Capitulo 31

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  Adriana cargó a Sam en sus brazos al escuchar la puerta sonar por tercera vez. El pequeño subió la mirada mirándola bastante fascinado y a la vez cómodo por su presencia. A decir verdad, habían resultado bastante compatibles y tanto ninguno como el otro tenían problemas en pasar tiempo juntos.

Miró por el rabillo del ojo y sin poder captar mucho, abrió la puerta.

Y sus ojos también se abrieron lo suficiente como para delatar su impresión. Pero ni siquiera ella misma se daba cuenta de lo que hacía. Era incapaz de reaccionar ante lo que sus ojos registraban.

- ¿Acá se queda Gabriela Toscano? – preguntó Gonzalo. Traía dos cajas grandes sobre los brazos, así que tuvo que ladear la cabeza para poder mirar a Adriana.

Esta tragó saliva y acomodó a Sam sobre ella, que reaccionó estirando los brazos al reconocer a Gonzalo.

- Sí. – logró pronunciar ella. La garganta se le secó y lo siguiente que pudo ver fue a ese Dios griego que había llegado a las puertas de su casa, dejar las cajas en el suelo y robarse a Samuel de sus brazos.
Tardó un poco en volver al mundo real. Pero es que el mundo real también tenía al mismo hombre que sus fantasías. Por Dios, era hermoso. Sus músculos estaban tensos por sostener a Samuel con él. Se fijó en su espalda ancha, sus gruesos pómulos, en su piel, en su boca, en sus tatuajes, en sus ojos, en la manera en la que jugaba tan a gusto con Sam...

- ¿Y vos quien sos? – ahora fue él quien la inspeccionó sin disimulo alguno, por supuesto.

- Adriana... Adriana Allende. – respondió ella, acomodándose los shorts de pijama que traían osos de colores. – soy amiga de Gabriela.

- Mnh. – respondió él un tanto desinteresado.

- ¿Y vos? – Adriana enarcó una ceja, colocándose ambas manos sobre las caderas.

- Que te responda el. – se estiró y le entregó a Samuel en sus brazos otra vez. Poco después, tenía de nuevo las cajas que había traído sobre los brazos. - Gabriela me pidió que deje esto en tu casa.

Adriana se quedó pensativa.

- Creo que debería llamarla antes para...

- No lo penses tanto, nena. – frunció el ceño y hundió los hombros. – soy de los buenos.

Sus ojos azules la miraron. Se sentía bastante seguro de lo que hacía como casi siempre y digamos que parte de esa seguridad también le proporcionaba un aire sexy. Y ahora, más que nunca deseaba serlo. Deseaba que ella lo viera de esa forma.

- Pasa. – le dijo ella, rindiéndose. Se hizo para atrás y con una mano abrió un poco más la puerta. Gonzalo se movió hacia dentro, rozando de casualidad su hombro con el de ella. Adriana se quedó petrificada, ¿Cómo es que tenía un poder tan grande sobre ella? Había sido una corriente jamás experimentada. Esperó a que Gonzalo siguiera caminando, y al así hacerlo, enmudeció al notar su olor en medio del ambiente. Tenía una fragancia bastante varonil y perturbadora. Su respiración se entrecortó al saber que estaba detrás de ella posicionando las cajas sobre el suelo. Cerró la puerta e intentó relajarse.

- Lindo departamento. – dijo él bastante tranquilo. Dejó ambas cajas sobre el suelo y tomó asiento frescamente sobre uno de los muebles del departamento.

- Gracias. – ahora ella fue quién se volteó. - ¿te vas a quedar mucho tiempo?

Él hundió el rostro.

- ¿Por qué?

- Quería tomar una ducha. – tragó saliva.

- Hacelo. – él se puso de pie, quitándole a Sam una vez más de los brazos. Y esta vez no pudo evitar mirarle la boca al acercársele. Tenía que reconocer que la amiga de Gabriela estaba realmente buena. Tenía un corte bastante gracioso y unos ojos verdes que le erizaban la piel. No sabía porque se estaba fijando en su mirada, solo sabía que sus ojos habían sido lo primero que le llamaron la atención. – yo me encargo de el. – dijo volteándose y distrayéndose con Samuel 
Adriana asintió una vez más aturdida e intimidada. Al poder estar de nuevo con los cincos sentidos puestos, caminó en dirección a su habitación.

TENTATION 3 | TOSCALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora