22. Pequeña inocencia.

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Narra Ana

- ¿Te parece si vamos a otro lugar? – cuestione con una sonrisa grande y feliz – Hay una feria. No está lejos de aquí y probablemente muramos mañana o pasado y... - guarde silencio de manera divertida. Alce ambas cejas hacia Steve y este solo sonrió mientras negaba.

- Claro – aseguro – Puede que vuelva a quedar congelado por otros setenta años, así que sí, claro.

- Eddy – llame - ¿Puedes traernos la cuenta por favor?

- Por supuesto, Ana – aseguro de inmediato y fue a la caja registradora, comencé a sacar un par de billetes de mi bolso del pantalón – Aquí tienen.

- Toma hijo – menciono Steve entregándole un billete – Gracias – se puso de pie.

- Gracias – menciono mi compañero de clases con una sonrisa amable y grande – Pasen una buena noche.

- Igual, Ed. Cuídate – me acerque a él y susurre – Si puedes reportarte enfermo estos días. Quédate en casa y no salgas – el me miro sin entender, le sonreí de manera incomoda y después asintió comprendiendo a que me refería.

- Por supuesto – aseguro – Cuídate igual – asentí y salí del aquel lugar junto con Steve.

***

- Nunca he ido a una feria – comente – Por una u otra cosa nunca he podido ir.

- Recuerdo las ferias de mis tiempos – comento él – No me agradaba mucho salir, pero mi mejor amigo me obligaba a hacerlo.

- ¿Por qué? – curiosee mirando a Rogers a mi lado un poco hacia arriba. El soltó un suspiro y tomo mi mano entrelazando sus dedos con los míos. Mire aquel acto, primero sorprendida, pero después con una pequeña sonrisa.

- Antes no era como lo soy ahora – comento – No era el Capitán América. Solo era un pequeño chico de Brooklyn. Solo era Steve Rogers.

- ¿Y? – mencione sin entender – No creo que el suero haya modificado quien eres. Es decir, físicamente lo hizo, pero no por dentro. Porque sinceramente no te imagino siendo un idiota de talla mundial – Steve soltó una pequeña risa y negó.

- Ni siquiera podía hablar con las mujeres – comento – Nunca lo hice y la primera vez que lo hice. Fue... - el arrugo su nariz – Vergonzoso.

- Bueno, supongo que fue mejor que ser lanzada – comente recordando que nuestro primer encuentro aquel hombre a mi lado me había arrojado al colchón y de ahí al suelo. Rogers se detuvo haciéndome detener con él – El golpe fue duro – me encogí de hombros y seguimos caminando – Supongo que a todos nos pasa. Aunque para ser sincera, no pa... ¡Ah! – sentí como alguien había chocado con mi cuerpo o más bien, mis piernas.

- Lo siento, señorita – se disculpó una pequeña rubia de ojos azules, unos muy preciosos.

- Hola preciosa – me coloque a su altura - ¿Qué haces aquí sola? – le pregunte poniendo una mano sobre su hombro.

- Estoy perdida – comento mirando hacia todos lados de manera temerosa y nerviosa – Mi papá nos llevó a la feria a mamá y a mí, pero después ya no los vi y no sé dónde estoy. Intenté buscarlos, pero me perdí, no supe regresar y...

- Oye, tranquila – mencione intentando que se relajara, había comenzado hablar muy rápido – Tranquila, todo está bien. Nosotros te vamos ayudar. Soy Ana y él, es mi amigo Steve – señale a Rogers a mi lado - ¿Cuál es tu nombre?

- Madison – respondió.

- Es un placer conocerte, Madison – comente sonriéndole, esperaba que se tranquilizara un poco - ¿Cuántos años tienes?

Libre - Steve RogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora