Ash

Desperté en una habitación, una habitación donde sólo había una cama entre cuatro paredes rocosas. Ahora también se encontraba una chica, muerta de miedo.

Toqué inconscientemente mi herida en la mejilla, arde. Dí un pequeño impulso y me senté en la no tan cómoda "cama". Era un simple colchón (Roto, para la buena suerte.) en un sucio y al igual que las paredes, rocoso, suelo.

Iba a levantarme y a salir por una gran puerta blanca. Sin embargo, un hombre, de unos 40 años, entró por aquella puerta.

Entonces se acercó a mí con una sonrisa, no linda, si no más bien, perversa. ¿Qué más me podía esperar?.

Tal hombre, de gran barba, terminó por acorralarme. Y yo, sin ningúna expresión en el rostro pregunté

—¿Quién se supone que eres?.
No podía estar más mareada.

—¿Qué tal, Ashley?.
Su voz, tan grave, y su cuerpo, tan apegado al mío.

—¿M-Mmh?
Me moví un poco, el sujeto sonrió.

—Dime, niña. ¿Qué harías para volver con tu grupo?.
Se acercaba a mi cuello.

—T-Todo.

—¿Te apetece un trato?.
Tomó mi mejilla y se acercó lentamente a mis labios.

Que

Asco.

—¿Qué clase de trato?.

—¿Eres vírgen?.

—N-No te interesa.
Cerré mis ojos.

—Si, bastante, perra.

—Tu madre. Me largo.

—Primero, harás lo que quiero.

—¿Y qué demonios se supone que quieres?.

—Bueno~.

Abrí mis ojos tanto como podía hacerlo al sentir sus manos pasearse lentamente por mi cintura.

Si hacía caso, si cedía a lo que él quería, tal vez me lograría reunir con los demás. Y no, no pensaba hacerlo.

Intenté mover y tomar el control de mi pierna, por más cansada que estuviera, y apenas lograrlo la llevé en dirección a su pecho, pegándole. Retrocedió entonces, y obviamente no había sido suficiente.

Me acerqué a él con un poco de miedo, cerré mis ojos y esta vez dirigí la patada a su entrepierna provocando así sus gritos.

—¡T-Toma!.
Mi voz temblorosa.

—Hasta aquí llegaste.
Él, acercándose.

Tenía que salir de aquí.

Llevó sus manos a su cinturón con intención de quitarlo, claramente no era ningúna buena señal. Retrocedí entonces, muerta de miedo, buscando con la mirada algún objeto que sirva.

Sin embargo, de tanto retroceder tropecé callendo al suelo. Él se seguía acercando.

Ahora intenté buscar una salida, y obviamente no había nada más que esa maldita puerta, y bueno, una ventana.

Y no, no podía por la puerta, esta ya estába cerrada con seguro, de eso ya se había encargado el hombre que ahora se encontraba otra vez, acorralándome.

—A-Aléjate.
No podía hablar, sin embargo fué lo único que dije en un pequeño susurro.

No sabía que hacer. Entonces logré percibir como entraron dos mujeres, las dos mismas que drogaron a Mike y a Sam. Y, sin pensar, comencé a actuar.

Salir Adelante ; EditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora