Capítulo 21

10 0 0
                                    


Las manecillas del reloj dieron las seis en punto y el auto del atractivo vecino, se estacionó frente a su casa. Usualmente el Camaro negro no llegaba hasta como las ocho de la noche, por lo que era raro verlo allí tan temprano. Michael frunció el ceño y siguió "regando" o más bien, haciendo un charco de lodo y de pasto en su pequeño jardín frontal. Veía embobado a Jude, quien salió del carro empapado en sudor, jadeando y cargando su maleta en un solo hombro. Cerró el auto y dejó las llaves colgando de la cerradura sin darse cuenta. Mike esperó a que los ojos acusadores del grandulón se posaran sobre él antes de azotar la puerta de su casa, pero eso no sucedió.

Mientras tanto, el charco siguió creciendo y creciendo sin detenerse. El chorro de la manguera hacía un ruido que Michael sólo percibió al fondo de todo eso, pero era un estímulo sin importancia en ese momento, su mente estaba elaborando algún tonto discurso de disculpas. Esa vez, sí se atrevería. La culpa no lo dejaba dormir, era algo estúpido, mucho, pero qué podía hacerle si la mente humana era así, tonta por fuera e idiota por dentro.

Las llaves, se convirtieron en la excusa perfecta para hablarle sin tener que dar la cara luego, luego. Quizá no podría hablar con él en su habitación, un lugar seguro y libre de cizaña que pudiera estar al pendiente de sus diálogos, pero al menos era un comienzo. Daría el primer paso.

Suspiró profundo y dio un paso hacia adelante para ir a cerrar la llave de la manguera, pero su zapato y pierna se hundieron en un pequeño lago frío que le llenó de fango. Cuando la suela hizo contacto con el agua, se escuchó un splash caótico que olía a "miserable caca patética" y lo siguiente que salió de la boca de Michael fueron un montón de maldiciones que no pudo evitar gritar. Sacó su pierna empapada y sucia y la sacudió con fuerza fuera del desastre que su distracción había causado. Maldijo un par de veces más y rodeo el charco para cerrar la llave. Apretó los labios mientras se decidía si ir a cambiarse primero o arriesgarse a parecer un completo idiota.

"No me voy a meter, después de todo. Además, no tengo mucho tiempo, quizá se vuelva a ir" Pensó para sus adentros y se acercó al auto con paso apretado, mirando para todas partes, como ladrón principiante y dando brinquitos ridículos para intentar sacudir lo que quedaba del agua y del lodo en la pierna del pantalón y en el zapato que ahora era café en lugar de ser blanco, como el otro par. Sacó las llaves de un jalón apresurado y caminó rápido hasta la puerta. Tocó el timbre repetidas veces. Estaba nervioso, las ansias parecían meterse en sus venas y miles de gritos internos le decían que saliera corriendo de esa escena, que sólo se vería como estúpido frente a ese hombre que seguro terminaría rechazándolo. Ignoró sus remordimientos y todas esas corazonadas y se plantó frente a esa puerta negra de caoba. Volvió a tocar el timbre tres veces, hasta que escuchó el click del seguro al otro lado de la casa. Se mordió los labios y en lugar de soltar su discurso, se lanzó al cuello del hombre que le había abierto la puerta, levantó el rostro y colocó sus labios sobre los del otro. Pero sintió algo extraño, algo era diferente, no le respondía el gesto, no lo culpaba porque era una sorpresa, pero, además de eso, no sabía cómo explicarlo, sólo sabía que era diferente.

Alejó su rostro poco a poco sin abrir los ojos.

—Lo siento, no quería dejarte plantado— olvidó por completo las llaves que colgaban de su dedo índice y se aventuró a ir directo al punto—. Me quedé dormido y por eso no pude llegar temprano a nuestra cita, es que...tuve un mal día y...sé que no se justifica, pero...yo de verdad...no quería que te enojaras— cortaba sus frases, ni siquiera podía terminarlas, los pensamientos eran demasiados y se cruzaban todas las ideas. Iban de allí para acá confundiéndolo más y más.

Michael y JudeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora