Capítulo 19

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Capítulo 19

Apenas se metió Jude a su casa, comenzó a aventar todo a su paso. No entendía la ira que lo inundaba. Era extraño en él sentirse tan enojado sólo porque lo dejaron plantado. Ese niño no significaba nada. Sólo había sido una aventura que terminó mal. Un intento fallido. No tenía nada que él quisiera o no pudiera conseguir en otro lado. Pero aun así, continuó haciendo su berrinche. Caminó escaleras arriba y se dio un baño para quitarse el sudor, el cual duró al menos dos horas. Pensó que el agua fría podría calmarlo, pero no fue así. Sólo logró enfurecerse más por estar enojado con algo que no valía la pena. Así que desistió y dejó la ducha de una vez por todas.
—Estúpido muchacho inmaduro— murmuró para sí mismo y aventó la toalla sobre la cama.

Michael por otro lado, la pasó muy mal con su familia mientras cenaban juntos. Lo regañaron de nuevo y fue castigo por segunda ocasión en una semana. Cuando terminó de cenar, le tocó lavar los platos y después subió las escaleras hacia su cuarto muy desanimado. Casi arrastraba los pies y ni se molestó en mirar por dónde iba. Suspiraba cada dos escalones y pasaba su mano por el barandal. Le dolía el pecho horriblemente. Lo único que quería en esos momentos era acostarse y no despertar hasta que Jude se hubiera mudado, pero sabía que como eso no pasaría pronto, sólo evitaría mirarlo por la calle. Lo que quizá no sería muy difícil porque tenían horarios completamente diferentes. Aunque nada de eso ayudaba mucho. Seguía sintiéndose como un pedazo de caca.
Después de ponerse la pijama estaba dispuesto a irse directo a la cama, pero un par de toc's toc's en la puerta de su habitación lo interrumpieron. Echó aire por su boca haciendo que su flequillo se levantara algunos centímetros y se encorvó como gorila cansado. Puso los ojos en blanco y le dio la cara a la puerta dejándose caer sobre la cama.

—¿Quién es?— dijo con un tono fastidiado. Sólo esperaba que quien lo llamara no fuera su madre para darle otro sermón. Ya era demasiado tarde como para intervenir, su padre ya lo había regañado esa noche como para que ella viniera a tratar de defenderlo fuera del ring.
—Soy yo, Alice. ¿Puedo pasar?— era su hermana. Quizá sólo quería platicar, quizá no. No sabía, tampoco le interesaba y no estaba de humor para repasar todo el drama que Alice había vivido en su escuela, pero a lo mejor sólo quería darle ánimos. De cualquier forma, no tenía ganas de nada. Ni de platicar, ni de un abrazo, ni siquiera de un vaso de leche fría achocolatada, lo que siempre lo calmaba en las peores tempestades.

—Como quieras— bufó y se acostó en la cama.

—Hola— Alice asomó la cabeza y le dedicó una sincera sonrisa a su hermano. Luego terminó de pasar y mientras caminaba directo hacia él, el suelo rechinó con fuerza.

—Hola— saludó Michael y le devolvió la sonrisa, pero la suya fue más parecida a una mueca deforme.

—Parece que no te fue bien hoy. ¿Quieres contarme qué pasó?— negó con la cabeza y le dio la espalda.

—Buenas noches, Alice— el pequeño Mike se encogió sobre su propio lugar y se tapó hasta la cabeza.
—Vamos, hermanito...hablar no te vendrá mal— le acarició la espalda y esperó a que su hermano menor cediera, pero el silencio se prolongó tanto, que tuvo que rendirse e irse a dormir también.

Bajo la cobija, las lágrimas de Michael escurrían por sus mejillas y aterrizaban sobre el colchón. Quizá Jude había podido ser su amigo y desperdició la oportunidad. Ya lo había pensado muchas veces en pocas horas, pero no se hacía la idea ni sabía cómo tomar el valor necesario para encararlo y rogarle que lo disculpara. Se rio de sí mismo. ¿Tan desesperado estaba que debía rogarle a un completo desconocido? Se encogió de hombros y lloró en silencio durante los siguientes treinta minutos. Después, su cuerpo colapsó de nuevo y se quedó dormido.

Michael y JudeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora