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SOL

Terminé de atar las agujetas de los tenis blancos y me puse de pie.

Caminé fuera de la habitación pasando las manos por mi cabello, desordenándolo un poco.

Todo tiene que salir bien. Tiene que hacerlo.

Repasé los pasos a seguir. Mi mente rondaba una y otra vez. Todo tiene que ser perfecto. Esperé demasiado para esto.

Y mi concentración se esfuma en cuanto me halan del brazo.

Me sobresalté y vi al castaño que me había retenido.

Es Norman, el hermano de Mar. Al lado de él estaba su mate. La rubia me sonreía.

Alcé una ceja y me zafé.

-Hola- saludé cruzándome de brazos.

-Marea, ¿ya estás lista? -me sonrió Norman, mirándome con cariño.

Hice una mueca.

- ¿Para?

-Recuerda, tenemos que ir a la casa de la manada...

-Ya, ya. Sí, estoy lista- lo interrumpí y le mostré la sonrisa más creíble que pude.

- ¡Perfecto! Iré a prender el carro. Las espero afuera- besó la frente de Sky, creo que así se llamaba y a mí me revolvió el pelo con una mano.

Bufé y lo vi salir por la puerta.

-Mar- escucho que me llama la rubia.

La miro. Su sonrisa se había debilitado, me miraba con la cabeza ladeada, analizándome.

- ¿Qué? -fruncí el ceño y su expresión se tornó seria, fría.

- ¿Estás bien? -se acercó bastante y sus ojos color miel se hicieron un poco más brillantes, casi amarillos- Ya sabes, querida, te noto algo... rara- había cautela en su tono de voz.

-Estoy de maravilla- sonreí, ocultando lo nerviosa que me estaba poniendo.

Sentía que podía ver mis más oscuros secretos con sólo esa mirada.

Me mantuve firme y no aparté mis ojos de los suyos.

- ¿Por qué? -fingí inocencia- ¿algo está mal, Sky?

Parpadeó un par de veces y sacudió la cabeza, sonriendo otra vez.

-Nada, cariño. Hoy estoy rara yo, creo- se rio y no quitó su sonrisa. Acomodó su camisa minúscula y luego rodeó mis hombros con su brazo, haciéndome caminar- ¿Sabes? Creo me está afectando el clima o algo así. Por estas épocas hacen unos fríos horribles. Mi piel se pone pálida, pálida y agh, no sabes, alborota mi ánimo. No sé, el clima es capaz de hacer tantas cosas...- otra maldita risita y salimos de la casa.

Mi cuerpo estaba tenso. Esta tipa me provocaba escalofríos.

...

Para cuando llegamos a la casa, mis oídos estaban sangrando.

La voz chillona de la rubia estaba haciendo que mis tímpanos explotaran.

No sé cómo Norman es capaz de aguantarla.

Me bajo del auto y con un suspiro, agradezco el descanso de escuchar a la rara cantar casi todo el trayecto mientras que en ocasiones empezaba a hablar del maldito clima.

Me encamino a la entrada y sin esperarlos, toco.

Se abre la puerta casi al instante y mi vista se dirige al chico frente a mí.

MI SALVACIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora