Capítulo 37

31 4 1
                                    

Capítulo sorpresa!

Eran las siete en punto de la tarde-noche y yo estaba en mi habitación mirando por la ventana, sentada en mi baúl de madera, el que contenía juguetes dentro. Justo en frente de la calle había unos columpios, a los que siempre iba a jugar con el vecino y los hermanos de él. Me quedé viéndolos, estaban envueltos en la casi oscuridad de la noche.

Sentía curiosidad por usarlos una última vez sin la luz del día...

Alguien entró por la puerta y me giré para ver de quién se trataba. Mi madre, con su delantal de cocinera y el olor a la comida se asomaron por la puerta.

-¿Vas a ducharte?- dijo pero se frenó al verme ya duchada.

-Muy bien- espetó sonriente.

Le sonreí.

-Voy a terminar de cocinar así no comemos tan tarde, quizas podrías ayudarme...- dijo saliendo de la habitación sin dejar de verme. Asentí y salí rápido.

Si terminaba antes de que sea muy tarde capaz podía salir. Pero me apresuré haciendo lo que me pidió. En cuanto terminé de ayudarle corrí a sus brazos y la tomé con mis manos por detrás de su cintura. Ella me devolvió el abrazo algo sorprendida.

Al separarnos la miré dulcemente y me sonrió, lo que correspondí con otra sonrisa pero la que dejaba a la vista mis pequeños dientes blancos.

-Mami...- empecé a decir y ella asintió viéndome en señal que podía decirle- ¿Puedo ir a los columpios, por favor?- dije en tono de súplica.

-¿Qué? ¿Ahora a los columpios? No señorita- dijo negando.

-Pero... quiero ir sólo...- no terminé porque fui interrumpida.

-Dije que no, nada de pero- espetó enojada.

Salí bufando para ir a encerrarme en mi habitación.

Ya eran las 7:30 y en verdad quería ir a los columpios, sólo una vez y sentir el aire chocar contra mi rostro y mis pies balancearse libremente. Me senté en mi cama desilusionada y dejé que mi rostro descansara entre mis manos que estaban sostenidas por mis rodillas.

De repente, escuché un ruido en el vidrio de mi ventana y me giré asustada. En las noches me dormía después de que el cansancio me vencía, ya que el miedo me invadía tras escuchar golpes en mi ventana o maullidos cerca de ella, de los que temía. Ahora el ruido había sido como una moneda chocando contra la ventana. Tras girarme y ver una sombra me asusté y casi grito si no fuese porque noté que se trataba de Seamus, el vecino. Realmente, me había asustado y de haber sido que no me daba cuenta hubiera gritado y escapado.

Me acerqué como si fuese un detective en un caso de crimen, sigilosamente, hacia la ventana. La abrí con cuidado dejando que mi amigo pudiera entrar.

-Me asustaste- fue lo primero que le dije. Sonrió.

-Lo siento- dijo aún sonriendo- ¿Vamos a los columpios?-

Sentí como si la adrenalina me subiera por los pies hasta llegar a mi cerebro. Quería decir que si pero no quería que nada pasara. Cada vez que estaba con él, todo lo malo sonaba genial pero sin él yo nunca haría nada malo. Yo era la típica buena chica, el ejemplo a seguir. Aunque para mi familia completa no fuera eso. En fin, cada vez que estaba con él, sentía que dominaba mi mundo haciendo que todo parezca bueno.

-Aunque no me lo permiten, sí quiero ir- dije empujandolo y saliendo por la ventana detrás de él intentando no hacer ruido.

Sonrió. Seamus sabía que con él no me daba miedo nada. Por eso éramos buenos amigos.

Fuimos y nos sentamos en los columpios. Comencé a sentir lo que queria, el viento en mi rostro y mis pies libres en el aire.

-Escuché a mis abuelos hablar...- empezó a decir y yo lo miré mientras mis pies volaban y yo seguía balanceándome.

-Decían que nosotros dos ibamos a ser novios de grandes- hizo una mueca.

-¿Eso dijeron?- le pregunté asombrada.

-Si y también, dijeron que les gustaría que eso pasara...- espetó rápidamente, como si quisiera deshacerse de lo que dijo.

Lo miraba asombrada, no creí jamás haber estado tan cerca de eso. Quiero decir, que no lo había pensado, y menos con él siendo mi mejor amigo sería raro.

Luego de estar unos diez minutos aproximadamente, columpiándonos fuimos hacia la ventana.

Me quedé con él en frente de ella. Le confesé que había querido ir a los columpios antes, pero que no me lo habían permitido. Sonrió sabiendo que con él si lo había hecho.

Lo iba a saludar pero él quizo hacer lo mismo y nos frenamos a centímetros. Nuestros rostros sumidos en la oscuridad y a centímetros de distancia entre ellos. Comencé a sentir un cosquilleo en todo mi cuerpo y mis manos comenzaron a sudar, estaba nerviosa y lo tenía demasiado cerca. Nunca me había pasado esto. No había sentido esto ni siquiera por mi amigo del colegio, del que por cierto, me gustaba.

Escuché ruidos de pasos hacia mi habitación y rápidamente me giré para ver hacia la puerta y con la mano le hice señas a Seamus para que se vaya, entré a mi habitación y corrí a mi cama a hacerme la dormida. La puerta se abrió y por suerte yo ya estaba con los ojos cerrados descansando en mi cama.

Entró a la habitación, me tapó con la manta, me dio un beso en la frente y se fue cerrando la puerta detrás de ella.

Cuando se fue abrí los ojos y me encontré con Seamus mirando por la ventana. Así que me levanté y fui a abrirla para despedirme de él.

-¿Qué hacés?- dije viéndolo entrando a mi habitación.

-Me quiero quedar con vos, la última vez... te voy a extrañar Summer- dijo acostándose en mi cama.

-Yo también, conejo- dije acostándome a su lado.

Quedamos acostados cerca y volví a sentir el cosquilleo y mis manos sudar.

Se acercó a mí y depositó un beso en mis labios haciendo que mi cuerpo se descontrolara, otra vez. Mis nervios aumentaron y para que no se dé cuenta le dije que sus padres se preocuparían por él si no volvía.

Entonces, se despidió dándome un beso en la mejilla y desapareció por la ventana.

Life strangeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora