CAPITULO 25
"Creo que te amo"
— ¡Chicas! —gritamos Louis y yo desde las gradas — ¡Ya llevamos media hora esperando!
— ¡Ya vamoooos! —gritó Eli de regreso.
Pasaron otros quince minutos. Louis y yo mirábamos un programa sobre amas de casa golpeadas por sus maridos, o algo así.
Escuchamos sus tacones avecindarse a nuestro paradero, y nos vimos urgidos por ponernos de pie.
— ¿Qué tal? —preguntó ________ mostrando su vestimenta.
Tanto mi amigo como yo estábamos idiotas ante su imagen. Se veían perfectas –claro, _______ más, pero shhh –, y eran nuestras.
— ¿Nos vamos señoritas? —pregunté luego de darle un beso en la mejía a mi esposa.
Ambas se tomaron de nuestros brazos y caminamos hasta el auto.
—Hueles muy bien —dijo ella a mi lado.
Me besó la oreja y yo sonreí.
________ tomó las llaves y condujo hasta el restaurante.(...)
— ¿Qué van a pedir? —pregunté.
El camarero apuntaba las órdenes, mientras yo juntaba las fuerzas para lo que se aproximaba.
Me avergonzaría en público, por ella.Observaba detenidamente la orilla de la mesa, en donde se posaba la mano de mi esposa, con el anillo puesto.
Las copas sudadas por el vino. La pareja de prometidos que jugaban con las fresas cubiertas de chocolate, y un juego de cubiertos que bailaban colgados en la pared de la cocina.
De pronto estaba un poco mareado, y traté de convencerme que eran solamente los nervios.
Veía las cosas detalladamente. Cosas que no hubiese visto de no estar enfermo. Tal vez.
—________ —llamé.
— ¿Si? —susurró, para mantener en secreto la conversación.
—No me siento bien...
— ¿Te duele la cabeza?
—No. Estoy mareado, y tengo fiebre...
—Son efectos del tratamiento —dijo con la voz algo quebrada —, ¿Hace cuánto estás así?
—Desde que empecé a tomarlo. Pero hoy me siento peor...
—Mañana iremos al doctor. Acuéstate en mi hombro, y duerme si quieres —removió los cabellos que caían en mi frente y me sonrió con los ojos brillosos.
—No llores. No voy a morir —besé su frente y ella suspiró.
—Tu no entiendes Harry —secó una de sus lágrimas con su dedo índice y bajó la mirada —. No he te contado todo... —y luego más lágrimas.
—Cenaremos, reiremos pretendiendo que somos normales, llegaremos a casa y me contarás eso por lo que tanto lloras, ¿Bien? —susurré.
—Bien —sequé sus lágrimas con una servilleta de tela y sonreímos.
—Ok, ahora no llores más.La cena fue relativamente normal, hasta que llegó la hora de dar mi show.
Me puse de pie simulando ir al baño, y al llegar, me paré frente al espejo y suspiré un par de veces.
Acomodé mi corbata, mi camisa y limpié mis dientes.
Salí de nuevo, para encontrarme con el tipo de la rocola y darle algunos dólares para que me dejase tocar. Y funcionó.
Las luces se apagaron, y yo me senté frente al piano.
—Buenas noches a todos —dije luego de aclarar mi garganta en el micrófono —. Buenas noches —repetí, hasta que obtuve la atención de todas las mesas —. Esta es una noche muy especial para mí... verán, vengo a cenar con mi esposa —sonreí, al igual que muchos —. Y he preparado este momento por semanas... así que, Minnie —la miré y ella entrecerró los ojos en una señal de '¡¿Qué demonios estás haciendo?!' —, espero te guste esto —acomodé el micrófono y me enderecé para empezar a cantar —...(...)
Me recosté en la ventana del auto, pensando en qué había hecho mal.
La canción pareció gustarle a todos, o solamente aplaudieron por compromiso, pero de todas formas, a ella parecía no agradarle.
Cuando volví a la mesa en busca de sus labios, no sentí lo mismo que otras veces. Ella solo me besó porque todos nos observaban, y se esforzó en apartarse lo más rápido de mí.
Me senté a su lado, y al hacer contacto con su mano, ella la apartó.
No me miró el resto de la velada, y le dirigía la palabra únicamente a Louis y Eleanor.
—Amigo, ¿No sabes qué le pasa a ________? —le pregunté a Louis cuando las chicas se dirigieron a la cocina y nos dejaron colgando los abrigos.
—Ni idea —se encogió de hombros —. Tal vez debiste cantar la que te recomendé...
—Eres un estúpido —golpeé su brazo con un paraguas y luego ambos reímos.
—Chicos, ¿Quieren algo de tomar? —preguntó Eli desde la puerta de la cocina.
—Un café tal vez. Gracias —le dijo Lou.
Ella me miró y yo sonreí.
—Un chocolate está bien —ella asintió y regresó a su antiguo paradero.
—Deberías hablar con ella —colocó su mano en mi hombro y lo palmeó un par de veces —, solo digo.
Ambos nos emprendimos en una larga caminata de la sala a la cocina, en donde nuestras chicas cocinaban algo al fuego.
—Acabamos de cenar y ustedes ya quieren comer otra vez —mencionó Lou.
—Es para el chocolate de Harry. Solo ________ sabe cómo hacerlo —guiñó el ojo y mi esposa se sonrió.
—________, ¿Podemos hablar a solas? —pregunté con ambos brazos cruzados, apoyado en el marco de la puerta.
—Estoy preparándote un chocolate —se limitó a decir, sin siquiera mirarme a la cara.
Eleanor, Louis y _________ estuvieron de lo más felices. Mientras yo me quedaba como perro mojado en la esquina de la cocina, callado.
Había hecho un gran esfuerzo en hacerle algo especial a mi esposa. Pero a ella parecía simplemente no importarle.
—Te espero en el jardín, necesito hablar contigo —susurró ella a mi oído, haciéndome estremecer.
Me levanté junto a ella, y caminé detrás suyo hasta el jardín.
Nos sentamos en la mesa del centro, bajo la luz de un farol, y esperé a que ella hablara.
—Debo decirte algo importante, que no he podido decirte desde que nos casamos...
— ¿Qué es eso tan importante? —la forma en la que sus labios se movían al compás se sus palabras me volvía loco.
De pronto sentí algo que nunca antes había sentido. Podía definir a la perfección como cada pelo de mi cuerpo se ponía de punta, y mis labios se veían deseosos de comerse a los suyos.
Ella hablaba, y yo moría por un beso suyo.
—A la mierda —le dije —. Dejémoslo para otro día —me puse de pie y en un beso insistente me uní a ella apasionadamente.
Mi esposa no se opuso.
Respiraba con dificultad y las manos me temblaban al hacer contacto con su piel.
La deseaba, eso era todo. La deseaba más que nunca, y no pensaba conformarme con un beso exigente.
—Harry —dijo entre mis labios —. Es importante...
—Shhh —dije y la volví a besar —. Esperaste meses, puedes esperar más...
Jamás había sentido algo igual. La quería para mí solo. Quería arrancarle los labios de una mordida –bueno, no tan literal. Eso es canibalismo –pero sin duda, moría por tenerla completa. Para mí.
Cuando ambos notamos que los besos no eran simples caricias, optamos por ir a la habitación, pero ella caminaba tan lento y mi miembro estaba tan apurado en actuar, que la cargué y subí corriendo a la habitación con ella en brazos.
—Quítate la ropa —le dije —. Hay perdón, eso sonó muy grosero yo... no quise decir eso... bueno no así... yo...
—Bájate los pantalones —me dijo y yo me sonreí.
Desabroché mis jeans y traté de bajarlos, hasta que ella tuvo que ir para ayudarme –porque mi erección no me dejaba hacerlo –.
Ambos nos miramos deseosos uno del otro, y sin más decir, ella me atrajo entre besos a la cama y nos acostamos uno junto al otro para calmar nuestras hormonas.
— ¿Seguro que quieres hacer esto? —preguntó con una de sus manos en mi mejía.
—Esa pregunta debería hacerla yo...
—Pero el virgen aquí eres tú, así que... —ambos reímos.
—Nunca he estado más seguro de nada en mi vida —la besé.
¿Cómo se suponía que debía ponerme?, ¿Qué debía hacer?, ¿yo debía dirigir todo?
No sabía nada de sexo. Jamás lo había practicado.
—Déjate llevar —susurró colocándose sobre mi cuerpo.
Colocó mis manos en su cintura y me obligó a quitarle la blusa.
Estaba nervioso. Las manos me temblaban y sudaba como animal.
Luego de eternos minutos, lo único que quedaba de ropa era su parte inferior y mis calzoncillos. Era ahora o nunca.
—_________ —dije muy cerca de su cuerpo, antes de realizar el siguiente paso.
— ¿Mmm?
Pasé mis pulgares acariciando su rostro, para remover los cabellos que caían en su frente y por un momento creí olvidar lo que estábamos a punto de hacer. Solo estábamos ella y yo.
La mujer a la que más amaba, y yo.
—Eres la primera —le dije —, quería que supieras eso.
—Yo... había tenido sexo varias veces. Pero jamás hice el amor —me miró confundida y yo besé cortamente su nariz.
—Creo que te amo —puso sus manos en mi pecho y acarició mi barbilla con sus dedos —. Sí, te amo —dije con una sonrisa. Ella se acercó lentamente, y me besó en los labios con ternura.
—También te amo.