Capitulo 8

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  - Te hice un té. – Adriana apareció con una taza de té hirviendo y un sobrecito vació. – voy a partirle el culo a esa zorra, te lo juro.

- Vos no vas a hacer nada ¿okey? Ella no hizo nada más que restregarme lo que ya sabía. – Gabriela tapó a Sam con una sábana limpia y le dio un beso en la frente.

Después de todo, verle le había llenado de paz. No necesitaba más que todo eso en ese momento. Tranquilidad y ver a su hijo. Era el único que no estaba enterado de ningún problema y eso le satisfacía. Le hacía estar en casa. En su lugar.

- Gracias. – Gabriela se sentó sobre el borde de la cama y recibió el té que Adriana le había preparado a causa de sus lágrimas. – estoy bien. De verdad.

- ¿Hasta cuándo Gaby? – le preguntó una Adriana con los brazos cruzados.

- ¿Cómo se porto Sam hoy?

- Tu hijo es un ángel. Pero no cambies de tema. Quiero saber, ¿Cuándo se lo vas a decir?

- No voy a hacerlo nunca. - Gabriela tomó del té caliente.

- ¿Qué? – gruñó Adriana.

- Vas a despertar a Sam.

- ¡¿Qué?!

- Que no voy a decírselo. No quiero que lo sepa.

- ¿Fue por la zorra verdad?

- No. Es por Samuel y por mí. En dos años no lo necesitamos y tampoco lo necesitamos ahora. Además... Roxana tiene razón... - Adriana hizo una mueca al escuchar lo que Gabriela decía. – no puedo llegar de un día para otro y decirle a Federico que tenemos un hijo. Ni siquiera sé cuál va a ser su reacción. Puede rechazarme. Puede rechazarnos a los dos y va a ser mucho peor. No quiero exponerlo a el a que se encariñe con algo que ni siquiera sé si va a pasar ¿lo entendes? Federico tiene una vida hecha aca, que no me incluye ni a mí ni a Sam.

Adriana soltó un suspiro, observando a su mejor amiga tomar esa taza de té hirviendo. A veces le desesperaba que fuera tan terca y decidida.

- Vos no puedes tomar esa decisión por vos misma.

- La tome desde hace mucho.

- No pedes Gabriela. Federico tiene que saberlo... por Dios, no puedes prohibirle todo esto. Además, no te estoy diciendo que entre él y tú tenga que pasar algo.

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Federicose quitó el bivirí. Atrás de él, Roxana apareció, abrazándole los bíceps.

- Hola mi amor – dijo abrazándolo y deslizando sus manos hasta abajo.

- ¿Dónde estabas? – preguntó este, colocando sus manos sobre las de Roxana y sosteniéndoselas.

- Mnh... ¿desesperado por verme? – dijo y le dio un beso suave sobre el hombro desnudo.

- Sabes que sí. – soltó una mano de ella y tiro la otra para tener a Roxana frente a frente. – sabes que siempre estoy desesperado por verte. – se relamió los labios y se inclinó para besar el cuello de esta, que sonrío ante el taco de la boca de Federico contra su piel. Se dejó tocar por él, mientras este hundía sus manos entre su cadera. – estás preciosa. – le susurró con la voz dura, ronca y desesperada.

Ella enceró el rostro de Federico con ambas manos. Y en medio de varios besos húmedos y largos... sintió que no podía seguir ocultándole lo que acababa de hacer.

- Fede... - le llamó. Este subió la mirada a su encuentro. Aunque no muy a gusto. Necesitaba seguir besándola y así poco a poco...

- ¿Qué pasa? – preguntó ansioso.

- Necesito contarte algo. – Roxana soltó un suspiro.

- ¿Qué paso? – Federico enarcó una ceja. Ver a Roxana así... solo le hacía pensar que ella acaba de hacer algo de lo que se arrepentía. La conocía bien.

- Yo... solo quiero que sepas que hice esto porque sentí que... no lo sé, que tal vez...

- Basta. Decimelo. ¿Qué paso? – le preguntó realmente preocupado. Subió sus manos de las caderas de Roxana y agarro suavemente su mentón, girándolo para besarle los labios. – Tranquila. – le dijo aliviándola. Ella asintió, cautivada por el sabor de sus labios.

- Fui a hablar con Gabriela.

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- Es mi decisión. – volvió a sentenciar Gabriela. – y ya... por favor, no quiero seguir hablando de Federico y todo ese lío. – dejó la taza sobre la mesita de noche y se tumbó en la cama con Sam al costado. – muchas gracias por todo nena, no sé cómo voy a pagarte todo esto. – dijo hablándole a Adriana desde la cama.

- No tenes que pagarme nada cariño. Mientras la faena me de vacaciones te estaré ayudando en lo que pueda. Y además... - miró a Gabriela con expresión enternecida y llena de fe. – porqué tengo esperanzas de que todo esto va a terminar bien... solo hace falta un poco de tiempo y quiero estar ahí para verlo.

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- Solo quise...

- ¿Qué fuiste a hacer con ella?

- Solo hablamos.

- ¿De mí? – Federico frunció el ceño.

- De todo.

- ¿Qué es todo? – le preguntó exaltándose. Roxana tragó saliva.

- Cálmate por favor. Solo leddije que se aleje de vos, es todo.

- ¿Qué se aleje de mí?

- Te vi Federico. – este se separó de ella por completo. Caminando en distintas direcciones. Como si estuviera tratando de controlarse. - Vi cómo te pusiste cuando la viste de nuevo. ... yo solo quise que ella supiera todo lo que causó en vos cuando se fue... merecía saberlo.

- No quiero que vuelvas a hacerlo. – se volteó y fulminó a Roxana con la mirada. – no quiero que vuelvas a meterte más en todo este asunto ¿dale? Esto no te incumbe.

La sangre de Roxana se heló por completo y sus emociones, ahora todas juntas y convertidas en una sola, se volvieron un nudo en la garganta.

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- Adiós linda, descansa. – se dirigió a Gabriela y le dio un beso en la mejilla. A continuación, pasó a inclinarse y darle un beso a Sam en la frente, que dormía plácidamente. Era tan bonito... - nos vemos mañana. – susurró y se dirigió a la puerta de la habitación de Gabriela, salió de ella e hizo lo mismo con la puerta principal.

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- Hice esto por vos. No quiero... yo... no quiero que vuelvas a...

- ¡No tenías por qué ir a hablar con ella! – gritó él. - ¡Carajo! Todo este maldito asunto es entre Gabriela y yo. – gritó una vez más caminando desorbitado por todo el mini-gimnasio. Sus nervios se pusieron de punta y todo el control que había aprendido a manejar desaparecieron cuando Gabriela volvió a sus pensamientos. Y supo que si no se iba de ahí pronto ocasionaría un desastre.

Así que eso hizo. Agarro el bivirí que se había quitado hace unos minutos y lo llevó en sus manos hasta la puerta del mini-gimnasio, que abrió y cerró sin pensar las cosas y mucho menos... a quién dejaba ahí adentro.

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Varios minutos después, alguien tocó la puerta del departamento de Gabriela. Esta se había quedado adormecida al costado de Samuel. Cuando pudo encontrar el celular entre las sábanas y mirar la hora, notó que habían pasado quince minutos desde que Adriana se había ido. Tal vez habría olvidado alguna cosa. Algo que no le sorprendía viniendo de su mejor amiga.

Se sobó los ojos y caminó saliendo de su habitación y cerrando la puerta de ésta. Encendió las luces del corredor y caminó hasta la puerta principal. Se pegó a ella y la abrió un poco, lo suficiente como para ver de quién se trataba...

- Perdón... - se disculpó él, pasando a aclararse la garganta y levantar la mirada para encontrarse con la de Gabriela. - ¿dormías? – preguntó un Federico tímido y empapado por la lluvia de noche.  

TENTATION 3 | TOSCALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora