que Bart y Marco estuvieran asechándolo. Puso un pie fuera e impulsándose con el otro comenzó a correr hacia el interior del edificio, empujando a los brabucones por los hombros se abrió camino. Subió las escaleras y mientras avanzaba, desvió su destino hacia el baño en lugar de ir directo al salón de Química. Se encerró en uno de los cubículos y subió los pies a la taza del retrete. Intentó respirar con regularidad, pero la agitación de correr y el bochorno todavía le hervían la sangre y hacían que sus pulmones se distendieran tanto que le ardían con cada bocanada de aire que tomaba para evitar desmayarse.
Michael perdió la primera hora de clase. Se dedicó a reprocharse durante cincuenta minutos las estúpidas palabras que había dicho sin siquiera pensarlo. Lo había hecho, ya no tenía remedio, pero no sabía si sería capaz de volver a ver a Jude a la cara después de casi habérsele declarado. ¿Y si él no quería ser su novio? Era cierto que quería que Mike fuera su primera vez, una relación formal con flores y chocolates, pero tal vez deseaba que las cosas fueran más lentas. Aún faltaban tantas cosas por conocer de ambos. En ese momento no se le ocurría ninguna, simplemente quería poder regresar el tiempo para poder evitar decir eso y no estar hundido en un mar de lágrimas. Sabía que llorar por algo tan estúpido era todavía más vergonzoso, pero no encontró otra manera de expresar su error.
Sin más remedio salió del baño y se enjuagó la cara con agua y jabón para despabilarse un poco. Sus ojos estaban hinchados y su rostro se veía horrible. No quería tener que pasearse entre los pasillos con ese rostro, así que tomó sus cosas con nada de ánimos y caminó fuera de la institución. Regresaría a su casa con la cabeza gacha y dando los pasos más cortos que sus piernas le permitieran. Suspiró una primera vez y desde entonces no dejó de hacerlo.
Para la suerte que se cargaba ese día, se le hizo casi un milagro poder salir intacto de la escuela sin que la pareja de grandulones lo encontraran para cobrarse el tremendo empujón de la mañana. No es que las cosas mejoraran mucho con eso, en realidad, justo en esos momentos deseaba sentir cualquier otra cosa para reemplazar el gran remordimiento que rondaba por su cabeza.
En el camino, se encontró con una pequeña piedra que pateó sin parar durante un largo tiempo por toda la calle hasta que se cayó a una alcantarilla y ya no la puso sentar. Se sopló un mechón que le caía por la frente y se tentó los bolsillos para ver si encontraba un par de dólares y poder comprarse algo, pero estaban vacíos. Las doce de la tarde habían dado cinco minutos atrás y el sol le quemaba la espalda a Michael. Quería poder tomar un refresco helado o comer un helado de limón, aunque sabía que no podría hacerlo. Ya no tenía ganas de caminar, hacía mucho calor y su casa estaba a unas cuantas cuadras de distancia. Podía ir con facilidad y acostarse bajo el aire acondicionado para aliviar su bochorno, pero no tenía ganas de darle explicaciones a su madre de por qué estaba de regreso de la escuela tan temprano, por lo mejor fue al jardín y se acostó bajo la gratificante sombra de un gran árbol. Sacó de su mochila su libro favorito y lo comenzó por enésima vez ese año. Las primeras hojas fueron interesantes y logró olvidarse del suceso con Jude casi por completo, pero luego avanzó más y el conflicto amoroso de toda novela dramática inició, por lo que decidió dejar la dichosa lectura y se puso panza abajo para arrancar pedazos de pasto y llevárselos a la boca. Cerró los ojos por un momento. Las imágenes vinieron solas a su cabeza.

Michael y JudeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora