Capitulo 4

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  La calle está mojada. La lluvia se hace cada vez más fuerte. Levanto la mirada y camino alejándome del club de jazz, tratando de impedir con las manos que la lluvia llegue a mis ojos.

¿Dónde estás Gabriela? Pregunto en mi interior. Miro a ambos lados y solo puedo divisar la luz del semáforo de aquella calle encendiéndose. No hay rastro de nadie. Camino más. Cruzo la calle. No puede estar muy lejos. Frustrado suelto un suspiro. ¿Qué mierda estoy haciendo? ¿Por qué estoy buscando a la única persona que con su recuerdo hizo mi vida una constante tortura estos dos últimos años? Trago saliva. Deje a Roxana. Mierda... estoy cagando todo de nuevo y solo por ella.

Doy media vuelta y al hacerlo, me doy con la sorpresa de que ella está mirándome a pocos centímetros de mí. Abro los ojos como un idiota. Sorprendido y embelesado por lo preciosa que está. Mojada se le ve mejor. Sus ojos están brillando y están hinchados. Se recogio el vestido y tiene el cabello en ondas por la lluvia.

Sostenemos la mirada. Y somos ella y yo, después de dos años, con muchas cosas que decirnos, con recuerdos, con resentimientos y con errores; pero sobre todo... ella y yo. Ella y yo de nuevo...
Mi boca se seca y todo lo que quise decirle durante años desaparece de mi mente. Estoy en blanco, indefenso.

- ¿Qué haces aca? – es lo único inteligente que se me ocurre preguntarle. Su mirada me intimida. Ella no tiene por qué intimidarte. No es nada. No significa nada.

Mi expresión cambia de tímida a dura.

- Te felicito. Me dijieron que te va muy bien aquí en New York. – me dice. Escuchar su voz hace que todo mi cuerpo se encienda. Más recuerdos. Más mierda.

- Gracias. – le digo seco.

Y nos quedamos callados. Solo el sonido de la lluvia contra el suelo puede escucharse. Maldita sea... dos años... ¿y solo puedo preguntar qué está haciendo aca?

- No esperaba verte. – digo ahora con mucha más seguridad.

- Yo tampoco esperaba estar acaesta noche. Pero supongo, que vos ya tenías todo ese discurso preparado para mí desde hace mucho.

Me mira y sostenemos la mirada una vez más. Trago saliva y bajo la mirada observando la lluvia caer.

- Sí. Desde el minuto en el que te fuiste. – enfrento su mirada y su mandíbula empieza a temblar. Y entonces todo cambia. Ya no tengo más intenciones de hacerle daño. Al contrario, ahora solo siento que verla llorar va a destruirme. ¡Maldita sea! Estoy ebrio y el alcohol no hace nada más que hacerme más vulnerable.

- Lo merecía. – susurra y cierra los ojos, dejando sus lágrimas en libertad.

"Lo merecía" esas palabras quedan en mi mente por varios segundos. Y la observo. Está parada frente a mí y obviamente no tiene ni una puta idea de todo por lo que tuve que pasar para no tener su recuerdo presente todos los días. Y obviamente no tiene una idea de todo el infierno que pasé cuando ella se fue. Y por supuesto, no sabe cuántas veces me la imaginé junto a mí o las incontables veces que soñé que la perdía de nuevo. Y no... no sabe cuántas veces me embriagué en la soledad de mi departamento, solamente para dejar de pensar en ella.

- Mereces eso y muchas cosas más. – susurro. Solo entonces puedo darme cuenta de que aún hay mucho rencor acumulado dentro de mí.

- Basta...

- Mereces que no esté aca ahora.

- ¡Basta maldita sea! – grita desesperada y se cubre la frente soltando la cola del vestido, que cae al suelo y salpica con el agua. – sé perfectamente que merezco eso y más Federico. Cometí un maldito error del que yo misma me avergüenzo... te lo juro... te juro que jamás en toda mi vida quise hacerte daño. Soy un humano como vos, que cometió un error y lo único que vine a hacer acá a New York es a pedirte perdón por todo lo que hice. Sé que nunca voy a remediarlo, pero quiero que sepas que estoy acá porque tengo fe de que al menos vas a odiarme un poco menos. Pasaron dos años Federico, vos y yo ya no somos dos niños. Por favor... por favor, te lo pido, perdóname, nunca quise hacerte daño.

Parpadeo. Maldita sea, mis ojos se llenaron de lágrimas. Trago saliva y endurezco la mandíbula para abstener mis lágrimas. Y desvío la mirada. Esto es una jodida tortura. Me está pidiendo perdón. Y la tengo frente a mí. Y siento su piel cerca de la mía. Y mi interior se enloquece. Y siento esa sensación antigua. Esas inmensas ganas que inundan mi cuerpo de abrazarla. Sus palabras tocaron lo más profundo de mi oscuro corazón. Tocaron todo de mí. Tocaron lo profundo y lleno de odio, que ahora se conviertio en un perdón.

Entonces solo quiero hacerle una pregunta. Solo una... una que quise hacerle desde un principio.

- ¿Me quisiste? – pregunto y la miro directamente a los ojos.

- Te querré toda mi vida.

Y entonces, el alcohol, los recuerdos, la melancolía y toda la adrenalina que siento por tenerla frente a frente, se apoderan de mí convirtiéndose en uno solo.

Me abalanzo hacia ella, comiéndole la boca con desesperación. Su sabor invade todo mi cuerpo, haciéndolo sentir en casa. Sí, sí... éste es su lugar. La abrazo y elevo su cuerpo, haciendo que el vestido suba hacia la mitad del muslo, así que toco su pierna descubierta y la acaricio suavemente. Su lengua toca la mía. Su aliento, caliente y dulce abraza toda mi boca. Mi otra mano acaricia su espalda y la aprieta con brusquedad. Me abraza el cuello y no puedo dejar de besarla. Al hacerlo, abro los ojos. Es la imagen que tanto quise ver desde hace tanto tiempo. A Gabriela besándome desenfrenadamente. Adhiero su cuerpo contra el mío con fuerza. Necesito que sienta todo lo que está produciendo en cada parte de mi cuerpo. Su vientre choca con mi erección, dura y grande, que hago rozar suavemente en sus piernas y cadera. Y todo está vivo. Cada sentimiento está vivo, muy dentro de mí pero lo está. Me dejo hacer por ella. Por sus besos, por sus manos tocando mi espalda y mi pecho. Porque es el momento que esperé desde hace mucho.

- No... - susurra y aprieta sus manos contra mi pecho, empujándome. Hago lo que me dice y me separo de ella, aun aturdido por lo excitado que me puso con solo un beso. – no hagas esto, por favor. – me ruega bajando la cabeza y cerrando los ojos, como si estuviera tratando de contenerse. – tu novia Fede, por favor, no le hagas esto y mucho menos conmigo.

Roxana vuelve a mis pensamientos... mierda...

- Ella no tiene nada que ver.

- No quiero que te arrepientas.

Trago saliva, tiene razón. Saboreo mis labios y mi cuerpo vuelve a encenderse cuando encuentro el sabor de Gabriela en la comisura de ellos.

- Tengo que irme. – me dice y me mira con ternura. Y no sé por qué, tengo la impresión de que hay algo que no me está diciendo. Hay algo que me está ocultando.

- No. – niego rápidamente. – no... ¿por qué? ¿Dónde estás viviendo ahora?

- En el departamento de siempre. – me sonríe y mágicamente sonrío yo también.

"El departamento de siempre..."

- ¿Queres que vaya a dejarte?

- Creo que debes volver. – levanta su mano derecha y me acaricia una mejilla con la palma de su mano. Y es el tacto más sexy y sutil del mundo. ¿Cómo puede lograrlo?

- No voy a dejarte ir a esta hora y con lluvia Gabriela.

- Voy a estar bien.

¿Nunca dejará de ser tan terca?

Estira el brazo y llama un taxi, ubicado en la otra calle, que desgraciadamente se acerca a nosotros. El taxi se apresura y se detiene a nuestro costado. Gabriela abre la puerta del asiento trasero y entra, pero vuelve a salir y me da un beso en la mejilla. Me sonríe y su sonrisa queda plasmada en mí hasta el momento en que se va. El taxi se aleja con ella dentro. Todo pasa tan rápido que ya ni siquiera tengo noción del tiempo. No sé dónde estoy ni todo lo que acabo de hacer o acaba de suceder. Pero algo se quedo presente, hoy... después de dos años la vi... y por fin... pude perdonar todo lo que un día causó en mí. 

TENTATION 3 | TOSCALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora