El Dragón de Hielo [HitsuKarin]

Capítulo 9

En el camino de regreso, siendo guiado por Karin al no recordar la dirección, Tōshirō no se atrevió a hablarle ya que estaba al tanto que sólo seguiría empeorando la situación además de saberse incapaz de soportar el ver su rostro llorando de nuevo. Mientras tanto, su mente maquinaba la conversación completa en su cabeza pensando en el error que había cometido al decidir arruinar su vida después de la muerte de su tía y su abuela. ¿En verdad no había pensado en ella ese día? ¿Qué había cruzado su cabeza después de quedarse solo? Sabía que estaba demasiado ocupado pensando en lo mucho que detestaba encontrarse en esa situación, teniendo recuerdos de Hinamori a cualquier lugar donde mirara, pero ¿dónde estaba Karin? Estaba seguro que sus memorias de ella no habían desaparecido aún porque había formado parte de los recuerdos que decidió olvidar luego. Sin embargo, ¿por qué no recapacitó sobre su decisión a tiempo? ¿Por qué había destruido la fe que tenía en él? Karin siempre había sido un factor importante en sus decisiones, incluso después de dejar Karakura, ¿por qué no también en ese momento?

- Es aquí.

Se detuvieron en frente de una vivienda pequeña de paredes amarillas que estaba unida a una clínica llamada "Kurosaki" con una puerta de vidrio en frente. Cierto, su padre era doctor, recordó. Se bajó primero para poder ayudar a Karin a hacerlo después de quitarle el casco de la cabeza y la acompañó lentamente hasta la entrada de su casa, que era en un pasillo a un costado del edificio.

- Quiero disculparme de nuevo por lo que pasó.

- Tōshirō...

La detuvo con un beso.

A diferencia del primero que le había dado días atrás, esta vez trató de ser comprensivo y se limitó a tomar su rostro entre sus manos con delicadeza mientras ella todavía no sabía cómo reaccionar por la confusión. Esperó con paciencia hasta que, unos segundos después, sintió dedos aferrándose a su musculosa para acariciar su pecho con algo vergüenza que se evidenció en el temblor de sus manos. Eso era bueno, ¿verdad? ¿El que estuviese correspondiéndole? Tōshirō terminó de acercarse los centímetros que quedaban, tirando de su nuca y sacando su lengua para tratar de hacerle abrir la boca, a lo que ella respondió con sorpresa para después alejarlo.

- ¿Dōshite?

- Es demasiado. No puedo...

- Hai, hai. Gomen – se disculpó, juntando sus frentes -. Entra antes de que te enfermes.

Se despidió de ella plantándole un corto beso en la frente y otro en el dorso de una mano y se encaminó hacia su motocicleta cuando el sonido de pasos a sus espaldas lo hicieron girarse, reconociendo que no se trataba de Karin. Antes de poder ver quién era, el impacto de un puño cerrado en su mejilla lo golpeó de una manera tan poderosa que pudo apostar que, de no tratarse de él, podría haberle roto la mandíbula a cualquier otra persona. Cayó en el suelo de espaldas y entrecerró los ojos cuando distinguió una cabellera pelirroja, casi naranja, y una mirada ocre sobre una piel color melocotón. Ha crecido considerablemente, pensó para sus adentros.

- No vuelvas a llevarte a mi hermana sin permiso, kono kuso yarō.

- ¡Ichi-nii!

Karin apareció en escena y tomó el brazo que su hermano había usado para golpearlo.

- Yo, Kurosaki – lo saludó él, sentándose en el suelo para observarlo -. Ha pasado un tiempo.

- ¿Tōshirō? ¿Qué estás haciendo aquí?

- He vuelto a Karakura.

Al parecer su respuesta no lo hizo feliz ya que, al instante, dio un vistazo al rostro de la muchacha a su lado y supo que había notado el color rojo de sus ojos como prueba de que había estado llorando porque su semblante se oscureció. Incluso si se trataba de un sujeto mayor a él, Tōshirō no se sintió intimidado, ni siquiera al saber que lo superaba en altura, tamaño y, probablemente, fuerza, sino que se puso de pie en su lugar con la barbilla en alto con intenciones de ganarse el respeto del hermano mayor de Karin de la misma forma que lo había hecho la última vez. A pesar de saber que Ichigō no debía de quererlo cerca de ella, tanto por el daño que le causó en el pasado como por el miedo a herirla de nuevo, se prometió que no se rendiría.