Tōshirō se vistió esa mañana con una camisa blanca con mangas largas con su corbata, una cazadora oscura, sus pantalones de vestir, botas militares marrones y, por último, su típica bufanda verde agua al cuello. Por lo que había visto en la ventana al despertar, una tormenta estaría a punto de caer en cualquier momento debido a la impresionante ventisca que estaba abriéndose paso en el exterior acompañada por varias nubes negras en el cielo. Desayunó una taza humeante de café negro mientras se encargaba de dejar un tazón en el suelo con comida canina, viendo aparecer al instante un hermoso perro blanco que le llegaba a la altura de la cadera. Según lo que había logrado investigar sobre él, al parecer era una cruza entre pastor suizo y gran danés, que explicaba la forma puntiaguda de sus orejas, su pelaje blanquecino y enorme tamaño. Lo había encontrado hacía pocos meses en las calles al escucharlo llorar fuera de su puerta una noche de lluvia, con aspecto de haber vivido sin alimento por largo tiempo y sin la mitad del peso que tenía en la actualidad. Yendo en contra de las reglas del edificio, le permitió pasar algunos días con él hasta que estuviese mejor y, la tarde en que se decidió a dejarlo ir, Tōshirō había entablado un vínculo tan fuerte con el animal que le fue imposible abandonarlo. Desde entonces, eran inseparables. Además, por el otro lado, vivía en un edificio de departamentos estilo danchi, donde su puerta daba directo a un pasillo exterior, teniendo que bajar unas escaleras para llegar ya a la calle.
- Ohayō, Hyōrinmaru – lo saludó dándole algunas palmadas en el lomo, a las que él respondió colocando sus dos patas delanteras en su pecho -. Quieres ir de paseo cuando regrese, ¿no es así? – El animal movió su cola eufóricamente al escucharlo y lamió su rostro. – Hai, hai. Entonces espera aquí. Volveré pronto.
Se colgó su mochila al hombro después acariciar a su mascota y salió por la puerta de entrada.
Está nevando, pensó de mala gana al ver cómo varios copos blancos caían del cielo como en una danza sincronizada que lo molestó aún más. Después de haber estado nevando el último día que vio a Karin después de lastimarla y también la mañana en que su tía Hinamori había dejado ese mundo, había aprendido a odiar la nieve como si se tratara de su peor enemigo.
- ¿Me quitarás a alguien hoy también, maldita sea? – preguntó en voz alta, viendo su aliento cristalizado en el aire.
Subió la parte delantera de su bufanda para tapar la mitad de su rostro hasta la nariz y metió las manos en sus bolsillos antes de emprender camino a su secundaria.
- ¡Tōshirō! – escuchó a una mujer llamarlo mientras daba unos pasos por el pasillo.
Giró el rostro para encontrarse, efectivamente, con su vecina.
Se trataba de una mujer joven, pero mayor que él, de cabello largo y pelirrojo, ojos tan claros que llegaban a ser grises y un cuerpo alto, delgado y de voluptuosas curvas que, en ese momento, escondía debajo de una bata de dormir. Matsumoto Rangiku. ¿Acaso no debería estar trabajando ya? Su rostro se veía cansado y estaba dejando escapar un sonoro bostezo.
- ¿Qué quieres, Matsumoto?
- Me he olvidado de pagar el agua este mes y acaban de cortármela, ¿te molestaría si tomo un baño en tu departamento? – le preguntó con una mirada suplicante.
- Por supuesto que me molestaría.
- ¡Ah! ¿Nande?
- Porque deberías ser más responsable respecto a tus cuentas. - Rangiku soltó un bufido y luego salió por la puerta con una pequeña canasta y una toalla. - ¿Qué crees que estás haciendo?
Pero ella no le respondió porque instantáneamente comenzó a correr hasta la puerta de su casa para entrar y cerrar de un golpe antes que pudiera evitarlo.
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El Dragón de Hielo [HitsuKarin]
Fanfiction"- Yo me vengaré por lo que le hicieron a Karin. Yo y sólo yo tengo que hacerlo. - ¿Estás demente, Tōshirō? ¿Acaso no recuerdas cómo terminaron la última vez? - Lo recuerdo bien, pero esto es algo que debo hacer. Tengo que hacerlo. Por Karin y por...