Capitulo 22

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  Siete de la noche.

- ¿Qué tenes con los celulares? – enarcó una ceja y miró a Sam con expresión dudosa. Su pequeño hijo jugaba con las teclas de su celular. - dame eso bebe. – se lo saco de sus manos suavemente y pudo percibir como le producía un llanto repentino y bastante manipulador. – hey, basta ¿dale? – apartó el celular, colocándolo sobre la mesita de noche y cargó a Sam en brazos.

El niño soltó un llanto bastante grande, haciendo sus mejillas aún más coloradas.

- Mi amor... - susurró Gabriela, meciéndolo. – Samuel. – lo llamó acurrucándose en su pequeño cuello. – no llores hermoso. – pero el pequeño no se detenía. Y verlo de esa forma le hacía poner bastante nerviosa. - ¿Queres el celular? – el llanto se detuvo y en respuesta obtuvo un "sí" con la cabeza de parte de el. Puso los ojos en blanco y agarro el celular. - ¿lo queres? – le preguntó juguetona.
Sam volvió a asentir.

- Ce-lu-lar– pronunció Gabriela deletreando y abriendo bastante la boca. Sam se quedó observándola quieto. – Ce-lu-lar.

- ceee-luuu-lar – dijo el. Su pequeña y bonita voz hicieron a Gabriela sonreír. Le entregó el celular sin más y agarro a su hijo en brazos para darle varios besos en la mejilla que le proporcionaron cosquillas.

Siete de la noche y él no aparecía...

Quizá se arrepintió. ¿Sería posible que lo hiciera? "Por supuesto que sí..."

Todo había pasado tan rápido que hoy en la mañana había sentido un enorme impulso por contarle sobre Sam. Pero no podía decírselo en ese momento.Federico necesitaba verlo. Reconocerlo con sus propios ojos. Necesitaba ella misma ver su expresión al hacerlo... el estómago se le llenaba de emociones cada vez que percibía ese momento y se lo imaginaba en la cabeza. Se lo había imaginado por dos largos años y ahora estaba tan cerca.

Se mordió un labio y comenzó a tocar el pelo de Sam. ¿Y el? ¿Cómo se llevaría con su padre? El pensamiento también le arropó de sensaciones. Respiró hondo y dejó salir aire. Los días que había contado para este momento por fin estaban acabando. Y en realidad, por fin se había dado un espacio para ella. Sin importar absolutamente nada más, tal vez ahora era tiempo de ser feliz y contarle la verdad a Federico. ¿Por qué no? también tenía derecho. Había pasado por tanto. Merecía con bastante franqueza ser feliz completamente alguna vez. Necesitaba tenerlos a los dos en su vida. A Federico y a Sam en un mismo sitio. Era lo que tanto había anhelado y estaba a pocos minutos de poder presenciarlo.
La espera se hacía eterna. Miró en su antiguo reloj de mano. Siete y diez minutos. Habían quedado exactamente a las siete, ¿habría tenido algún problema?

De pronto el celular empezó a sonar, asustando a Sam y haciéndolo saltar en su sitio.

Le dio el celular a su madre obedientemente y esta lo sostuvo en sus manos con la esperanza de ver el número de Federico en la pantalla. Pero no lo era. El dispositivo no reconocía el número. Gabriela frunció el ceño. Apretó el botón verde y contestó.

- ¿Hola? – dijo esperando ansiosa que alguien respondiera en la otra línea. Un chirrido bastante estruendoso se escuchó y la señal y tuvo que apartar el celular de la oreja. - ¿hola? – preguntó de nuevo. Se apartó el celular una vez más y leyó el mensaje que aparecía en la pantalla: "NÚMERO DESCONOCIDO"... - ¿Gonzalo? – dijo frunciendo el ceño. Sam se dio vuelta al escuchar el nombre de Gonzalo en los labios de su madre. - ¿Sos vos? – preguntó Gabriela. Pero nadie respondía. Frustrada colgó la llamada y apartó el celular a un lado.
"Que carajos?" se quejó interiormente y no le dio tiempo a nada, el celular volvió a sonar y el mismo mensaje aparecía en la pantalla.

Esta vez se puso de pie, dejando a Sam sobre la cama y contestó.

- ¿Hola? – dijo esta vez un tanto más irritada. Lo único que podía escuchar era el mismo chirrido esta vez más leve en la otra línea. – Que mierda, ¿esto se trata de una bro... - antes de terminar la oración, escuchó una voz grave y entrecortada, pero no podía descifrar nada de lo que decía. Era casi inaudible. - ¿Gonzalo, sos vos? – su corazón empezaba a latir con bastante fuerza. – si sos vos por favor deja de jugar. – el chirrido paró y una voz dura y fuertemente clara se escuchó.

- Por fin te encontramos, Gabriela Toscano

Su garganta se secó y abrió lentamente la mandíbula.
Un miedo grande abarcó todo su interior y una sicosis le llenó todo el cuerpo. Asustada miró a todas partes. De arriba hacia abajo. De izquierda a derecha. Sus manos temblaban y le obligaron a soltar el celular. Sin darse cuenta, estaba jadeante y se había quedado petrificada.
Abrió bastante los ojos y se agachó a levantar el celular, colocándoselo en la oreja. La llamada había finalizado.

- Mierda... - susurró y sus ojos inspeccionaron su propio departamento de un lado para otro. Guardó el celular en el bolsillo trasero de sus jeans, miró la puerta de su habitación y corrió hacia ella colocándole la seguridad. Empujó un viejo sillón que adornaba su habitación y lo colocó al lado de la puerta. Su miedo la obligó a tirar varias cosas también sobre esta. Corrió hasta el balcón y lo cerró abrochando todos los seguros. Cerró las cortinas con fuerza y corrió rápidamente hasta la cama, donde Sam miraba sin entender nada. – Veni acá bebe. - Agarro a su hijo en brazos, apagó las luces de su habitación y se metió en el baño personal de su habitación.

Dejó a Sam parado sobre el váter y cerró la puerta del baño personal. Apagó las luces del baño de la misma manera. Sam soltó un gemido de susto, pero se le pasó al sentir los brazos de su madre arroparlo con fuerza y elevarlo, cargándolo y llevándolo dentro de la ducha junto a ella.

- No pasa nada. – le dijo tranquilizándolo. Cerró las cortinas y se escondió con Sam en la esquina de la pequeña ducha.

Su respiración estaba acelerada y el silencio reinaba en todo el lugar. Solo podía escuchar algunas palabras de Sam bastante inentendibles.

- Shh... - le dijo suavemente y su hijo se quedó callado.

Pasó a tratar de tranquilizarse ahora a ella misma. Cerró los ojos y abrazó a Sam con fuerza. No se llevaría... No se lo llevarían... No se lo llevarían...
Su corazón estaba arropado de miedo pero no dudaba en enfrentarse a quién quisiera hacerle daño a ella o a su hijo.

Palpó el celular en el bolsillo trasero de sus pantalones y lo sacó.

Desesperada, encontró el número de quién buscaba y apretó el botón verde.

Gonzalo contestó después de unos segundos.

- Habla Gonz...

- Soy yo...

- ¿Gabriela? – su voz se alarmó al escucharla.

- Te necesito Gonza. – le dijo sollozando contra el teléfono. – por favor veni... veni te necesito. Te necesitamos. – se quedó callada y abrazó fuerte a Samuel. – ellos están acá.  

TENTATION 3 | TOSCALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora