Capitulo 38

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  Un dolor de cabeza insoportable, una taza de manzanilla caliente y una aspirina.

Gabriela se puso de pie. Bastante esfuerzo había hecho para abrir los ojos y asimilar la hora en la que se encontraba. Que resaca. La cabeza le dolía a mil y sentía todavía el sabor de los chupitos de anoche. De algo estaba segura, ese dolor de cabeza solo se lo podía haber proporcionado una persona en el mundo. De la cual no se sentiría jamás avergonzada en terminar ebria: Federico D'Elia, su otro dolor de cabeza.

Buscó en los cajones algo cómodo para ponerse. Después de pasar minutos rebuscando entre bombachas y sujetadores, encontró lo que necesitaba y lo colocó sobre su hombro. Caminó a pasos lentos y dormidos hacia la puerta del baño personal, pero antes hizo una parada transcendental en el espejo que se ubicaba dentro de una de las puertas del ropero.

- Por Dios. – se dijo a sí mismo al analizarse frente al espejo. Trató de acomodarse el cabello para que este pareciera aceptable ante su mirada. Segundos después, al no encontrar resultado, bajó la mirada hacia lo que traía puesto. Podía recordar que por nada del mundo habría salido con esa camiseta dos tallas más grandes que ella. Pudo reconocer de inmediato, gracias al olor fuerte y delicioso que emanaba, que se trataba de una camisa de Federico. Bajo esta no había nada que le cubriera las piernas y solo su bombacha de color rojo le hacía compañía.
Entonces... intentó caminar a un paso un poco más rápido.

Una fricción interna le hizo soltar un gemido suave. Se sentía expuesta y un ligero dolor entre las piernas le susurraba que tal vez era lo que ella se estaba imaginando. Esto solo podía significar una cosa...

Antes de que sus pensamientos volaran más allá, Federico entró a la habitación con Samuel en brazos. Este traía el torso descubierto y unos pantalones de lona, mientras que Sam vestía una bata azul que le daba hasta las rodillas. Ambos entablaban una conversación sobre cereales de chocolate, cuál les gustaba más y sabores que detestaban. Par de niños.

- Mira quién despertó. – dijo Federico a Samuel. Este juntó las manos en un aplauso dulce, que fue acompañado por un: "mami" enternecedor. – se te pegaron las sábanas.

Se acercó a Gabriela y le besó la boca rápidamente. Al mismo tiempo, Sam se aferró al cuello de esta.

- No fue mi culpa. - Gabriela lo miró mal.

- Ya lo sé nena, tengo que tener cuidado la próxima vez.

- Sí, porque tenes muchas cosas que aclararme.
Federico enarcó una ceja a la vez que iba soltando una sonrisa sexy y perturbadora.

- ¿Sí?

- Sí, tonto.

- No digas esas palabras frente a ella.

- ¿Ahora te volviste educado?

- ¿Yo? Siempre. En cambio vos... - Federico soltó una risita victoriosa al atrapar con las manos la bombacha de conejito que Gabriela traía en el hombro.

- ¡Deja eso! – gritó ella, ligeramente ruborizada. Maldición, casi nunca usaba esa bombacha tan infantil.

- A tu madre le gustan los conejos. – Federico enarcó una ceja y Samuel sonrió acurrucándose en el cuello de Gabriela. Frustrada dejó a Samuel sobre el borde de la cama y le saco a Federico la bombacha de conejo.

- ¿Estás molesta? – preguntó él, sin poder evitar una sonrisa preciosa que mostraba sus perfectos dientes.

- Decime vos, no recuerdo nada de lo que pasó anoche y de pronto no puedo ni caminar.
Federico desvió la mirada.

- Era eso... - dijo sonriendo.

- ¿Lo hicimos?

- Quizá deberíamos hablarlo despues. – tomó asiento sobre el borde de la cama, justo al lado de Sam.

- Vaya, lo hicimos.

- Anoche no parecías nada enojada.

Las mejillas de Gabriela se ruborizaron. A la misma vez, sus memorias interiores se llenaron de recuerdos pasados, llevándola a momentos que había tratado de olvidar toda su vida. ¿Justo hoy tenía que acordarse de toda esa mierda que parecía a veces imposible de olvidar?

- Olvídalo. – dio media vuelta y caminó como pudo hasta la puerta del baño personal.

Federico tragó saliva. Su instinto interior le hizo saber que algo le pasaba a su chica...

- Oye... - se puso de pie e impidió que Gabriela cerrara la puerta de baño. – lo hicimos muchas veces. – alzó la mirada y pudo darse cuenta de que ella no le miraba. Es como si estuviera perdida en sus propios pensamientos o más bien recuerdos. ¿Se había perdido de algo? - ¿por qué es tan malo?

- Olvídalo, en serio, estoy siendo demasiado dramática. – se hizo para atrás y cerró la puerta del baño con recelo.

Se desnudó rápido, abrió el grifo de la ducha y se quedó parada bajo el agua caliente que caía sobre ella.

Vamos... tenía que superar todo esto. No podía enojarse con Federico solo porque lo hicieron anoche sin sus cinco sentidos bien puestos. Tenía que reconocer que se conocía perfectamente en cuanto a su estado alcoholizado. Se ponía bastante... exigente y juguetona. Era algo por lo que ya había tenido que pasar para darse cuenta de que no podía estar por ahí, tomando con personas que no conocía y que por lo mismo podrían aprovecharse de la cantidad de tragos que había tomado. Pero con Federico... ¿con Federico había de qué quejarse?

Se enredó el cabello en la toalla, después de varios minutos de reflexión a base de agua caliente, champú y jabón. Utilizó otra toalla para secarse el cuerpo y se puso la bombacha de conejito casi al mismo tiempo. Ahora que se analizaba frente al pequeño espejo de baño, tenía un mejor aspecto y ya no se notaba más el maquillaje de anoche. Se cepilló los dientes y se desenredó el cabello. No más dolor de cabeza, no más maquillaje; esta era ella.

Abrió la puerta del baño, con una toalla enredada al cuerpo. El dolor entre sus piernas había bajado en gran cantidad. Al parecer solo había sido un pequeño recuerdo de lo bien que... anoche se lo había pasado, de eso no cabía la más mínima duda. Dentro de sí también había una Gabriela que se quejaba por no recordar cada segundo de anoche.

Al salir observó a Samuel y Federico mirando la televisión. El estaba bastante concentrado y apenas pestañeaba para poder seguir mirando. En cambio él, desvió la mirada hacia Gabriela cuando esta salió del baño.

La vio acercársele. La reacción en su piel fue casi la misma de siempre, se erizó por completo.

- Perdona, no debí reaccionar así. - Gabriela puso los ojos en blanco.

- Ya, no importa.

- Sí importa, ni siquiera te agradecí por la fantástica cita de anoche, de eso sí me acuerdo. – sonrió sin mostrar los dientes y pasó a posicionarse sobre las piernas de Federico. Este la recibió gustoso, enredando sus brazos entre la cintura de su chica. – también debería agradecerte por no poder caminar hoy en la mañana.

- Sí, también deberías.

Gabriela soltó una risita.

- Gracias, pero me gustaría recordarlo todo.

- De eso me puedo encargar yo. – sus dientes mordieron el lóbulo de la oreja de Gabriela con delicadeza, apretándole la cintura contra la suya.

- Basta... - susurró ella en un tono divertido. – después ¿dale?

Él asintió, posicionando su barbilla sobre el hombro desnudo de ella.

- ¿Por qué lo de hace un rato?

- Ya te pedi perdón...

- Pero no lo voy a olvidar sino me explicas el por que 

TENTATION 3 | TOSCALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora