"Enamorame... O eso que haces"

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CAPITULO 6

Casado, y entonces comprometido a enamorarme.
Acepté su propuesta, porque jamás tomé ningún tipo de riesgos, y estaba seguro que ella no lo lograría, ¿Cómo iba a enamorarme en un mes?, era simplemente tonto. Y claro, si ella fallaba en el intento sería un hombre libre de cargos. El trato era bastante tentador.

¿Qué pasaría si yo me enamorase?, no pasaría absolutamente nada, porque no me dejaría enamorar.

Para esa noche ya estábamos en el apartamento. Ella preparaba un par de tazas de café hervido y yo miraba algunos discos de la alacena, parte de la estadía.

-Así que -dijo entregándome la taza de café humeante al mismo tiempo que se sentaba a mi lado -tengo un mes para enamorarte, ¿listo para amarme? -preguntó confiada y yo me sonreí.
-Eso creo -sonreí, con la vista al café - ¿Cómo se supone que empiezo?
-No debes hacer mucho, solo déjate llevar... -me dijo.
- ¿Cómo me dejo llevar? -pregunté para hostigarla.
-Ya verás Rulos -sonrió y yo correspondí -. Iré a dormir, ya es tarde y mañana tenemos un día algo largo. Que duermas bien señorito -besó mi mejía rápidamente, haciéndome sentir incómodo -. Dejé algo para ti en el refri, cómetelo hasta mañana -guiñó el ojo.

Una vez solo me dispuse a pensar un poco, aunque la duda de saber acerca que me había dejado _____ en el refri me hizo ponerme de pie y caminar a este. Abrí la puertecilla y me encontré con una caja de Ferrero Rocher, provocándome el más incontrolable deseo de comérmelos todos de una.
Miré a los lados, y no la vi por ningún lado, así que abrí la caja y tomé únicamente uno, aunque moría por esconderlos todos en mi bolsillo y comerlos a escondidas.

- ¡Ajá! -gritó desde la puerta de nuestra habitación, dejando ver solo sus ojos y su frente - ¡Te dije que los comieras hasta mañana! -y entonces recordé la vez que mamá me castigó por comer los emparedados para la fiesta de otoño.
- ¿Qué?, ¿Yo? -bufé -, yo no me comí nada -dije para defenderme y escondí la evidencia detrás, en mi espalda.
-Ah si -puso sus manos en su cintura - ¿Y por qué tienes chocolate en la mejía? -limpié rápidamente con mi mano y sentí que mis mejías se coloreaban de rojo ardiente -... mi esposo es un pendejo -mencionó entre risas.
-Pero un pendejo irresistible -me defendí, aunque luego lo consideré un punto a su favor.
-Eso quisieras -sonrió -, mejor lávate los dientes y como castigo no te daré tus chocolates hasta que regresemos a Londres -me dijo como fin de su sermón. Refunfuñé un poco y luego me digné a terminar mi café, lavar mis dientes, ponerme un pijama e ir a nuestra habitación.
- ¿Debo dormir contigo? -pregunté tratando de no sonar muy grosero.
-Si no quieres, no -respondió. Lo pensé detenidamente, y opté por quedarme en el sofá.
-No es que no quiera, pero me quedaré en el sofá por si alguien intenta robar -me excusé y ella rio a carcajadas.
-Gracias por hacer que no sonara tan malo -me dijo.
-No es nada... -le sonreí, tomé algunas almohadas y me recosté en el sofá.

(...)

Esa noche no pude dormir.
¿En qué diablos me había metido?
¿Y si le quebraba el corazón?, ¿y si me demandaba por ser un idiota?, ok, la segunda es imposible, pero me preocupaba que la que se parara enamorando fuese ella, y no yo. Solo imaginar el momento en el que yo muriera dejándola con el corazón partido en mil pedazos, por ser ese estúpido ilusionador.

Nunca me enamoré, nunca quise hacerlo, pero ahora estaba comprometido a rechazarla. No quería hacerlo.
Siempre deseé sentirme amado por una mujer ajena a mi familia, y _____ era en ese entonces mi esposa. Solo faltaba enamorarme. Pero no, claro que no. No, no, no, no y mil veces no, porque la lastimaría.

-Despierta Harry -susurró a mi oído -te traje el desayuno -terminó de decir y sentí un poderoso olor a huevos con tocino asomarse a mi nariz, llamando por completo mi atención.
Abrí un ojo, y la vi allí, tan sonriente y no supe hacer otra cosa que corresponderle.
- ¿Cómo dormiste en el sofá? -preguntó una vez yo estaba sentado, y ella mi lado.
- ¿Te soy sincero? -asintió con la cabeza -dormí tan mal como la mierda -rio a carcajadas y yo mordí el pan.
-Eso te pasa por no querer dormir conmigo, no voy a morderte -recostó su cabeza en mi hombro y la miré de reojo -. ¿A dónde quieres ir hoy? -preguntó colando su mano en un roce con mi brazo. No me negué.
- ¿Qué tenías en mente? -pregunté, luego de beber de mi café.
-Podemos ir a almorzar a un restaurante cualquiera, luego visitar un museo y finalmente, podemos cenar como la gente normal -sonrió. Continuaba recostada en mí, provocando que mis nervios se pusieran de punta. Me sentía muy mal como persona.
-Lo que tú tengas en mente -le dije y ella se adjuntó más a mí.
- ¿Tan malo es abrazarme? -preguntó. Lo pensé dos veces, pero un abrazo realmente no dañaba a nadie.
Levanté mi brazo por sus hombros y esta calló en cuenta a mi pecho, topando su nariz en mi camisa.
-Hueles bien -sonrió, cerró los ojos y yo miré a los lados inquieto ¿Qué se suponía que debía hacer?
- ¿A qué huelo? -pregunté, maldiciendo mi respuesta.
- A chocolates... ¿Estuviste comiendo más? -preguntó de repente y yo reí nervioso.
-Verás -dije llamando su atención. Ella elevó la vista a la mía, haciendo que en el medio quedasen apenas unos centímetros de su rostro al mío -siempre traigo conmigo chocolates, por sí las emergencias -dije sonriente y ella permaneció en silencio.
- ¿Puedo pedirte algo Harry? -preguntó y temeroso asentí con la cabeza - ¿Puedo besarte? -preguntó.
"Harry, bésala, pero solo porque ella te lo pide" pensaba.
-Eres mi esposa -dije -, claro que puedes -acepté y noté una marcada sonrisa en su rostro.
Se acercó lentamente a mí, poniéndome nervioso, y luego de jugar con su deseo de besarme, lo hizo.
Al principio me pareció incómodo, pero luego sus labios se me hicieron suaves... ya no eran tan rígidos como los había recordado en la ceremonia. Cerré los ojos, porque me esforzaba en poner de mi parte, y continué el beso hasta que ambos nos quedamos sin aire.
Se separó ligeramente de mí, mirándome a los ojos como yo lo hacía. Sonrió, provocando una curva positiva en mis labios.
Había besado a _____, por obligación. La besé porque ella lo pidió.
-Voy a lograr enamorarte -me dijo y yo me encogí de hombros. No tenía idea de que esperar.
Luego de permanecer unos minutos mas a mi lado, hablándome sobre sus estudios en Holmes Chapel, me obligó a darme una ducha para poder salir. Ya que era algo tarde.
Despeiné mi cabello, me puse una simple playera, unos jeans y los mismos Converse de siempre.
- ¿Cómo me veo? -preguntó _____, mostrándome un vestido celeste floreado tallado a la medida, dejando sus curvas bien entonadas y sus piernas perfectamente lisas.
-Muy bien -sonreí - ¿Cómo me veo yo? -pregunté con una gran sonrisa.
-Excelente, mejor se arruina -me dijo y no evité reír a carcajadas.
- ¿Nos vamos señorita? -pregunté divertido, ella asintió con la cabeza y se tomó de mi brazo.
Caminamos por algunas calles, porque decidimos que era mejor hacer un poco de ejercicio.
Ella hablaba todo el tiempo, porque yo estaba demasiado pensativo para hacerlo; me hablaba de todo un poco, de su familia, de su infancia, de todo lo que ella sabía que yo debía saber si quería enamorarme de ella.
Se estaba tomando muy en serio su papel como esposa.
- ¿Tulipanes o rosas? -preguntó caminando a mi lado.
- Claveles -respondí y ella tronó los dedos.
- ¡Rayos! -exclamó - ¿Hoy ordenarás hamburguesas también? -preguntó y yo la abracé por los hombros, haciendo que me sintiera muy incómdo.
Debía ser muy sincero, yo no quería enamorarme, y de hacerlo seguramente no con ella.
Enamorarme no estaba en mis planes, lastimarla tampoco.
-No. Ordenaremos solo una -guiñé el ojo y ella apoyó su cabeza en mi pecho, para abrazarme mejor.
Quedamos uno frente al otro, abrazados a media calle. Alzó la vista a la mía, en señal de desear un beso.
-Te tengo otra propuesta -le dije.
- ¿Qué cosa? -preguntó.
-Enamórame, o eso que harás... y cuando yo me sienta enamorado, te besaré. Hasta ese entonces -dije y ella se sonrió.
-Yo sabía que aceptarías por completo el trato Styles -me dijo -yo sé que anhelas sentirte amado, y yo trataré de lograrlo, ¿hecho? -preguntó con una gran sonrisa. Me acerqué a ella y besé su frente.
Era todo, ella no lograría enamorarme. Dejaría que pasase un mes, y luego quedaría libre otra vez. Era una gran idea, sin lastimarla... sin encariñarme.

En busca de esposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora