Capítulo 14

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Capítulo 14

Michael abrió los ojos como platos sin saber cómo reaccionar o qué decir. Si sus padres lo descubrían estaría metido en otro medio millón de líos y ya tenía demasiados problemas como para dejar que alguien le encontrara en esa situación tan comprometedora.

—¿Qué haces aquí?— tragó saliva con dificultad. Su boca estaba seca y sentía que su corazón llegaría a salirse en cualquier momento. Su cabeza daba vueltas tratando de organizar la información, pero entre más se esforzaba por entenderlo, más confundido se sentía. Jude, por otra parte, seguía sentado comiendo su botana serenamente sin alterarse ni un poco. Quería hablar seriamente con Michael.

—Vine a hablar contigo, pero como vi las luces apagadas creí que sería mejor entrar a tu habitación— explicó e hizo bolita la bolsa de cacahuates para aventarla al cesto de basura junto al escritorio de Mike.

—Vete, mis padres están dormidos y ya estoy en muchos...— Michael cerró la boca cuando Jude se puso en pie. La penumbra iluminó su rostro. Estaba un poco mojado.

—No tardaré mucho. Sólo necesito arreglar unas cosas contigo— se acercó tanto al pequeño que lo hizo ponerse más nervioso. Ahora sentía que si se movía, cualquier ruido que emitiera, se escucharía en toda la cuadra.

—Yo no tengo nada que arreglar contigo— se animó a decir con mucho trabajo. En realidad, quería pedirle perdón por haberlo abandonado, pero no le salían las palabras. Tuvo que tomar una silla para sentarse.

—¿Nada? Michael no entiendo lo que está pasando. Sé lo que escuché y no me vas a venir con que el que se equivocó fui yo. Tú querías que te besara y a juzgar por tu actitud, todavía quieres que lo haga— Jude ya comenzaba a enojarse. Principalmente porque Michael le estaba mintiendo.

—Yo...— suspiró resignado y colocó sus manos sobre sus rodillas. Se puso en pie para ir a su armario y tomar algo de ropa. Sacó un par de pants y una camisa sin mangas—. En un momento regreso, me voy a vestir— se metió al baño y cerró la puerta tras él. Las manos y piernas le temblaban, pero al menos ya tenía un momento a solas para pensar en la excusa perfecta que le iba a poner a Jude. Lo malo es que, todas las que se le ocurrían eran malas. Tal vez si le decía la verdad no debía enfrentarse a un montón de problemas que se irían enredando hasta convertirse en una enorme bola que terminaría aplastándolo. Michael terminó de colocarse la última prenda pero no salió del baño. Se sentó sobre el váter y dedicó otros cinco minutos a pensar.

—Esto es una locura... ¿Por qué vino hasta aquí? Si mis padres se enteran de que tengo a un chico en mi cuarto me van a hacer añicos. Ya tengo demasiados problemas. Debería salir allí afuera y decirle que se vaya— pensó en esa posibilidad unos segundos más hasta que se dio cuenta de que ya había intentado eso y no funcionó. Jude no se iría hasta recibir una adecuada explicación de lo que pasó en su auto. Se puso en pie de nuevo y luego de enjuagarse la cara con agua fría, salió a dar la cara con la vaga esperanza de que se hubiese marchado. Pero no fue así.

Jude seguía esperando paciente sentado sobre la cama. Esta vez tenía los brazos cruzados sobre el pecho, la pierna reposando sobre la otra y no dejaba de mirar la puerta del baño. Sus ojos se posaron de inmediato en las negras pupilas de Michael.

—¿Y bien?— fueron sus primera palabras, y esas fueron suficientes para poner más nervioso a Mike, quien comenzó a jugar con la punta de sus pies y remolinaba con el dedo índice, un pequeño hilo que sobresalía de su camisa. Agachó la cabeza para no sentirse tan presionado. Tragó saliva una vez más.

Michael y JudeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora