Capítulo 41

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"Sos un idiota".

Mi mente trata de hacerme saber que lo que hice me hace un idiota. Pero voy a luchar. Quiero cumplir mis retos. Así como antes lo hice.

"-Deja en paz a la gente".
"-Basta con tus locuras".
"-No sirve que hagas lo que haces".

Todas las palabras de mi amiga. No entiendo que es lo que está mal. Pienso si ella, en verdad, quiere ayudarme.

"-Te quiero- me dijo viéndome con ternura."
"-Yo te quiero más, Rachel."

"No haces nada bien".

Y mi mente sigue torturándome para que sepa que soy un idiota que no cumple con lo que quiere.

Voy a cumplirlo. Es una promesa.

Las palabras de mi padre dan vueltas en mi cabeza. No quiero que sigan reproduciéndose como un disco rayado.

"-¿No sabes...-"

"No, ya basta de esas palabras".

Si no las escuchara estaría bien conmigo mismo.

Salí de mi casa decidido a no volver a escucharlas por un tiempo. Caminé por la acera. Hasta que una chica morena se posó en mi vista. Era muy bella, era de esas chicas que todos se enamoran, ya que muestra su hermoso cuerpo definido, sus ojos oscuros resaltan por su maquillaje, sus labios eran rosados oscuros y se veían dulces para darles una probada.

-Hola hermosa- dije mirándola de arriba hacia abajo.

Me miró seductora y siguió su paso sin nada más. Y yo seguí mi camino. Luego de un momento, pasó por mi lado una chica castaña de ojos miel, era hermosa y su rostro me hacía recordar a la de una muñeca. Era alta y simplemente llevaba los ojos levemente delineados. Llevaba un vestido suelto, colorido y delicado que caía hasta sus rodillas. En verdad era muy bonita.

-Hola bonita- dije también viéndola de la cabeza a los pies.

Se sonrojo y siguió caminando sin siquiera mirarme. Seguí mi paso y esta vez me encontré con una chica rubia. Era muy linda, al igual que las otras dos.

Tenía el cabello levemente ondulado y en una coleta alta su rostro angelical mostraba ternura. Sin maquillaje y totalmente narural. Tenía los ojos del color del cielo, un azul oscuro. Iba vestida con una camiseta holgada y unos shorts. La miré a los ojos y seguí mi camino. Ella prácticamente no se percató de mi presencia.

Seguí rumbo a mi estúpido trabajo.

-Hola- gritó mi amigo.

-Hola- le respondí de la misma manera.

Choque los puños y seguí rumbo. Otra chica se apareció frente a mis ojos, la miré y su rostro estaba golpeado y con magulladuras. La miré y no pude evitar fruncir el seño, daba demasiada pena ver su rostro así de lastimado. Era castaña y de estatura mormal. Parecía haber tenido un lindo rostro en algún momento. Me sonrió al pasar y yo seguí sin mirarla. Me sentía todo un patán. Pero... ¿Por qué las chicas que quiero ni me ven?

Llegué al final de un largo recorrido y saludé a mis compañeros del trabajo. A los chicos con un choque de puño y a las chicas con beso cerca de los labios.

La primera, Maddie, me sonrió sonrojada luego de besar su mejilla cerca de sus labios. Pero al ver que lo hice también con, Brooklyn, frunció el seño y me fulminó con la mirada. Brooklyn, se dio la vuelta y me beso en los labios. Le sonreí y la miré de arriba a abajo, captando cada parte de su hermoso cuerpo.

Ella era hermosa, tenía unos ojos grises delineados, que resaltaban de su rostro. El pelo le caía hasta un poco más abajo de los hombros de un color castaño claro. Me miró cómplice y saludé al chico que me miraba con sus cejas elevadas. Choque los puños con él y lo miré soberbio. Mi amigo, Miles, era un buen amigo.

Comencé a trabajar y por mi espalda sentí unas manos delicadas. Di media vuelta y miré a los lados.

-Nos cubren- dijo Brooklyn cerca de mí. La miré con picardía.

La tomé de la mano y la llevé hasta el armario de limpieza. Sabía que ahí nadie nos vería. Mis manos se posaron en su cintura y la elevé hasta que sus piernas estuvieron enroscadas en mi cintura.
Me acerqué y la besé apasionadamente. Nos quedamos así besandonos por unos largos segundos, luego de separarnos para tomar aire, se bajó quedando parada en frente de mí. Le tomé las manos y le impedí el paso, entrelacé nuestras manos.

Me soltó poniendo sus brazos alrededor de mi cuello y la tomé la cintura y la pegué a mí. Comencé a darle besos en los labios y luego fui bajando hasta su cuello donde iba dejando un rastro en ellos.

[...] Estaba repartiendo pedidos, casi nos descubren, pero Miles nos ayudó. Fui a la primer casa y me arrepentí de haberme ofrecido para ser repartidor. Me fui de ahí y terminé de repartir para llevar a Brooklyn a su casa. Después de unos besos, con la promesa de vernos, se despidió y entró a su casa.

Life strangeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora