25. Recuerdalo para mí.

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Narra Ana

- Mejoraste mucho para tan solo unas horas – comente saliendo de la sala de puntería – Aprendes rápido, Rogers. Estoy impresionada – le comenté de la manera más sincera posible – Dame eso – pedí el arma – Pondré el armamento en su lugar – pase hacia la armería colocando las armas en sus respectivos lugares - ¿Quién te trajo hasta acá? – pregunte al recordar que Steve no contaba con la autorización para ingresar a la armería.

- La agente Romanoff – respondió a mi pregunta tan simple. Me tense notablemente al escuchar aquel apellido de la rusa – Parece que no se agradan mucho.

- ¿Qué acaso no te quedo claro en el laboratorio? – pregunte de manera sarcástica y salí por completo de la habitación de tiro.

- ¿Qué problemas hay entre ustedes dos? – curioseo Steve a mis espaldas. Gire a mirarlo diciéndole que no le diría nada tan solo con la vista – Ambas parecen odiarse.

- El sentimiento es mutuo – asegure con una sonrisa – Imagino que son celos profesionales, pero eso no lo puedo asegurar. Desde el momento en que me vio me odio y bueno – me encogí de hombros – Con mi carácter, pues. No me ayudo a llevar la fiesta en paz y lo ves ahora – extendí mis brazos señalándome a mí misma – Amor de compañeras – Steve sonrió negando un poco divertido con la cabeza – Si te soy sincera, no la odio. Pero no me voy hacer menos, solo porque ella no pueda soportar que haya otra mujer. No la quiero asesinar como todos piensas – guarde silencio pensando en mi respuesta – Bueno, solo a veces.

- Te busque en la mañana – comento Steve de repente – Tenia la idea de desayunar juntos, pero nadie respondió en tu habitación. Supuse que no estabas y me marché a los comedores, ya ahí recordé que mi puntería no había sido la mejor y decidí ir a practicar. Ahí apareció la agente y como no sabía dónde estaba la sala de tiros, pues le pregunte.

- Si esta explicación me la diste porque piensas que tienes que hacerlo por obligación ¿Sabes que no era necesario, cierto? – lo observe nuevamente.

- Lo sé – aseguro – Solo quería decírtelo – asentí y volví a caminar mirando hacia el frente.

- Bueno, si es que aun quieres mi compañía. Iré a buscar a Thor y a Bruce. Puedes ir a ayudarme, si así lo quieres – propuse sin más.

- ¿Es una invitación? – me encogí nuevamente de hombros.

- Solo me haría bien un poco de compañía – acepte – Estando con alguien, es menos probable que quiera romper las pantallas.

- Solo por el bien de la tecnología de la nave

***

- ¿Qué haces? – curioseo Steve a mis espaldas.

- Trato de ubicar a Thor o a Bruce – comente tecleando en la pantalla sin siquiera despegar la vista del teclado.

- Pero ¿Cómo exactamente lo haces? – sentí su cuerpo tras de mí por supuesto que él era más alto que por lo tanto no le impedía mirar lo que yo hacía.

- S.H.I.E.L.D. tiene un sistema que se puede colar en cualquier dispositivo con cámara – comencé a explicarle al rubio – Puedo ver a través de cualquier aparato que tenga cámara. Mira – teclee el tablero rápidamente – Lo ves – señale la pequeña pantalla a mi izquierda – Ese es tu móvil – Steve llevo su vista hacia el pantalón y cuando saco el celular observo que nosotros nos mirábamos en la pantalla – Es fácil.

- Es invasión a la privacidad – aseguro. Rodé los ojos y me salí de su celular para seguir buscando en las calles.

- Lo es cuando lo haces para espiar a las personas, no para ayudar a salvar el mundo – aclare – Aparte solo me estoy metiendo a los sistemas de cámaras de seguridad de la vía publica, los cajeros, cámaras de tránsito, y esas cosas. Nada en casas o lugares cerrados.

***

- ¡Agh! – golpe mi cabeza contra la mesa de manera frustrada – No hay resultados.

- Tranquila – menciono Steve – Toma un respiro.

El rubio tenía razón, estaba algo abrumada con todo esto y tomarme cinco minutos no me caerían nada mal. Me enojaba la idea de no poder ser útil para el equipo, de no poder hacer nada por ellos, pero estando frustrada no lograba hacer mucho por ellos.

- Quiero ayudar – mencione rendida – Y no sé cómo hacerlo – tome asiento en mi cama llevando mis manos a mi rostro y pasándolas de forma frustrada – Quiero ser útil de alguna manera.

- Eres de mucha ayuda – aseguro Rogers sentándose a mi lado – Al parecer eres la única que haces algo para encontrar a tus compañeros.

- Solo quiero que esto acabe, Steve – lo mire por unos segundos – Quiero volver a casa con mi familia. Estando aquí no me siento bien. Todo inunda mi cabeza y comienzo abrumarme. No quiero lastimar a nadie, pero tampoco quiero seguir en este lugar por más tiempo. Aquel Dios logro su cometido.

- No – aseguro Steve – Él no ha ganado, no aún. No dejes que él se meta en tu cabeza. Eres una buena persona. No pienses lo contrario.

- Lo dices porque no me conoces – comente mirándolo con una sonrisa cansada.

- Lo digo porque yo solo conocí a una chica – tomo mi mano entre la suya – Solo tengo la imagen y el recuerdo de la chica que me ayudo durante varios meses. Solo te he conocido a ti, a justo quien está frente a mí, preocupada por su familia y amigos. No conozco a quien sea que haya sido antes y si la conozco, creo que de la misma manera la llegaría a comprender. La chica que llamo mi atención, es la misma chica que está aquí a mi lado, en este instante. Sé que eres fuerte y si, probablemente tengas miedo y te sientas un tanto frustrada, pero debes controlar tus miedos. Nadie puede jugar contigo si tu no se lo permites, nadie puede entrar a tu cabeza si tu no lo quieres, y mucho menos nadie puede decirte quien eres y lo que eres. Tú, Ana, eres mucho más fuerte que cualquiera que te diga lo contrario. Tu eres dueña de ti misma y siempre será así. Nadie, absolutamente nadie, tiene derecho sobre ti. No permitas que te muevan en su juego, ni te manipulen a su antojo. Eres mucho más fuerte de lo que crees – sonreí con pesar y recargué mi cuerpo sobre su brazo, reposando mi cabeza en él.

- Gracias – suspire.

- Estaré aquí para ti aun cuando ni tu misma lo estés – menciono el rubio para segundos después dejar un beso en mi coronilla – Nunca jamás te definas por tu pasado, lo tuyo no fue una elección, mucho menos una sentencia de vida.

- Recuérdame eso cuando toque fondo.

- Lo recordare cada vez que te pierdas en ti misma.

Levante mi rostro hacia él, sus ojos parecían sinceros, parecían decir la verdad. Era como si dijeran; No importa cuántas veces no sepas usar una lavadora, yo estaré ahí explicándote con paciencia.


Libre - Steve RogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora