Capítulo 23

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penúltimo capítulo

- Yo lo haré – juró Tōshirō, volviendo a ponerse de pie mientras Rukia lo observaba sin comprender.

- ¿Uh?

El joven miró al cielo tormentoso y cerró las manos en puños.

- Yo me vengaré por lo que le hicieron a Karin aquel día. – Cerró los ojos para concentrarse en las gotas de lluvia que caían en su rostro. – Yo y sólo yo tengo que hacerlo.

- ¿Estás demente? ¿Acaso no recuerdas cómo terminaron ambos la última vez?

- Lo recuerdo bien – admitió, tratando de borrar la imagen de ella desangrándose en el suelo -, por eso es que debo hacerlo. Puedo hacerlo. Por Karin y por mí. Jamás podría vivir conmigo mismo sabiendo que no pude protegerla.

Por los días que pasaron después de aquella promesa, Tōshirō se vio sumido en un ritmo diario donde su único objetivo era el mejoramiento personal. Todas las mañanas, antes de ir a clase, salía a correr por algunas horas sin importar el clima que hiciese fuera, luego tenía clases privadas por la tarde con el entrenador Zaraki Kenpachi donde todos los días terminaba herido y lo que duraba el resto del día lo gastaba en el Seireitei. Trataba de mantener su mente concentrada en sólo eso para no tener que pensar en lo solo que se sentía cada segundo al saber que Karin ya no deseaba volver a verlo. Al principio, una vez que le fue dada el alta en el hospital, Tōshirō podía escuchar de parte de Shinta y Ururu que ella lo estaba buscando, que quería hablar con él; no obstante, se mantuvo firme en su decisión y trataba de evitar cualquier contacto. El hecho de que nadie en la familia Kurosaki quisiese que se le acercara resultó hacer las cosas más sencillas ya que tanto Ichigō como Yuzu se encargaban de llevarla a clases y después ir a buscarla. Al encontrarse todavía herida, Karin no podía llevar a cabo ningún deporte así que no podía asistir a ninguno de sus clubes extracurriculares.

Por el otro lado, la vida de Tōshirō terminó volviéndose rutinaria casi automática. Después de tantos intentos para olvidarse de su alrededor y concentrarse sólo en sus entrenamientos, el muchacho podía sentir un deja vu a su manera de comportarse después de la muerte de su tía Hinamori y su abuela. Con el único ser vivo con quien todavía podía compartir parte de sus sentimientos era Hyōrinmaru, quien se había recuperado totalmente de sus heridas, pero la falta de Karin en su rutina diaria le resultaba extremadamente doloroso. ¿Hasta cuándo seguiría así? ¿Terminaría una vez que se vengara de aquellos tipos que habían lastimado a Karin? ¿Podría volver a pedir perdón cuando todo acabara? ¿Lo aceptaría de regreso? Le era insólito saber que no podía simplemente caminar hacia ella como tantas veces lo había hecho antes y sólo estar a su lado. ¿Cuánto duraría sintiéndose así?

- Ha estado preguntando por ti – solía decirle a veces Ururu cuando nadie estaba prestando atención.

¿Naze, Karin? ¿Qué es lo que esperas saber al hablar conmigo?

- Lo sé, pero necesito más tiempo – era lo único que él le respondía.

Sin embargo, no fue hasta unos meses después cuando, mientras practicaba con Kuchiki Byakuya como su entrenador, se ganó un buen golpe en las costillas al distraerse por haber escuchado una voz que parecía ser de Karin. Se sobó el costado, pidiendo un descanso, y aguzó el oído. Es ella, confirmó con seguridad. Al instante, pudo reconocerla entrando por la puerta del dōjō acompañada por Kyōraku Syunsui. ¿Cuándo había sido la última vez en que la había tenido tan cerca? A pesar de estar a algunos metros de distancia, Tōshirō pudo jurar que había logrado hasta sentir su aroma al cruzar la entrada. Y ella también lo había sentido, podía apostarlo en el momento en que sus ojos se encontraron. Todo su cuerpo vibró por ello.

El Dragón de Hielo [HitsuKarin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora