Narra Vanesa.
-¿Y eso? ¿Qué haces aquí? -alcé las cejas, sorprendida.
-He venido a verte. Y a traerte esto -sacó su mano de su espalda y me entregó unas flores. Las cogí y seguía sin poder articular palabra. Ella sonrió y me abrazó.
-Pasa, pasa. Estoy sola. -Dije cerrando la puerta y acompañándola al salón. Se sentó y yo mientras colocaba las flores en agua.
-He venido con Pastora. Hemos alquilado una casa por aquí por una semana.
-¿Dónde está Pastora?
-Se ha ido a la playa, ha traído a una amiga.
-¿Y eso que habéis venido? -me senté en frente suya.
-Quería pasar tiempo contigo, voy a estar sin verte mucho tiempo.
-¿Ya no estás enfadada conmigo? -le miré.
-Sabes que nunca lo he estado. ¿Y tú?
-No me podría enfadar contigo por más que quisiera.
-Lo sé.
-Creída. -reí.
-Me encanta cuando te ríes. Oye... ¿Vamos a la playa?
-Vale. -me levanté- pero me tengo que duchar y todo.
-No te duches, dúchate después que vendrás con arena. Va, no seas una tardona y vámonos. No te hace falta nada, ni toalla.
-¿Y tú? ¿No llevas movil ni nada?
-Contigo me vale y me sobra. -me guiñó el ojo y una sonrisa se escapó de mi boca.
Cogimos mi coche ya que ella había venido andando a mi casa, y aparcamos a un paso de la playa. Aunque era octubre, hacía calor.
-No hay nadie. -dijo Malú saliendo del coche.
-Eres una quejica. -me levanté y sonreí pícara.
-Mentira.
-Quien llegue la última al mar, -empecé a correr y grité mientras lo hacía- es una quejica.
-¡Eso no se vale! -Malú corrió detrás mía y cuando casi iba a llegar me cogió del brazo y se adelantó, pero hice las mismas trampas que ella y volví a adelantarme, y no sirvió de nada porque ambas llegamos a la vez.
-Tramposa. -reí.
-Quejica.
-No. He ganado yo.
-No.
-Que sí. -repetí.
-¡No! -me cogió en brazos y fue caminando hacia el agua.
-¡Malú! ¡Bájame! Estamos vestidas y todo.
-Te jodes.
-¡Malú! -le dí un pequeño mordisco en el cuello.
-¡Vanesa! ¡No me provoques! -rió y se mordió el labio mientras me miraba aún en sus brazos.
-Suéltame -Grité, pero ella seguía su camino, me cogí fuerte a su cuello por si me caía que se cayera ella también, pero se tropezó antes de llegar y ambas caímos en la arena, ella encima mía.
-Venga ya. -empezó a reír por su torpeza y me contagió su risa. Cuando nos dimos cuenta, yo estaba rodeándole la cintura con mis brazos y ella me acariciaba el pelo.
-¿Sabes? Aún sigo flipando con que hayas venido a verme.
-Me encanta estar contigo. Olvidarme de todo y centrarme en ti. No me preguntes por qué.