Capítulo 2

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Comenzando con esa nueva rutina que lo perseguiría durante su próximo y último año de secundaria, Tōshirō se levantó temprano en la mañana para tomar una ducha y vestirse con su uniforme, el cual consistía en unos pantalones de vestir azules que combinaban con su saco, una camisa blanca debajo con una desalineada corbata roja y, por último, unas botas marrones que siempre le gustaba usar, aunque de todas formas debería cambiarse a los zapatos cuando entrara en el edificio del instituto. Se colocó su usual bufanda verde agua, dejó su cabello blanco desordenado y colgó su bolso al hombro mientras salía del departamento donde vivía. Se dijo que comería algo en el camino para no perder más tiempo; después de todo, empezaría a mitad del año escolar y debía compensar todos los exámenes de los primeros meses.

Se había mudado hacía unos pocos días después de tomarse un innecesario año sabático después de que su último familiar vivo muriera y lo dejara con un vacío en su interior que sólo lograba calmar cuando se sumergía en alcohol y ahogaba sus pulmones con el humo de los cigarrillos y otros distintos tipos de hierbas. En aquellos meses que se le hicieron eternos, Tōshirō por un momento había creído en la posibilidad de mandar al diablo toda su vida y dejarse llevar por esas adicciones que lo ayudaban a olvidar, por unos pocos minutos, lo que el mundo le había arrebatado sin piedad, alejando de su lado a la persona que más amaba y respetaba. Una persona que, sin ella, creía que le sería imposible seguir. Y dejándose llevar por sus pensamientos más infantiles, se permitió tener ese estilo de vida despreocupado hasta que, poco tiempo atrás, un recuerdo escondido en lo más profundo de su corazón que ya creía olvidado regresó a su mente. Cuando pudo despertar de su borrachera de esa noche, la visión de una mariposa blanca junto a su cuerpo inerte y destruido terminó por ayudarlo a despertar de esa horrible realidad de casi doce meses y tomar nuevamente el control de su vida para volverse el hombre honorable que le había prometido a esa mujer ser. Aunque la costumbre del cigarrillo le fue imposible de cambiar.

Por los primeros meses del año siguiente, se enfocó en buscar una secundaria fuera de su ciudad, una donde no lo conociera para no tener problemas en el registro de ingreso. ¿Quién aceptaría al holgazán y busca-problemas de la zona? Después de semanas pensándolo intensamente, Karakura apareció en su lista como una opción. Regresaría a casa... fue lo primero que se cruzó por su cabeza. Regresar al lugar en el que había vivido sus primeros años de vida antes de que tuviese que irse y que todo ocurriese, no parecía una mala idea. ¿Cuántos años habían pasado ya? ¿Cuatro? ¿Casi cinco? Si alguien lo recordaba, lo haría como el niño tranquilo que solía ser en el pasado. ¿No era perfecto como nuevo comienzo? Sus antiguos compañeros estarían en años avanzados en secundaria, probablemente en distintos institutos para ese entonces ya que era inevitable la separación. Si tenía suerte, no lo encontrarían y podría dejarlo empezar desde cero. Había cambiado lo suficiente físicamente para verse irreconocible a aquellos tiempos. Aunque sí existía un rostro en sus recuerdos que esperaba ver aún.

- ¡Oi, Tōshirō! – Una voz lo sacó de sus pensamientos cuando estaba cruzando las puertas de entrada de su nueva secundaria.

Levantó la cabeza para encontrarse con la misma muchacha del día anterior levantando una mano en manera de saludo mientras cinco pares de ojos masculinos se giraban en su dirección. ¿Acaso esa niña no sabe pasar desapercibida? Pensó al notar cómo muchos daban la vuelta para verla, algunos con recelo y otros con interés, como si fuese normal que ella estuviese haciendo escenas pero sin molestar en realidad a nadie. Él, sintiendo también miradas encima de parte de varias jóvenes estudiantes, trató de tapar un poco su rostro con la bufanda y caminó al grupo de Karin soltando un suspiro con el ceño fruncido, molesto por la atención que estaba teniendo.

- Soy mayor que tú, deberías llamarme con más respeto – gruñó, bajando la cabeza para encontrarla con una sonrisa blanca divertida en el rostro.

El Dragón de Hielo [HitsuKarin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora