Chris

No podía creerlo. Ash y yo, otra vez, besándonos. No lo creía. Parecía todo, otra vez, la mágia del sueño.

Y temía volver a soñar

Porque al fín y al cabo

Iba a despertar.

Entonces, un ruído me despertó. Un ruído perfectamente conocido. Ese que me decía que...

Ellos volvían.


Han pasado ya dos meses de lo ocurrido. Dos largos y jodidos meses. Dos largos meses soportándo a gente detrás mío, sí, acosándome. Dos meses. Dos jodidos meses.

Tomé mi abrigo y fuí en dirección a la puerta, salí de casa. Salí de casa, sin saber a donde ir, hasta pensar en ella. Por más cursi que suene, moría de ganas por verla, necesitaba verla, necesitaba estár con ella. Era la única que lograba despertar ese lado cursi que ni yo conocía de mí.

Era Ash.

Mi Ash.

Fuí caminando, su casa no estába tan lejos. Fuí caminando, observando, observando el día tan apagado, sin sol, o muy escondido. Las nubes se encargaban de tomar el control del cielo.

Todo era tan gris, y de seguro cambiaba automáticamente al apenas percibir los hermosos ojos esmeralda de tan hermosa chica antes mencionada.

Demonios, mira como me tienes, pequeña Ash.

Después de probablemente unos 10 minutos llegué a su hogar. Su ventana estába abierta. Me acerqué a esta. Y no, no era yo, era la curiosidad.

Pensé en verte felíz, o por lo menos esbozando una pequeña sonrisa, sin embargo te encontré llorando. Sosteniendo un marco mediano donde se lograba verte a tí, con una sonrisa sincera. A tí, junto a tus padres y a tu hermano pequeño.

Pretendía pasar por la ventana, saltar y hacerte sonreír con esa pequeña estupidez. Con una pequeña estupidez, de esas que tanto te gustan. Esas que te hacen reír hasta tomar un dolor de estómago, sí, esas.

Sonreí nada más pensar en la gran y hermosa sonrisa que se iba a formar en tu lindo rostro. Me acerqué aún más a la ventana para poder saltar.

Pero en vez de pasar a mi sueño...

Pasé a mi pesadilla.

Sentí algo en mi cuello, y no, lamentablemente no eran tus delicados besos, de esos cuando me abrazas por sorpresa y haces ese tan lindo acto que provoca ligeros sonrojos en nosotros, no, no lo eran.

Sentía un pequeño líquido entrar por mi cuello, se sentía horrible, no podía describirlo, simplemente sentirlo.

Caí, y lo sentí.

Caí al suelo, y cerré mis ojos.

Estába entrando en otra profunda y tan real pesadilla.

Salir Adelante ; EditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora