Capítulo 22

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Cuando Mike estuvo duchado y en pijama, fue a recostarse sobre su cama para recordar la última hora que había vivido ese día. Su mano tocó sus labios y sonrió como estúpido. No esperaba ese beso, pero lo quería, estaba seguro de que la próxima vez que deseara algo, iría por ello. Al final, la satisfacción de tenerlo era mejor que quedarse sentado con los brazos cruzados anhelando poseer el coraje de luchar por eso.

Como fuera, ya no se sentía como un chico cobarde que merece esa clase de trato marginal. Ahora creía que si había podido enfrentarse al chico que le gustaba, podía hacerlo con cualquier cosa. El miedo poco a poco fue desapareciendo de su pecho dejándole una sensación de vacío y ligereza. Esa clase de vacío que te alivia el alma, esa clase de ligereza que te hace flotar pegado a la tierra. No importaba qué, Mike sabía que algo mejor venía para él, para los dos.

Michael tomó su celular y se puso boca abajo. Puso música y se colocó los audífonos. No solía escuchar esa clase de canciones pegajosas que hacía alusión al amor, pero por esa única vez, decidió poner una. Acomodó su cabeza en su almohada y mientras las escuchaba, se quedó profundamente dormido con una sonrisa en el rostro.

Por otro lado, Jude azotó su cabeza sobre su almohada varias veces segundos después de que Mike saliera huyendo. No estaba seguro de qué había hecho mal. Era exactamente eso lo que no quería, asustarlo. Las cosas iban saliendo a la perfección, pero su lujuria se le subió a la cabeza. Suspiró tres veces seguidas para calmar su coraje consigo mismo. Esperaría hasta el día siguiente para enmendar su error. No estaba muy seguro de lo que le iría a decir, pero intentó tranquilizar su mente y su cuerpo para poder descansar.

Así que se volteó boca abajo y miró a la ventana que daba a la calle. El cielo estaba muy nublado, no había ni una sola estrella en él, ni siquiera se podía ver la luna. Sólo el tétrico sonido de las ramas de los árboles podía escucharse, chocaban unas con otras, haciendo que las hojas cayeran al suelo. El cielo se iluminó repentinamente a causa de un relámpago que terminó convirtiéndose en un fuerte trueno que cimbró el suelo y seguido de eso, las nubes en lo alto se removieron en un violento torbellino de aires cruzados. Poco a poco, las gotas de lluvia fueron reventando contra el pavimento hasta convertirse en una fuerte tormenta que tranquilizó el tumultuoso pecho de Jude. Fue de esa única manera— oyendo la llovizna—, que pudo conciliar el sueño por el resto de la noche.

A la mañana siguiente, ambos se despertaron exactamente a la misma hora. El clima estaba fresco y hacía bastante frío y viento. A pesar de la larga tormenta que se había desenvuelto en la noche, los pajarillos iban y venían por todos lados buscando gusanillos en los jardines de las casas. Las banquetas estaban empapadas y los árboles cubiertos de gotas que todavía no caían al suelo. El pavimento se veía resbaloso y peligroso, pero nada de eso les importó. Para los dos, el día no podía ser más hermoso. Así que se encaminaron a una ducha tibia que calmara su helado cuerpo.

Jude colocó música en su habitación y se puso a cantar "I don't wanna miss a thing" por toda ella, mientras arreglaba las cosas que se iba a poner. Después, cuando descubrió que aún faltaban varias horas para ir a trabajar, decidió que también era un buen día para no ir a correr, y en lugar de eso, tomó su maleta, agarró varios billetes de su alcancía y los colocó en su cartera. Por último, antes de bajar las escaleras, fue a mirarse al espejo de su closet. Llevaba unos jeans rotos por las rodillas algo deslavados, una camisa azul de mezclilla y una gabardina negra que cubría su cuello y llegaba hasta sus rodillas. Tomó una bufanda que hacía juego con sus Convers azules y se la colocó alrededor del cuello hasta que las hebras quedaron colgando por su pecho. Luego, se dispuso a salir de casa con una enorme sonrisa en la cara. No creía que haberse "reconciliado", por llamarlo de alguna manera, con Michael fuera para tanto, pero la felicidad le inundaba su estado de ánimo. Gran parte se debía al hecho de que, ya no tenía ganas de ahorcar a cualquiera que se le atravesara, ahora hasta iba por allí dando los buenos días de beso y abrazo a sus hermanos, que estaban en la cocina desayunando huevos revueltos y hot cakes.

Michael y JudeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora