A ti, que te adoro.

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El hombre al que adoro es más normal que la palabra normal.

Esta curiosidad de la evolución toma leche con chocolate por las mañanas, canta en la ducha, ama bailar y disfruta presumiendo de sus habilidades, como todos.

A este niñato con cuerpo de joven semi-maduro lo puedes sorprender con las cosas más simples y se jacta de no ser fácil de engañar, aunque al final termine mirándote con ojos de credulidad y dogmatismo. Le fascina conocer nuevos lugares a los que pueda escapar, tiene un apetito selectivo y detesta salir a hacer ejercicio en días soleados, como todos. Algunos días pareciera que va a reventar de emoción y otros tantos su alma es tan vieja y azul como la de sus poetas ancestros. Los juegos de video y la televisión fríen su cerebro por la tarde, y por la noche se quema las pestañas trabajando por un futuro que le ha sido impuesto, como a todos. Incluso detesta la bebida siendo apenas un niño, y cabe mencionar que cuenta con su propio paquete de complejos emocionales e intelectuales.

Esta existencia es más común que el lleno bloc de notas de mi celular, sin embargo, para mí, y exclusivamente para mí, es el bebé concebido más asombroso, extraño e interesante de la historia.

El hombre al que amo es el hombre más común que haya pisado esta tierra, sin embargo, debo admitir que es lo más inusual que jamás me pasó.

Y sí, estoy maravillada de ello.

Y sí, lo escribo para que la vida tenga constancia de mis palabras, y para no olvidar que una fría noche de enero el cuento de caperucita roja me abrió los ojos. 


Resumen de lo gris.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora