Capítulo 24. Ahora lo entiendo.

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Cada día lo pasaba más desesperado que nunca, habían entrado al mes 6, el que definiría la vida de Yuu. Para los bebés sería bueno, pero sería la etapa más dura para quien los llevaba en el vientre. 

Tres meses y todo acabaría, parecía increíble, el tiempo volaba, pero Mika parecía sentirlo eterno. Las manos le sudaban en cada minuto, Ferid tuvo que encargarse de todo su trabajo en Francia y demás, y Guren se encargó de los estudios del azabache. No terminaría el colegio hasta que Shinya dijera que sí.

Realmente si tuviera una máquina del tiempo, no sabría si retroceder el tiempo para evitar todo esto, o adelantaría el tiempo para que toda esta pesadilla acabara.

Sólo 3 meses.

3 meses y todo acabaría, 3 meses decisivos. Necesitaba que Yuu resistiera, aunque su estado físico gritara que con sólo moverse podría desmoronarse.

Ayer no lo había soportado, se había puesto a llorar frente a la ventana, resbalándose hasta caer al suelo, y esconder su rostro empapado de lágrimas en sus piernas. Cada día se le veía peor. Y no podía hacer más nada que verlo, lo tenía ahí, tan imposible e intocable. De verdad que dolía. Tanto amarlo y no poder tocarlo, como amarlo y verlo en ese estado tan deprimente.

Le desesperaba. Habían veces que sentía tener una cuerda gruesa en el cuello, que le ahogaba. Y quería salir huyendo, no lo soportaba. Y por más que salía a caminar para respirar aire fresco, la cuerda seguía ahí, ahorcándole. 

Y ahora lo pasaba un poco más solo de lo normal, Shinya cada vez tenía más trabajo, los chicos debían ir a clases, Ferid estaba en Francia, y Guren estaba en medio de un caso importante, que no sólo le prometía dinero, sino que según él, le proporcionaría muchos beneficios. 

Así que sólo se la pasaba viendo a través del vidrio, cómo parecía que la muerte quería apagar el vivo verde de los ojos de quien estaba postrado en aquella cama. ¿Qué soñaría? ¿Estaría despierto? ¿Alguna vez le habrá visto en la ventana? ¿Le habría sentido... cerca? 

Las ganas de abrazarle aumentaban cada día.

Pero se las apagaba con el hecho de pensar que si lo tocaba se haría polvo. Estaba tan frágil que no hacía falta un estudio médico para probarlo. Con verle bastaba. 

Ese día no había pasado por la habitación, apenas si había comido algo. Quería dormir, pero no descansaba nada, lo cual le era frustrante.

Metió sus manos en los bolsillos, y caminó con el corazón roto hasta la habitación. Para hacer lo que siempre hacía, quedarse observando y velando sus sueños a través del vidrio. Tan débil e indefenso se le veía, pero hoy recibió una sorpresa. 

El azabache estaba parado, acción que sólo hacía cuando tenía las fuerzas y Shinya le ayudaba. Sólo me quedó impactado, sin moverse. Parecía que el ojiverde había sentido la mirada penetrante sobre él, y se volteó con cuidado, encontrando su mirada con el rubio. 

Y allí, Mikaela quiso romper ese vidrio para encender los obres verdes que se encontraban tan apagados entre la oscuridad de unas ojeras, aquellos que había perdido su brillo. Cada movimiento del menor era delicado, frágil, tanto como un dulce que se desmorona en tu mano. Cada vez que se acercaba, su corazón daba vuelcos y seguía saltando, pero su cuerpo seguía sin reaccionar. 

Al tenerlo frente a frente, con el límite de un vidrio, Yuu pegó su frente al vidrio, al igual que sus manos, y cerró los ojos. Mikaela no tuvo que pensarlo mucho, repitió la acción, pero no podía soportarlo, ¿por qué dolía tanto? ¿Por qué no evitaba que su rostro se empapara de lágrimas? No quería hacerlo, pero ahí estaba, sufriendo por el azabache, quien no abría los ojos, sólo parecía disfrutar de un sueño. Porque eso parecía, un sueño, o un momento de alivio dentro de una pesadilla.

Vendido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora