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Mar está delante de mis ojos... ella está echada, durmiendo en mi cama, conmigo. Su cabello hace que quiera undir mi cara en el, y sus labios provocan que me acerque aún más de lo que ya estoy...

- Mmm... ¿Ángel?

- Aquí estoy.

Me sonríe con esa sonrisa que adoro. Me está abrazando y yo solo estoy pensando en juntar nuestros labios.

- Eres diferente. - le digo en un susurro.

- ¿Por?

-Por qué tú...

***

- ¡Mierda! ¿Qué clase de sueño es ese?

Joder... es una de las pocas veces que duermo tranquilo, sin ninguna pesadilla, como aquella vez que Mar se quedó a dormir aquí... como en mi sueño.

Sacudí mi cabeza para dejar de pensar en estupideces y me levanté de mi cama.

- Sábado.

Comencé a encaminarme hacia la cocina y como siempre, no había nadie.

- Mañana quiero volver a trabajar contigo otra vez. - dijo una voz femenina bastante... seductora.

- Cuando quieras, pero esta vez en tu departamento.

- Ay, es que mi marido vendrá pasado mañana. - dijo poniendo voz triste.

- Mañana tengo que trabajar con otra persona.

- Jajaja. - rió como una puta. - Nos vemos. - dijo susurrando, intentando tener la voz sexy.

No. Esta vez no.

- Buenos días Marti. - dije mirando fríamente a mi donante de esperma. -A las putas no las saludo. - dije y comencé a caminar hacia la sala.

- Alto niñato. ¡A mi nadie me dice puta y menos tú!

- ¿Qué? Jajaja, pensé que ya estabas acostumbrada. Aunque lo vuestro a lo mejor va bien y todo, mamá. Dicen que los hijos de puta, se entienden con los hijos de puta. ¿Tú qué crees?

- Lo que yo creo es que tendrías que callarte esa bocota que tienes de tanto decir estupideces niñato. - dijo acercandose a mi, apuntandome con su dedo amenazante.

Aperté su mano con un golpe que lanzó la mía, y ella solo abrió la boca de lo sorprendida que estaba.

- La próxima vez que te me vuelvas a acercar, piensatelo un poco. Puta.

Salí de allí. Cuando caminé lentamente para irme a mi habitación, me paré en seco y lo observé. Lo miré con tanta rabia y dolor... sentía como si fuego inundara mis ojos, y mis puños... mis puños solo estaban a un segundo de explotar por culpa de la fuerza que los controlaba.

- Ángel yo...

Una sonrisa diabólica salió de mis labios y sin decir nada, lo callé.

- Mejor.

Eso fue lo último que escuchó decir de mí. A él no le importaba en absoluto, o eso creía pero, ¿como no pensarlo? Todas las noches estaba con una diferente, aunque eso me daba igual, pero lo que digo es que, ¿cuando se preocupó de mí?

- ¿Dónde está mi camisa...? Aquí estás. Ahora mis tejanos y mis zapatillas. Qué más... el cepillo de dientes y un par de abrigos y... ¡ostía, los calzoncillos! y las medias... - Esto sí que es costoso de hacer...- ¡La mochila!

Cogí mi móvil y comencé a buscar el número del Alfonso en contactos.

- Ángel, dime.

- Alfonso, me puedes decir en qué calle vive... esto...

- ¿Quién?

- Ya sabes... emmm...

- Alfonso, estoy un poco...

- Mar. ¿Dónde vive?

- ¿Para qué?

- Dímelo. ...Por favor.

- Bien...

Rápidamente, arranqué un trozo de hoja de la primera libreta que encontré y comencé a apuntar la dirección.

- Gracias.

- Ángel, te puedo hacer una pregunta? Para qué...

- Me voy, adiós.

- Piensa bien lo que vas a hacer.

Solo lo escuché y colgué. El tenía razón, lo tenía que pensar muy bien.

¿Me dejará entrar?

Quisiera ConocerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora