"Cero besos hasta que me enamores"

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CAPITULO 7

-Harry -me dijo al oído y yo la miré de reojo.
- ¿Qué? -respondí de la misma manera.
- ¿Te gustó venir? -preguntó, adjuntándose a mi brazo.
-Sí -sonreí -, las pinturas son hermosas -susurré -... pero siento que somos los únicos que no saben de arte...
-Creí que era la única. ¿Nos vamos? -preguntó y yo asentí sonriente. Gracias a Dios que nos íbamos.
Caminamos fuera del lugar, aun observando las pinturas que rodeaban nuestro andar obligándonos a detener el paso y dedicar unos minutos para analizarlas.

Me tenía tan estúpidamente incómodo el hecho de que ambos manteníamos la mente en "enamorarnos", aunque la única que tomaba partido era ella.
Ella me preparaba el desayuno en las mañanas, ella se aferraba a mi brazo cuando caminábamos por la calle, ella me compraba chocolates.

Me sentía, muy en el fondo, orgulloso de caminar junto a ella como mi esposa en las calles de Nueva York, porque cualquier persona nos miraba ante su llamativa presencia.
Era tan terca, tan infantil y poseía el vocabulario de un camionero ebrio, pero era graciosa.

Le daría un mes, para que luego me dejase en paz. No me enamoraría, así luego saldría libre de cargos, sin lastimarla... sin encariñarme con ella.
Todo estaba en orden. Solo debía respirar hondo, y permanecer tranquilo.

(...)

Ya llevábamos tres de siete días en Nueva York.
Cada mañana _____ me levantaba con el desayuno listo y las más sinceras pláticas. Todas las noches dormí en el sofá, porque sería extremadamente incómodo dormir uno al lado del otro sin... confianza.
Anduvimos de un lado al otro, riendo, hablando, bromeando, simplemente pasándola bien. Eran unas vacaciones extremas, porque _____ me obligaba a hacer cosas que no haría en mis cabales.

- ¿Te cuento algo curioso? -preguntó recostándose levemente en mi brazo, acostados bajo la luz de la luna en el techo del edificio en el que nos hospedábamos. Me sentía tan incómodo.
-Claro -respondí. Creía que ella ya me había contado toda su vida, y yo me dedicaba a escuchar.
-Ahorré toda mi vida para pagar una luna de miel como esta -sonrió, con la vista al cielo - ¿Te gusta?
-Tú estás diciendo que... ¿Tú pagaste todo esto? -pregunté atragantándome con mi propia saliva y ella asintió con la cabeza -pero...
-No, yo siempre deseé pagarlo. Desde niña -dijo. Yo era una porquería de persona por no notarlo antes -, recolecté todo el dinero durante mi vida.
- ¿Por qué haces esto? -pregunté girando mi cuerpo lejos el suyo y ella permaneció inmóvil.
-Porque mamá decía que los hombres pagan las bodas, y las lunas de miel. Pero yo siempre lo creí muy egoísta de su parte, porque bueno... la luna de miel no es tan necesaria -mencionó y yo cerré los ojos, para escucharla con atención -y los hombres hacen el trabajo sucio, si sabes a que me refiero -dijo.
-Pero ustedes se embarazan, tienen hijos y todo eso que hacen -dije y ella rio.
-Sí, es cierto. Pero esa es la recompensa, los hijos -mencionó.
- ¿Cómo lo sabes? -pregunté y ella permaneció en silencio. Abrí los ojos de a poco y pronto noté el reflejo de una lágrima caer por el borde de su ojo hasta el suelo -. No, no. No llores, ven aquí -dije. Tenía experiencia en consolar a las personas, así que la rodeé con mis brazos y ella se desahogó en ellos -... cuéntame, ¿Qué pasó? -pregunté calmado.
-Yo -dijo entre sollozos -... me embaracé a los dieciséis y... -y luego se quebró en llanto.
-Tranquila Minnie -dije para subir sus ánimos, pero no funcionó. La adjunté más a mi cuerpo, porque a las mujeres les encanta que te calles, las abraces y las escuches.
-Y... -mencionó, pero sus sollozos no la dejaban hablar.
Podía sentir lo denso de sus lágrimas mojar mi camisa, pero no me importaba. Ella tenía un fuerte pasado, al parecer, y merecía más que un trato falso de amor conmigo. Ella merecía sentirse bien.
-Mi novio... me obligó a abortarlo -terminó de decir. No imaginé que un bastardo fuese capaz de acabar con la vida una criatura por miedo a corresponder a sus errores.
- ¿Qué te hizo? -pregunté y cerré los ojos hasta arrugar mis párpados del enojo.
Un feto no tiene la culpa de nada. De nada.
-Me golpeó -dijo con la voz temblorosa y me sentí estremecer -... en el vientre.
Si yo encontrase a ese mal nacido hijo de puta lo golpearía hasta que quedase idiota y casi desangrado.
-Yo te prometo que jamás _____ -mencioné, abrazándola mas a mí -, jamás en la vida te pondré una mano encima de esa manera. Jamás -le prometí -. Sería incapaz de hacerlo.
-Lo lamento Harry -dijo entre lágrimas y dolor, podía sentirlo -... tú no debías saber eso -se acurrucó en mis brazos y yo topé mi barbilla en su cabello, abrazándola con todas mis fuerzas.
Yo no podía fallarle a ella, no podía romperle el corazón. Ya había sufrido demasiado y no merecía que un idiota como yo la lastimara más, así que mi decisión estaba por completo tomada.
No me enamoraría de ella, ni dejaría que ella lo hiciera de mí. Ella no merecía que yo le mintiera todo el tiempo, pero la protegería de todo aquello que la lastimara.
Seríamos un par de amigos viviendo bajo el mismo techo, con distinto objetivo.
Todo estaría bien.

(...)

- ¿Te sientes mejor? -pregunté llevando en un azafate un par de tazas de té y un tazón de sopa de pollo.
-Eso creo -dijo luego de limpiar su nariz con un pañuelo.
Me senté a su lado de la cama y dejé mi cuerpo caer entre las almohadas.
-Lamento esto Harry -me dijo -, yo no planeé que la luna de miel saliera así -dijo secando una lágrima intrusa, y sonreí.
-No te lamentes de nada. Todo está bien, quedará entre nosotros -dije.

Estuvo llorando toda la noche anterior, haciéndome sentir un idiota por preguntar un tema que no me incumbía.

Esa fue la primera noche que dormí junto a ella, porque sentía una extraña necesidad de abrazarla y protegerla de todo a mí alrededor. No me aparté de ella ni un segundo de la noche, la tuve entre mis brazos todo el tiempo y le susurré un par de cosas que juré quedarían en secreto.

Le prometí muchas cosas, como jamás golpearla. Me iría físicamente, pero siempre estaría rondando para saber si ella se encontraba bien, si se sentía bien.

Yo jamás me atrevería a hacer ese tipo de cosas, como las que justo había hecho con _____, porque yo solía ser un hombre muy cuerdo y pensaba mil veces las cosas antes de tomar ese tipo de decisiones. Sin embargo, con ella fue distinto, y aun no tengo idea de porqué necesitaba protegerla tan decididamente.

Repetidas veces pensé que era por lo culpable que me sentía al notar lo estúpido que era mi plan: encontrar a una chica, casarme con ella, dejarle toda mi fortuna y morir.

Yo era todo un hombre, hecho y derecho. Tenía veinticuatro años, la edad normal para salir de la universidad, pero no. Yo me encontraba en una extraña luna de miel junto a una chica que conocía hace no más de unas semanas, en donde nos juramos muchas cosas por miedo a fallarle a esa persona de al lado. Ella pensaba que viviría el resto de mi vida con ella, aunque así era, pero ella aun no tenía en cuenta el detalle de que en unos meses yo partiría de este mundo dejándola, sola.
Estuve muy pensativo esos tres días. Se veía a kilómetros el esfuerzo que ella hacía por quedar bien conmigo, y la mayor parte de las veces lo lograba. Pero no me bastaba hacerlo por no quebrarle el corazón, me destruía por dentro pensar que yo la engañaba con mi muerte y con el trato amoroso que justo había hecho.

No tenía idea si enamorarse así, tan planeadamente, fuese algo normal o igual de bonito que el método de las parejas actuales, pero en verdad no me importaba. Yo no me enamoraría de ella, estaba seguro de eso.

Desde la noche que lloró en mis brazos y la sostuve en ellos toda la noche, me destiné a protegerla el resto de mi vida. Ella merecía mucho más que dinero, merecía sentirse bien y yo me esforzaría en dárselo, porque la protegería. Yo sentía como si ella fuese mi hija, se veía tan débil y vulnerable cuando lloraba que me hacía pensar en que al menos le daría protección.

(...)

La mañana del miércoles me sentía extraño al despertar. Estaba durmiendo en el sillón porque me había sentido incómodo a su lado...

Recuerdo haberme puesto de pie y mirar a los lados, sin encontrarla. Caminé a su habitación y allí la vi, durmiendo tan placenteramente provocando un escalofrío horrible en todo mi cuerpo. Se veía tan celestial, como si no fuese más esa niña odiosa en vestido de Minnie Mouse y ese par de coletas que la hacían ver ridícula.
Esa mañana, como dije, me sentía extraño. Parado allí viéndola dormir, con esas incontrolables ganas de abrazarla porque tenía el deber de protegerla... o solamente abrazarla.
- ¿Puedes venir y darme un beso Harry? -preguntó y yo empuñé las manos. No podía besarla. Más bien, no quería hacerlo.
-Cero besos hasta que me enamores -le dije y ella rio traviesa.
"Cero besos hasta que me enamores", significaba nunca besarla, porque jamás me enamoraría de ella.
Cruel.

En busca de esposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora