Capítulo 4

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- Ne, ¿estás escuchando, Tōshirō?

Karin estaba pasando una mano frente a su rostro y lo observaba con curiosidad.

- Te ves pálido, ¿dōshite? ¿Qué sucede? ¿Estás bien?

- Yamero – ordenó, pero ella volvió a acercarse para quedar a unos centímetros de su rostro -. Te dije que te detengas.

- Hai, hai, ossan.

Tōshirō le dio un vistazo disimulado para verla volver la vista al frente, donde el sol comenzaba a desaparecer en cada minuto que pasaba, haciendo que su piel tomara un color cercano al dorado. Por un momento hasta creyó que estaba brillando.

- Oi – la llamó, ganando su atención -, ¿podrías contarme más?

- ¿Sobre qué?

- Sobre tu... amigo. El que desapareció.

- ¿Quieres verme triste, acaso? – Antes de que pudiera decir algo, ella se llevó ambas manos a la parte de atrás de su cabeza y miró al cielo. – Ah... ¿por dónde debería empezar? Si ni siquiera recuerdo su nombre – dijo con una sonrisa que no parecía para nada feliz -. Se trató de una amistad algo extraña porque era más grande que nosotros, ¿sabes? Nos ayudó en un partido que tuvimos contra un quipo mayor. Al principio no iba a hacerlo, no parecía interesado en lo que ocurriera, pero... quizás suene algo presuntuoso pero, mientras estábamos jugando, recuerdo que uno del equipo contrario me empujó e hizo que me torciera el tobillo. Él apareció cuando Kei estaba ayudándome a levantar, quizás porque estaba pasando justo por allí. – Mientras hablaba, Tōshirō notó que sus ojos parecían brillar húmedos. – Pedí "tiempo fuera" y fui a buscarlo, a pesar de no poder correr. Me preguntó si había salido herida y le dije que no era nada importante. Todavía puedo escuchar su voz al decir: "Supongo que no tengo otra opción. Sólo tenemos que ganar, ¿verdad?" – repitió, tratando de imitarlo al colocar las manos en sus bolsillos y hacer una voz grave - Me negué a irme del juego ya que los muchachos me consideraban la capitana y, gracias a él, logramos ganar.

- ¿Y qué recuerdas de cuando se fue?

- No mucho... Fui a verlo en el instante en que supe que se mudaría ya que no nos había dicho nada ni a mí ni a los otros – explicó, bajando los brazos para tomarse del guardarraíl -. Es una despedida en la que no quiero pensar ahora. No tengo buenos recuerdos, ¿entiendes?

- Sumanai.

- No te preocupes. – Karin dio un salto hacia el frente para quedar de pie y se giró con una sonrisa a verlo. – Debo irme ahora. Tal vez todavía tenga tiempo antes de que cierre el club.

- Ah... mata ne – se despidió él con un asentimiento de cabeza.

- ¡Mata ashita ne! ¡Nos vemos mañana!

Al mismo tiempo que la veía alejarse de allí corriendo, Tōshirō pudo conmemorar perfectamente el día en que ella había ido a despedirlo.

Se encontraba terminando de armar su equipaje con todas las pertenencias que pudiesen entrar en esos bolsos, demasiado nervioso y apresurado para poder prestar atención a lo que estaba dejando atrás. Ni siquiera podía pensar en otra cosa que no fuese la persona que estaba esperándolo del otro lado del país. Había comprado su pasaje en tren en el momento en que supo lo que estaba sucediendo de parte de su abuela. "Tu tía Hinamori está gravemente enferma, Shirō-chan. El doctor dice que le queda poco tiempo. Deberías venir a verla antes que..." ¿Antes que qué, obā-chan? ¿Qué era lo que estaba esperándolo allí que no quería decirle por teléfono? Le era sencillo adivinarlo, casi podía escuchar a su abuela diciéndoselo. ¿Hinamori iba a morir? ¿Era inevitable? ¿Cuánto tiempo le quedaba? ¿Días, semanas?

El Dragón de Hielo [HitsuKarin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora