Capitulo 44

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Se fijó en el reloj de su celular. Apuntaban las seis de la mañana. A su lado Federico había desaparecido. Solo el desorden de las sábanas podía afirmar que había abandonado la cama hace ya bastante tiempo. Gabriela se sobó los ojos, todavía tenía la vista borrosa por lo cansada que se encontraba. Pero definitivamente sus ojos no se equivocaban, a su lado no había nadie y mucho menos Federico.

Su corazón empezó a latir con fuerza, colocándose mucho más alerta. Miró a ambos lados de la habitación, por suerte pudo divisar los pantalones de Federico tirados sobre el suelo. "Está acá" pensó. Ya antes había vivido esta escena hace unos años atrás y había sido secuestrada por Tentation, pero recordarlo en este momento no era para nada favorable. Debía mantener la calma, seguramente se encontraba en el baño o en algún lugar del pequeño departamento. No tardó en arrastrar las sábanas con ella, enredándoselas en el cuerpo como pudo y caminando a pasos lentos sobre el suelo. Abrió la puerta de la habitación, sigilosa. Afuera todavía estaba bastante oscuro debido al clima lluvioso, pero a sus ojos no le hicieron falta demasiada luz para lograr ver a Federico de pie y sin camisa, fumando un cigarro puesto de espaldas.

Miraba concentrado hacia la pared que estaba cerca de las grandes ventanas ahora cerradas. Pero exactamente no era el color mostaza de la pared lo que había llamado la atención de Gabriela. Era lo que había en ella. Pegadas por todas partes, cientos de fotos se extendían en toda la pared. Aparentemente ordenadas en un criterio que solo Federico conocía. Algunas de ellas contenían grandes cruces rojas que cubrían la foto entera y otras, debajo de ellas, contenían una descripción de dos o tres líneas. Mujeres de treinta años. Hombres de cuarenta. Niños. Diferentes tomas. Diferentes ángulos. Riendo. Fotos del tamaño de una identidad personal y de tamaños distintos. Cada una de esas fotos tomaba posición sobre un mapa grande que describía toda la calle central. El mapa había sido trazado incontables veces en calles distintas y con diferentes locaciones, pero un lugar en especial estaba bastante apretujado entre palabras y números: El banco general de Francia. Más allá, también podía divisarse a lo lejos, una locación que había sido encerrada en un círculo rojo con una flecha del mismo grosor: la estación de policías.

La boca de Gabriela se abrió, observándolo todo con exactitud. Era el material que había visto en el almacén hace varias horas. Podía decir que le atemorizaba algunas veces, tenía una mente brillante. Única. Podía hacer lo que quisiese con ella, y ya lo había hecho durante bastantes años.

Lo observó fumando varios minutos, mientras con otra mano sobaba su barbilla, manteniendo la concentración. Gabriela avanzó sigilosamente detrás de él, logrando adelantarse varios pasos antes de que hablara, tomándola por sorpresa.

- El banco general de Francia está a 5 cuadras de la estación de policía más cercana. – estiró el brazo derecho y señaló con el dedo índice las líneas trazados por él mismo sobre el mapa, como si hubiera sentido a Gabriela aparecer desde ya hace mucho – es posible que si alguien llega a tocar la alarma de seguridad solo tengamos aproximadamente 10 minutos para salir ahí. Pero decidí que es más seguro reducir el tiempo a 5, no quiero correr riesgos contigo Gabriela, es la primera vez que vamos a hacer esto. – soltó el cigarro de sus manos, dejándolo caer al suelo, todavía dándole la espalda y observando el mapa. – Laura Sosa fue cajera del banco por más de 10años. Conoce el lugar, y yo también la conozco a ella. – Federico se aclaró la garganta. Sí, había sido un tanto hijo de puta muchas veces. Encima de todo, mujeriego. No quería entrar en detalles. - ¿su punto débil? Sencillo, tiene una hija en la secundaria Boucher. Menciónasela, y te dará todo el dinero posible en las manos. Se encuentra en la primera caja, yendo por la izquierda. Las demás son todas de la misma especie. No pude obtener información de ninguna, pero es sencillo poder adivinar de qué manera caen. Son jóvenes. Ella, por ejemplo. – señaló otra foto sobre la pared. – sus padres viven en California, lo único que pude averiguar hace 4 años fue que su madre sufría de una enfermedad relacionada con la columna, no sé muy bien de qué se trata, pero basta con mencionársela y cederá en el acto. Las demás es más de lo mismo, como te dije, son jóvenes, y solo hace falta mostrarles un arma para que te dejen el dinero en bandeja. – se detuvo, observando las fotos extendidas al frente suyo. Buscando, como si estuviera olvidando un detalle importante. – el tema de la seguridad es mucho más importante. Existen 5 cámaras ahora mismo, estuve registrando la zona exteriormente, y no agregaron ninguna otra. Las ubicaciones son básicas, cada una de ellas se encuentra en distintas esquinas y una en el exterior, exactamente a la derecha de la puerta principal. Solo hay una excepción con una de ellas, que está camuflada en el escritorio del gerente. Mnh... por ese hijo de puta no tenes que preocuparte, es un cobarde y no hará nada en absoluto cuando vea un arma frente a sus ojos. Así es como funciona un gerente general de un banco importante. – levantó los hombros, recordando varias escenas pasadas, aguantándose sin querer una risa nostálgica. – lo siguiente son los tipos de seguridad. No sé exactamente si renovaron el personal, aunque es lo más seguro. No creo que utilicen los mismo oficiales de hace 4 años. Así que... mierda...no pude averiguar demasiado sobre ellos. – dijo lamentándose. Detrás de él formó un puño con las manos. Un detalle faltante, era exponer a Gabriela a cualquier cosa. – umnh... no sé... - negó con la cabeza, mientras sus ojos cansados divisaban su obra una vez más. – lo olvidaba... hay una salida al exterior que utilizaremos. – se acercó al mapa y trazó con los dedos el recorrido que empezaría a narrar. – lo único que tenemos que hacer es...

- Fede...

- Pasar por acá. – trazó. – y llegar hasta la última puerta del pasadizo. Da hasta la calle. Una vez ahí...

- Federico, escúchame. – le pidió una voz detrás de él.

- ¿Qué? – le preguntó volteándose por fin. Su rostro debilitado por el cansancio, llenó de ternura el corazón de Gabriela. Verlo tan decaído y por ella...

- ¿Dormiste? – sus ojos se entornaron, logrando mirar los de Federico, que la esquivaron con rudeza.

- No necesito dormir. – mintió. – Gabriela, ¿no te das cuenta? no tenemos nada hecho, no sabes absolutamente nada sobre este puto banco y su puta gente... necesitas estar enterada para así...

- Necesitas descansar. – mordió su labio inferior y estiró ambos manos hacia el rostro de él. Sus dedos tocaron sus mejillas. Federico cerró los ojos al sentir el contacto de su piel caliente sobre la suya, fría y cansada.

- Estoy bien. – dijo con los ojos cerrados. Segundos después, los había abierto de nuevo. – solo... solo quiero que todo esto salga bien ¿si? Hice esto con otras personas antes, pero contigo quiero tenerlo todo controlado, no me perdonaría que algo saliera mal por mi culpa. Ya hice varias cosas mal... solo... solo quiero hacer esto bien.
Solo esta vez.

- Gracias por hacer todo esto. – sus miradas se encontraron. – sos tan... tan inteligente... - sus manos volvieron a acariciar el rostro de Federico con delicadeza. Hundiéndolo en su tacto. – estoy impresionada.

- Esto es lo que soy. – dijo él, levantando los hombros. Tragó saliva al mismo tiempo y sus ojos se clavaron en el suelo. – esto es todo lo que soy.

- Y es de lo que estoy enamorada.

Él cerró los ojos, negando con la cabeza, sintiéndose perdido entre las palabras de Gabriela.

- Ya robe acá antes. – Federico alzó la mirada. – sé lo suficiente, pero si me das unas horas puedo inspeccionar más y...

- Basta, por favor, estás muy cansado. Mírate. – dijo Gabriela, tratando de hacerlo entrar en razón. Hizo que la mirara, y soltó un suspiro
finalmente. – lo haremos bien ¿sí? te lo prometo.

- Sí... - susurró él, con la voz debilitada. Asintió con la cabeza y mojó sus labios. Algo en su interior golpeaba fuerte, jamás había sentido tanto miedo en toda su vida. Estaba corriendo demasiado peligro, a lo cual estaba acostumbrado, pero no con ella en riesgo. ¿Estaba haciendo lo correcto? Maldita sea... era demasiado tarde para echarse para atrás, solo había una cosa por hacer. – que empiece el juego.

TENTATION 3 | TOSCALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora