Queriendo pegar los ojos.

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Estamos solamente el desastre que llevo por cabello y yo. Están también mis ganas desesperadas de pensar y estas hojas con olor al resistol rancio de mi infancia.

No quiero ir a dormir, de eso estoy segura. Solía esperar ansiosamente a que la noche diera inicio para poder acurrucarme entre almohadas y sábanas frías, pero últimamente la silueta que dejaste plasmada en ellas intenta asesinarme cada vez que mis pestañas se cierran.

Son las dos de la mañana y lo único que necesito en ese instante es descubrir el significado de la vida, el eslabón perdido de la humanidad y la cura al cáncer.

Podría mecerme un rato en la cuerda, pero le prometí a mi desgarrado cuello que ya no lo haría.

Así que heme ahí, sentada en la orilla de la cama temblando hasta los huesos, con aquella mujer gritándome verdades que saben a traición, lanzándome arañazos que honestamente duelen menos que tus miradas compasivas.

A las tres con treinta ya no sé diferenciar si estoy hablando en voz alta o si estoy susurrando en mi interior. Todas estas letras salen salvajemente de entre mis dedos y si soy sincera me parece que perdí la conciencia después un par de uñas.

Piensa, piensa, piensa.

Me estoy quedando pelona y sigo teniendo los dedos enredados en serpentinas café oscuro.

La mujer no deja de arrodillarse llorándole al cielo por ayuda y yo me estoy cansando de sus salmos baratos. 

Estoy cansada. 

Para mi fortuna, eventualmente ocurre lo que siempre suele ocurrir.

La luz pierde color y es casi como si el frío me controlara.

La luz falsea de nuevo y la habitación queda a medio alumbrar.

Un segundo después la bombilla explota y mis manos se sienten pesadas,

huelen a hierro y sal.

Solo entonces paro de temblar, no hay nada más que pensar.

 Somos, entonces y como siempre,  solo el desastre que llevo por cabello y yo,

y la bombilla fundida,

y el hierro y la sal.

y la mujer dormida.



Resumen de lo gris.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora